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Columnista - 7 febrero, 2011

Competitividad incompetente

Visión Universal Por: Luis Mendoza Sierra En la estrategia de competitividad del Cesar hemos venido tacando burro  hace rato y la obstinación de algunos actores de seguir en esa línea, inexplicablemente, se mantiene como en alucinada misión suicida. Y como el secreto preciso para que un proceso se detenga son las comisiones, subcomisiones, reuniones, encuentros, […]

Visión Universal

Por: Luis Mendoza Sierra
En la estrategia de competitividad del Cesar hemos venido tacando burro  hace rato y la obstinación de algunos actores de seguir en esa línea, inexplicablemente, se mantiene como en alucinada misión suicida. Y como el secreto preciso para que un proceso se detenga son las comisiones, subcomisiones, reuniones, encuentros, documentos, delegados, etc., estamos haciendo el mandato perfecto para profundizar en el frustrante rezago en que venimos.
Sí, es cierto. La Comisión Regional de Competitividad y la formulación del Plan Regional de Competitividad, han sido aciertos indiscutibles del sistema dirigido a promover la competitividad en Colombia. Además, en la región están bien logrados, pero falta una cosa rechiquitica y a la vez descomunal: ACCIÓN.
He dicho y redicho, otros analistas y críticos del tema también lo han manifestado, que estamos sobrediagnosticados. La patología está plenamente identificada, ordenado el tratamiento y los medicamentos a la mano, pero ciegamente, como buscando el ahogado aguas arriba, preferimos la sala de cuidados intensivos y, pronto, ojalá no, la morgue.
Si tenemos claro que para ser competitivos, es decir, generar prosperidad a través de la productividad, requerimos un entorno atractivo para la inversión, con mano de obra pertinente con la dinámica económica de la región. Si tenemos claro que nuestras fortalezas, especialmente comparativas, pocas competitivas, son óptimas para impulsar el ecoturismo, la agroindustrial, la minería, no de enclave naturalmente, la logística, ¿qué esperamos?
Nada más claro para el Cesar que requerimientos relacionados con infraestructura de vías, especialmente. Son también concretas y enfáticas las demandas de incorporación de tecnología en los procesos productivos para abandonar ese ofensivo modelo primario de producción, en el que la innovación, motor perfecto de la competitividad, es un bien desconocido y lejano.
Padecemos una peste con síntomas pandémicos de “desasociatividad” e imprudente individualismo que impiden el crecimiento empresarial. Sobran los diagnósticos que certifican la desaparición, casi total, de la fuerza gremial. Conocemos el divorcio sector productivo- universidad.
En medio de ese panorama desolador para la competitividad regional, faltando, como dicen en Electoral, datos de otras mesas, invertimos esfuerzos y recursos como pedaleando en una bicicleta estática, llamada sector público. Entonces, las socializaciones y discusiones de la competitividad regional no salen de los despachos de los alcaldes, concejos, la Asamblea, siendo esta una estrategia fundamentalmente en la que el protagonista es el sector productivo.
El sector público tiene su rol claritíco y  si no lo activa, mal podría ocuparse de la misión que no es suya. Este actor está destinado a acompañar y generar condiciones para la competitividad, a través de atractivos tributarios, reducción de trámites, infraestructura, políticas de educación, ambientales, seguridad y transparencia. Es decir, todo aquello transversal que impacte el proceso.
Casi cuatro años después, el Plan Regional de Competitividad es el mismo mamotreto yerto y frío, y la Comisión un grupo de eminentes voluntarios que, en mi sentir, malgastan su importantísimo tiempo de reunión en reunión y de encuentro en encuentro, como el de pasado mañana: buenos como escenarios de protagonismos, pero, al decir de Vinasco, de aquello nada.
Si al equivocado enfoque en gestión de competitividad le sumamos la falta de dientes de los planes, el futuro de esta estrategia, por lo menos en esta región, es bien negro. Nadie ni nada obliga a los actores, especialmente públicos, a incorporar en sus planes y ejecuciones de gobierno las recomendaciones arrojadas en competitividad.
Percibo falta de voluntad política y decisión de los actores para poner en práctica lo acordado. No existe fuerza coercitiva que los induzca a la ejecución de las inversiones y los proyectos  priorizados. Luego, entonces, esta estrategia será un rudimento carente de interés y lejos de volverse una realidad, si no hay un cambio de actitud inmediato y decidido.
luiscompetitivi@gmail.com

Columnista
7 febrero, 2011

Competitividad incompetente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Mendoza S.

