Aunque los Evangelios guardan silencio, la tradición afirma que Jesús fue crucificado a los 33 años. Esta edad es interpretada como un símbolo de madurez y juventud, “la edad perfecta de la vida” en palabras textuales de Santo Tomás de Aquino. Cristo murió cuando sus facultades físicas y mentales estaban en flor.
Recordemos que hasta bien entrada la Edad Moderna, un hombre de cincuenta años era considerado adulto mayor quizá por los altos niveles de mortalidad de la época: la medicina no era tan avanzada y muchas enfermedades eran desconocidas.
En el tiempo de mis abuelos, graduarse de bachiller a los veintidós años era apenas normal. Hoy, nuestros bachilleres tienen dieciséis, la mayoría de los profesionales menos de treinta y hay doctores menores de cuarenta. Amigo lector, antes de continuar quiero dejarte claro que pienso que un título no define que tan buena persona somos pero también estoy convencido que la educación como formación integral es uno de los salvavidas para esta sociedad que va a la deriva.
Hoy nuestra esperanza de vida es mayor, en Colombia ronda los 75 años para los hombres y 81 para las mujeres. Por otra parte, la sociedad ha mejorado en muchos aspectos –si eres escéptico, solo imagina como serían tus dientes si vivieras en el medioevo-; uno de esos aspectos es la construcción del conocimiento que permite que los procesos educativos se hayan acelerado en menos de un siglo. Pero falta mucho todavía.
A pesar de las críticas, la desconfianza de las generaciones anteriores, la ironía o la estigmatización a que somos sometidos, los millenials, quienes nacimos entre 1981 y 1996, venimos exigiendo nuestro espacio, ganándonos el respeto y la admiración de quienes nos rodean y asumiendo el protagonismo en los procesos que suponen grandes cambios.
La política no es la excepción. De verdad me lleno de esperanzas cuando un “no tan joven” de mi generación asume el liderazgo. La democracia sustituye la guerra real por guerra ritual, y el debate regional, además de la pugna entre clanes, maquinarias y los osados independientes, se ha convertido en un combate generacional.
Ahora los jóvenes y los “no tan jóvenes” aspiramos, decidimos, votamos y elegimos. Aunque no falta el perdido que, ensuciándonos la cara, dé motivos para que sigan diciendo que la crisis de la sociedad es por culpa de los jóvenes. No importa: es el momento histórico de la juventud, ahora solo falta elegir bien.