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Columnista - 11 julio, 2012

¡Colombia no es un país de cafres!

Por Gustavo Cotes Medina A pesar que la fragilidad de las instituciones del Estado quedó al descubierto con la reciente catástrofe de la reforma a la justicia y los protagonistas de ese bochornoso incidente no han asumido su propia responsabilidad, se debe evitar al máximo que esta crisis interna se traduzca en una desconfianza internacional […]

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Por Gustavo Cotes Medina

A pesar que la fragilidad de las instituciones del Estado quedó al descubierto con la reciente catástrofe de la reforma a la justicia y los protagonistas de ese bochornoso incidente no han asumido su propia responsabilidad, se debe evitar al máximo que esta crisis interna se traduzca en una desconfianza internacional hacia las instituciones colombianas y se llegue a pensar que somos un Estado fallido, en donde reina la impunidad y la corrupción.
Colombia está indignada, pero lo anterior no quiere decir que estemos dando un salto al vacío. La inmensa mayoría de nuestra sociedad es buena, pero no debemos permitir que las actuales circunstancias nos alienten a dispararnos entre los buenos mientras los malos, que son la inmensa minoría, se mueren de la risa contemplando el caricaturesco escenario institucional.
En una democracia como la nuestra todos tenemos los espacios abiertos para expresar lo que sentimos, pero tratar de hacer política con el terrorismo y con la disciplina militar enviando mensajes equivocados a los soldados colombianos, que diariamente se juegan la vida en las selvas para ofrecernos seguridad, es ya una incitación a la desestabilización, a la polarización de los ánimos y a la confusión del país.
Por lo anterior, queremos a un ex presidente Uribe menos ambicioso y más cercano al estadista que al revanchista. Y sus seguidores, con unas ansias de poder que se le sale por los poros, deben ser más prudentes y objetivos en las circunstancias actuales. ¡Es decir, no deben cruzar la raya tratando de recoger el descontento que existe en materia de seguridad y desempleo!.
Pensar en candidatos presidenciales de la estatura de un Fernando Londoño, con dos sanciones de la Procuraduría, y de un Luis Carlos Restrepo, hoy prófugo de la justicia, es ofrecerles a los colombianos “más de lo mismo y del todo vale”. Alguien debe contarle a José Obdulio Gaviria que Álvaro Uribe no es el Mesías, y que los colombianos hace mucho tiempo dejaron de ser cafres y borregos.
El mal momento político hace pensar que no existe ambiente para tramitar la reforma tributaria y la pensional, pero el presidente Santos se la tiene que jugar toda para sacarlas adelante con el fin de sanear las finanzas públicas y buscar la equidad en los impuestos y en el gasto. Queda claro que el presidente tiene que sacar su casta si el Congreso se empeña en cobrar un peaje inaceptable por ese trámite.
Además, por la gran incertidumbre que existe en Europa, Estados Unidos y en la China, se necesita que Colombia tenga un liderazgo más fuerte y autorizado para continuar con las reformas fiscales necesarias que le permitan enfrentar con éxito una eventual tormenta económica mundial. ¡Hoy, lo peor que le puede pasar al país es que el presidente Santos se eche para atrás en sus políticas de reformas!
El trago amargo que acabamos de pasar nos deja a todos una lección importante: ¡los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no pueden y no deben tomar grandes e importantes decisiones de espaldas a la ciudadanía! Hoy, el país está indignado y demostró que tiene un buen nivel de madurez política con el respaldo decisivo de los medios de comunicación y las redes sociales.
Es urgente cambiar la justicia y se puede hacer sin reformar la constitución, con leyes, resoluciones y decretos. De acuerdo con la afirmación del ex ministro de justicia, Fernando Carrillo: “No son grandes reformas constitucionales las que producen los verdaderos cambios en la justicia, sino lo que apunta a los derechos de los ciudadanos”. Y la nueva ministra Ruth Stella Correa, dice “que una de sus metas es descongestionar los juzgados porque no es eficaz una justicia con sentencias diez años después”.
Según la sabiduría de Confucio, los colombianos “debemos tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano”.
[email protected]