Visión Universal Por: Luis Mendoza Sierra En la estrategia de competitividad del Cesar hemos venido tacando burro  hace rato y la obstinación de algunos actores de seguir en esa línea, inexplicablemente, se mantiene como en alucinada misión suicida. Y como el secreto preciso para que un proceso se detenga son las comisiones, subcomisiones, reuniones, encuentros, […]


Visión Universal

Por: Luis Mendoza Sierra
En la estrategia de competitividad del Cesar hemos venido tacando burro  hace rato y la obstinación de algunos actores de seguir en esa línea, inexplicablemente, se mantiene como en alucinada misión suicida. Y como el secreto preciso para que un proceso se detenga son las comisiones, subcomisiones, reuniones, encuentros, documentos, delegados, etc., estamos haciendo el mandato perfecto para profundizar en el frustrante rezago en que venimos.
Sí, es cierto. La Comisión Regional de Competitividad y la formulación del Plan Regional de Competitividad, han sido aciertos indiscutibles del sistema dirigido a promover la competitividad en Colombia. Además, en la región están bien logrados, pero falta una cosa rechiquitica y a la vez descomunal: ACCIÓN.
He dicho y redicho, otros analistas y críticos del tema también lo han manifestado, que estamos sobrediagnosticados. La patología está plenamente identificada, ordenado el tratamiento y los medicamentos a la mano, pero ciegamente, como buscando el ahogado aguas arriba, preferimos la sala de cuidados intensivos y, pronto, ojalá no, la morgue.
Si tenemos claro que para ser competitivos, es decir, generar prosperidad a través de la productividad, requerimos un entorno atractivo para la inversión, con mano de obra pertinente con la dinámica económica de la región. Si tenemos claro que nuestras fortalezas, especialmente comparativas, pocas competitivas, son óptimas para impulsar el ecoturismo, la agroindustrial, la minería, no de enclave naturalmente, la logística, ¿qué esperamos?
Nada más claro para el Cesar que requerimientos relacionados con infraestructura de vías, especialmente. Son también concretas y enfáticas las demandas de incorporación de tecnología en los procesos productivos para abandonar ese ofensivo modelo primario de producción, en el que la innovación, motor perfecto de la competitividad, es un bien desconocido y lejano.
Padecemos una peste con síntomas pandémicos de “desasociatividad” e imprudente individualismo que impiden el crecimiento empresarial. Sobran los diagnósticos que certifican la desaparición, casi total, de la fuerza gremial. Conocemos el divorcio sector productivo- universidad.
En medio de ese panorama desolador para la competitividad regional, faltando, como dicen en Electoral, datos de otras mesas, invertimos esfuerzos y recursos como pedaleando en una bicicleta estática, llamada sector público. Entonces, las socializaciones y discusiones de la competitividad regional no salen de los despachos de los alcaldes, concejos, la Asamblea, siendo esta una estrategia fundamentalmente en la que el protagonista es el sector productivo.
El sector público tiene su rol claritíco y  si no lo activa, mal podría ocuparse de la misión que no es suya. Este actor está destinado a acompañar y generar condiciones para la competitividad, a través de atractivos tributarios, reducción de trámites, infraestructura, políticas de educación, ambientales, seguridad y transparencia. Es decir, todo aquello transversal que impacte el proceso.
Casi cuatro años después, el Plan Regional de Competitividad es el mismo mamotreto yerto y frío, y la Comisión un grupo de eminentes voluntarios que, en mi sentir, malgastan su importantísimo tiempo de reunión en reunión y de encuentro en encuentro, como el de pasado mañana: buenos como escenarios de protagonismos, pero, al decir de Vinasco, de aquello nada.
Si al equivocado enfoque en gestión de competitividad le sumamos la falta de dientes de los planes, el futuro de esta estrategia, por lo menos en esta región, es bien negro. Nadie ni nada obliga a los actores, especialmente públicos, a incorporar en sus planes y ejecuciones de gobierno las recomendaciones arrojadas en competitividad.
Percibo falta de voluntad política y decisión de los actores para poner en práctica lo acordado. No existe fuerza coercitiva que los induzca a la ejecución de las inversiones y los proyectos  priorizados. Luego, entonces, esta estrategia será un rudimento carente de interés y lejos de volverse una realidad, si no hay un cambio de actitud inmediato y decidido.
luiscompetitivi@gmail.com