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Análisis - 15 julio, 2022

‘Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil’: Zygmunt Bauman

A partir de esta reseña planteamos algunas reflexiones sobre la ‘crisis’ de la vida en comunidad en medio de la búsqueda de la felicidad asociada a la seguridad y la libertad. A partir de este planteamiento surgen más incertidumbres que certidumbres.

La lectura de los tres primeros capítulos del texto ‘Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil’ del sociólogo contemporáneo Zygmunt Bauman (2006) permite reflexionar sobre aspectos como la búsqueda de la felicidad del ser humano en sociedad o comunidad punto de partida del mito de Tántalo: “uno puede ser feliz, o al menos inconsciente y despreocupadamente feliz, solo mientras conserve la inocencia: mientras uno disfrute su felicidad en tanto que se mantiene ignorante de las cosas que le hacen feliz… uno sólo puede ser verdaderamente feliz mientras no sepa cuán verdaderamente feliz es”. 

En medio de la búsqueda por la felicidad aparecen conflictos y disputas permanentes, pero la gente se mantiene unida a pesar de los factores de tensión. “EI entendimiento común solo puede ser un «logro», que se alcanza (si es que se alcanza) al final de un prolongado y tortuoso trabajo de discusión persuasión en la agotadora competencia con un número indefinido de potencialidades diferencias”. 

Aparece la comunidad del entendimiento común, incluso aunque se alcance, seguirá por tanto siendo frágil y vulnerable, siempre necesitada de vigilancia, fortificación y defensa.  El ser humano por naturaleza está en la búsqueda de pertenecer a un grupo social. Eric Hobsbawm, afirma: “Hombres y mujeres buscan grupos a los que puedan pertenecer, de forma cierta y para siempre, en un mundo en que todo lo demás cambia y se desplaza, en el que nada más es seguro”. Jack Young aportó una glosa sucinta y penetrante a la observación y comentario de Hobsbawm: “La identidad se inventa justo cuando se colapsa la comunidad”. Así las cosas, identidad significa destacar, ser diferente y único en virtud de esa diferencia, por lo que la búsqueda de la identidad no puede sino dividir y separar. 

Las ideas centrales del texto las relaciono con un diálogo con una líder comunal que manifestaba los cambios de las costumbres barriales, y recordaba como en su niñez, en el barrio donde creció, los vecinos se unían para los decorados navideños pero ahora en el sector en el que vive todo es distinto. Y esas costumbres se traslapan a la falta de empoderamiento y apropiación barrial, dando espacio a la inseguridad y al consumo de estupefacientes en espacios vecinales y comunales comentaba la dignataria. 

Aparecen conceptos como la seguridad y la libertad. Por lo tanto:promover la seguridad siempre exige el sacrificio de la libertad, en tanto que la libertad sólo puede ampliarse a expensas de la seguridad. Pero seguridad sin libertad equivale a esclavitud (…) mientras que la libertad sin seguridad equivale a estar abandonado y perdido”.

ARRAIGAR LO DESARRAIGADO

En el estudio de la nueva época de desigualdades, Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon ponderan lo que llaman la ambivalencia del individualismo moderno: “Un vector de emancipación de los individuos, que potencia su autonomía y los convierte en sujetos de derechos, y un factor de creciente inseguridad, que hace a todos responsables del futuro y los obliga a dar a su vida un sentido que ya no está prefigurado por nada externo”. 

La individualización, en lo que respecta a los valores humanos, fue un proceso de intercambio, donde los artículos que se intercambiaron en su  curso fueron la seguridad y la libertad: la libertad se ofrecía a cambio de seguridad, la emancipación de algunos exigía la represión de otros, como ejemplo de ello se cita la Revolución Industrial. “Las «masas» fueron arrancadas de su rígida rutina antigua (la red de interacciones comunales gobernada por el hábito) para ser introducidas a la fuerza en una rígida rutina nueva (la de la fábrica gobernada por el trabajo regulado), donde su represión podía servir mejor a la causa de la emancipación de sus represarios”.