Columnista
11 julio, 2012

¡Colombia no es un país de cafres!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

Por Gustavo Cotes Medina A pesar que la fragilidad de las instituciones del Estado quedó al descubierto con la reciente catástrofe de la reforma a la justicia y los protagonistas de ese bochornoso incidente no han asumido su propia responsabilidad, se debe evitar al máximo que esta crisis interna se traduzca en una desconfianza internacional […]


Por Gustavo Cotes Medina

A pesar que la fragilidad de las instituciones del Estado quedó al descubierto con la reciente catástrofe de la reforma a la justicia y los protagonistas de ese bochornoso incidente no han asumido su propia responsabilidad, se debe evitar al máximo que esta crisis interna se traduzca en una desconfianza internacional hacia las instituciones colombianas y se llegue a pensar que somos un Estado fallido, en donde reina la impunidad y la corrupción.
Colombia está indignada, pero lo anterior no quiere decir que estemos dando un salto al vacío. La inmensa mayoría de nuestra sociedad es buena, pero no debemos permitir que las actuales circunstancias nos alienten a dispararnos entre los buenos mientras los malos, que son la inmensa minoría, se mueren de la risa contemplando el caricaturesco escenario institucional.
En una democracia como la nuestra todos tenemos los espacios abiertos para expresar lo que sentimos, pero tratar de hacer política con el terrorismo y con la disciplina militar enviando mensajes equivocados a los soldados colombianos, que diariamente se juegan la vida en las selvas para ofrecernos seguridad, es ya una incitación a la desestabilización, a la polarización de los ánimos y a la confusión del país.
Por lo anterior, queremos a un ex presidente Uribe menos ambicioso y más cercano al estadista que al revanchista. Y sus seguidores, con unas ansias de poder que se le sale por los poros, deben ser más prudentes y objetivos en las circunstancias actuales. ¡Es decir, no deben cruzar la raya tratando de recoger el descontento que existe en materia de seguridad y desempleo!.
Pensar en candidatos presidenciales de la estatura de un Fernando Londoño, con dos sanciones de la Procuraduría, y de un Luis Carlos Restrepo, hoy prófugo de la justicia, es ofrecerles a los colombianos “más de lo mismo y del todo vale”. Alguien debe contarle a José Obdulio Gaviria que Álvaro Uribe no es el Mesías, y que los colombianos hace mucho tiempo dejaron de ser cafres y borregos.
El mal momento político hace pensar que no existe ambiente para tramitar la reforma tributaria y la pensional, pero el presidente Santos se la tiene que jugar toda para sacarlas adelante con el fin de sanear las finanzas públicas y buscar la equidad en los impuestos y en el gasto. Queda claro que el presidente tiene que sacar su casta si el Congreso se empeña en cobrar un peaje inaceptable por ese trámite.
Además, por la gran incertidumbre que existe en Europa, Estados Unidos y en la China, se necesita que Colombia tenga un liderazgo más fuerte y autorizado para continuar con las reformas fiscales necesarias que le permitan enfrentar con éxito una eventual tormenta económica mundial. ¡Hoy, lo peor que le puede pasar al país es que el presidente Santos se eche para atrás en sus políticas de reformas!
El trago amargo que acabamos de pasar nos deja a todos una lección importante: ¡los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no pueden y no deben tomar grandes e importantes decisiones de espaldas a la ciudadanía! Hoy, el país está indignado y demostró que tiene un buen nivel de madurez política con el respaldo decisivo de los medios de comunicación y las redes sociales.
Es urgente cambiar la justicia y se puede hacer sin reformar la constitución, con leyes, resoluciones y decretos. De acuerdo con la afirmación del ex ministro de justicia, Fernando Carrillo: “No son grandes reformas constitucionales las que producen los verdaderos cambios en la justicia, sino lo que apunta a los derechos de los ciudadanos”. Y la nueva ministra Ruth Stella Correa, dice “que una de sus metas es descongestionar los juzgados porque no es eficaz una justicia con sentencias diez años después”.
Según la sabiduría de Confucio, los colombianos “debemos tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano”.
[email protected]