Según Max Weber, el acto fundacional del capitalismo moderno fue la separación entre la producción y el hogar, lo que significó,  simultáneamente, la separación de los productores de las fuentes de su medio de vida, como afirmaría Polanyi, invocando la percepción de Karl Marx. Ese doble acto liberó a las acciones dirigidas a la obtención de beneficio, así como a ganarse la vida, de la red de lazos emocionales, familiares y de vecindad, pero de igual modo vació tales uniones de todos los significados que conllevarían previamente. Utilizando la terminología de Vehlen, lo que antes era una «hazaña» se convirtió en  «rutina»,

Así, durante la mayor parte de su historia la modernidad hizo su trabajo bajo los auspicios del poder «panóptico», imponiendo la disciplina mediante una vigilancia continua.

TIEMPOS DE DESVINCULACIÓN, O LA GRAN TRANSFORMACIÓN, VERSIÓN SEGUNDA

EI poder moderno trata, en primer lugar y ante todo, sobre el derecho a gestionar personas, a ordenar, a establecer las normas de conducta y a imponer la obediencia a las normas. Burnham rindió un tributo indirecto a la pasión por la construcción y el mantenimiento del orden como fuerza impulsora de la sociedad moderna; y al trato directo con la gente, a la actividad de imponer pautas, vigilar,  controlar y dirigir sus acciones como el método eminente de diseño, construcción y mantenimiento del orden.

En nuestros días,  la dominación no se basa fundamentalmente en la ‘vinculación y compromiso’, en la capacidad de los gobernantes de observar de cerca los movimientos de los gobernados y de imponerles la obediencia. El desmantelamiento del panóptico augura un gran salto adelante en el camino de una mayor libertad para el individuo. Sin embargo, se experimenta, por decir lo mínimo, como una combinación de ventajas e inconvenientes, o como algo cuyas ventajas están excesivamente bien disimuladas para poder disfrutar de ellas. El destajo, la precariedad del trabajo, las órdenes de prestación de servicios, OPS, entre otras formas de contratación hacen parte de estas nuevas relaciones de poder y dominación.

Con mucho, la más sólida de las jaulas de acero en la que la vida cotidiana estaba inscrita era el marco social en el que el trabajador se ganaba la vida:  la oficina o la fábrica,  los  trabajos que se desempeñaban allí,  la capacitación requerida para hacerlos y la rutina diaria de su  desempeño. Sólidamente encerrado en ese marco, era razonable considerar el trabajo como una vocación o la misión que se tenía en la vida,  como el eje en torno al que giraba el resto de la existencia y a lo largo del cual se trazaba el resto de los objetivos vitales. Pero ahora ese eje ha quedado irreparablemente roto. En vez de hacerse flexible, como sus portavoces quieren que se perciba esta nueva condición de este nuevo mundo feliz,  se  ha hecho frágil y variable.  

Nada podría (ni debería) fijarse a ese eje con confianza: confiar en su perdurabilidad sería ingenuo y podría tener un desenlace fatal,  incluso las más venerables oficinas y fábricas, orgullosas de su pasado, tienden a desvanecerse de la noche a la mañana y sin previo aviso. “EI marco social del  trabajo y el medio de vida no es, sin embargo, lo único que se está desmoronando. Todo lo que nos rodea parece encontrarse en un torbellino”.

Todos estos supuestos y otros similares constituían, por expresarlo así, ‘fundamento epistemológico’ de la experiencia de la comunidad;  uno no resistiría la tentación  de  decir una ‘comunidad está estrechamente entretejida’, si esta frase  tan manida no fuese un pleonasmo; ningún agregado de  seres humanos se experimenta como ‘comunidad’ si no está ‘estrechamente entretejido’ a partir de las biografías compartidas a lo largo  de una  larga historia y de una  expectativa todavía más  larga de  interacción recurrente e intensa.  Es esta experiencia la que hoy se echa de menos, la ausencia se describe como ‘decadencia’, ‘muerte’ o ‘eclipse’ de la comunidad. Como la observara Maurice R. Steinen (1960), los lazos comunitarios se hacen cada vez más prescindibles. Las lealtades personales disminuyen su alcance a través del sucesivo debilitamiento de los lazos nacionales, regionales, comunitarios, vecinales y familiares. La decadencia de la comunidad, en este sentido, se perpetúa así misma porque una vez que se inicia, pues hay cada vez menos estímulos para contener la desintegración de los lazos humanos y buscar formas de religar lo que se ha desgajado. Para ampliar más sobre el tema puede consultar en Bauman, Z. (2006). Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil.

Por Hamilton Fuentes – EL PILÓN

Análisis
15 julio, 2022

‘Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil’: Zygmunt Bauman

A partir de esta reseña planteamos algunas reflexiones sobre la ‘crisis’ de la vida en comunidad en medio de la búsqueda de la felicidad asociada a la seguridad y la libertad. A partir de este planteamiento surgen más incertidumbres que certidumbres.


La lectura de los tres primeros capítulos del texto ‘Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil’ del sociólogo contemporáneo Zygmunt Bauman (2006) permite reflexionar sobre aspectos como la búsqueda de la felicidad del ser humano en sociedad o comunidad punto de partida del mito de Tántalo: “uno puede ser feliz, o al menos inconsciente y despreocupadamente feliz, solo mientras conserve la inocencia: mientras uno disfrute su felicidad en tanto que se mantiene ignorante de las cosas que le hacen feliz… uno sólo puede ser verdaderamente feliz mientras no sepa cuán verdaderamente feliz es”. 

En medio de la búsqueda por la felicidad aparecen conflictos y disputas permanentes, pero la gente se mantiene unida a pesar de los factores de tensión. “EI entendimiento común solo puede ser un «logro», que se alcanza (si es que se alcanza) al final de un prolongado y tortuoso trabajo de discusión persuasión en la agotadora competencia con un número indefinido de potencialidades diferencias”. 

Aparece la comunidad del entendimiento común, incluso aunque se alcance, seguirá por tanto siendo frágil y vulnerable, siempre necesitada de vigilancia, fortificación y defensa.  El ser humano por naturaleza está en la búsqueda de pertenecer a un grupo social. Eric Hobsbawm, afirma: “Hombres y mujeres buscan grupos a los que puedan pertenecer, de forma cierta y para siempre, en un mundo en que todo lo demás cambia y se desplaza, en el que nada más es seguro”. Jack Young aportó una glosa sucinta y penetrante a la observación y comentario de Hobsbawm: “La identidad se inventa justo cuando se colapsa la comunidad”. Así las cosas, identidad significa destacar, ser diferente y único en virtud de esa diferencia, por lo que la búsqueda de la identidad no puede sino dividir y separar. 

Las ideas centrales del texto las relaciono con un diálogo con una líder comunal que manifestaba los cambios de las costumbres barriales, y recordaba como en su niñez, en el barrio donde creció, los vecinos se unían para los decorados navideños pero ahora en el sector en el que vive todo es distinto. Y esas costumbres se traslapan a la falta de empoderamiento y apropiación barrial, dando espacio a la inseguridad y al consumo de estupefacientes en espacios vecinales y comunales comentaba la dignataria. 

Aparecen conceptos como la seguridad y la libertad. Por lo tanto:promover la seguridad siempre exige el sacrificio de la libertad, en tanto que la libertad sólo puede ampliarse a expensas de la seguridad. Pero seguridad sin libertad equivale a esclavitud (…) mientras que la libertad sin seguridad equivale a estar abandonado y perdido”.

ARRAIGAR LO DESARRAIGADO

En el estudio de la nueva época de desigualdades, Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon ponderan lo que llaman la ambivalencia del individualismo moderno: “Un vector de emancipación de los individuos, que potencia su autonomía y los convierte en sujetos de derechos, y un factor de creciente inseguridad, que hace a todos responsables del futuro y los obliga a dar a su vida un sentido que ya no está prefigurado por nada externo”. 

La individualización, en lo que respecta a los valores humanos, fue un proceso de intercambio, donde los artículos que se intercambiaron en su  curso fueron la seguridad y la libertad: la libertad se ofrecía a cambio de seguridad, la emancipación de algunos exigía la represión de otros, como ejemplo de ello se cita la Revolución Industrial. “Las «masas» fueron arrancadas de su rígida rutina antigua (la red de interacciones comunales gobernada por el hábito) para ser introducidas a la fuerza en una rígida rutina nueva (la de la fábrica gobernada por el trabajo regulado), donde su represión podía servir mejor a la causa de la emancipación de sus represarios”.

Según Max Weber, el acto fundacional del capitalismo moderno fue la separación entre la producción y el hogar, lo que significó,  simultáneamente, la separación de los productores de las fuentes de su medio de vida, como afirmaría Polanyi, invocando la percepción de Karl Marx. Ese doble acto liberó a las acciones dirigidas a la obtención de beneficio, así como a ganarse la vida, de la red de lazos emocionales, familiares y de vecindad, pero de igual modo vació tales uniones de todos los significados que conllevarían previamente. Utilizando la terminología de Vehlen, lo que antes era una «hazaña» se convirtió en  «rutina»,

Así, durante la mayor parte de su historia la modernidad hizo su trabajo bajo los auspicios del poder «panóptico», imponiendo la disciplina mediante una vigilancia continua.

TIEMPOS DE DESVINCULACIÓN, O LA GRAN TRANSFORMACIÓN, VERSIÓN SEGUNDA

EI poder moderno trata, en primer lugar y ante todo, sobre el derecho a gestionar personas, a ordenar, a establecer las normas de conducta y a imponer la obediencia a las normas. Burnham rindió un tributo indirecto a la pasión por la construcción y el mantenimiento del orden como fuerza impulsora de la sociedad moderna; y al trato directo con la gente, a la actividad de imponer pautas, vigilar,  controlar y dirigir sus acciones como el método eminente de diseño, construcción y mantenimiento del orden.

En nuestros días,  la dominación no se basa fundamentalmente en la ‘vinculación y compromiso’, en la capacidad de los gobernantes de observar de cerca los movimientos de los gobernados y de imponerles la obediencia. El desmantelamiento del panóptico augura un gran salto adelante en el camino de una mayor libertad para el individuo. Sin embargo, se experimenta, por decir lo mínimo, como una combinación de ventajas e inconvenientes, o como algo cuyas ventajas están excesivamente bien disimuladas para poder disfrutar de ellas. El destajo, la precariedad del trabajo, las órdenes de prestación de servicios, OPS, entre otras formas de contratación hacen parte de estas nuevas relaciones de poder y dominación.

Con mucho, la más sólida de las jaulas de acero en la que la vida cotidiana estaba inscrita era el marco social en el que el trabajador se ganaba la vida:  la oficina o la fábrica,  los  trabajos que se desempeñaban allí,  la capacitación requerida para hacerlos y la rutina diaria de su  desempeño. Sólidamente encerrado en ese marco, era razonable considerar el trabajo como una vocación o la misión que se tenía en la vida,  como el eje en torno al que giraba el resto de la existencia y a lo largo del cual se trazaba el resto de los objetivos vitales. Pero ahora ese eje ha quedado irreparablemente roto. En vez de hacerse flexible, como sus portavoces quieren que se perciba esta nueva condición de este nuevo mundo feliz,  se  ha hecho frágil y variable.  

Nada podría (ni debería) fijarse a ese eje con confianza: confiar en su perdurabilidad sería ingenuo y podría tener un desenlace fatal,  incluso las más venerables oficinas y fábricas, orgullosas de su pasado, tienden a desvanecerse de la noche a la mañana y sin previo aviso. “EI marco social del  trabajo y el medio de vida no es, sin embargo, lo único que se está desmoronando. Todo lo que nos rodea parece encontrarse en un torbellino”.

Todos estos supuestos y otros similares constituían, por expresarlo así, ‘fundamento epistemológico’ de la experiencia de la comunidad;  uno no resistiría la tentación  de  decir una ‘comunidad está estrechamente entretejida’, si esta frase  tan manida no fuese un pleonasmo; ningún agregado de  seres humanos se experimenta como ‘comunidad’ si no está ‘estrechamente entretejido’ a partir de las biografías compartidas a lo largo  de una  larga historia y de una  expectativa todavía más  larga de  interacción recurrente e intensa.  Es esta experiencia la que hoy se echa de menos, la ausencia se describe como ‘decadencia’, ‘muerte’ o ‘eclipse’ de la comunidad. Como la observara Maurice R. Steinen (1960), los lazos comunitarios se hacen cada vez más prescindibles. Las lealtades personales disminuyen su alcance a través del sucesivo debilitamiento de los lazos nacionales, regionales, comunitarios, vecinales y familiares. La decadencia de la comunidad, en este sentido, se perpetúa así misma porque una vez que se inicia, pues hay cada vez menos estímulos para contener la desintegración de los lazos humanos y buscar formas de religar lo que se ha desgajado. Para ampliar más sobre el tema puede consultar en Bauman, Z. (2006). Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil.

Por Hamilton Fuentes – EL PILÓN