Por: Gustavo Cotes Medina
Desde el exterior, los analistas miran a Colombia como un país que está viviendo el mejor momento de su historia en cuanto a crecimiento, desarrollo económico, elevación de sus exportaciones, mejoramiento de todos los índices de seguridad nacional, especialmente en las ciudades capitales, que confirman lo que todos sabemos, si se logra la paz, el país despegará definitivamente.
La agenda internacional con Colombia se está ampliando y la lucha contra el narcotráfico sigue en pié, con o sin un proceso de paz, pero los temas comerciales, de turismo, de inversión y de políticas energéticas, están en todas las mesas de trabajo y cada vez tienen más peso.
Nuestro país es una nación pujante con reservas internacionales del orden de 40 mil millones de dólares, con indicadores de transformación que tienen tendencias positivas y muestran un crecimiento en las exportaciones, en los dos últimos años, de más del 40 por ciento, producto de las negociaciones con más de 40 naciones. Está claro que la revaluación es una realidad con la que cualquier exportador tiene que luchar, dependiendo de la situación económica del país y de los columpios de las tasas de cambio.
Es una realidad que Colombia tiene en infraestructura una de sus áreas más críticas y está por debajo del promedio en América Latina, pero se está enfatizando en una gran inversión que significará una transformación importante, especialmente en puertos marítimos y fluviales, redes viales y avances en telecomunicaciones que tendrán un impacto alentador en tecnología y educación.
Hoy, Colombia se encuentra en los primeros lugares de Latinoamérica en crecimiento económico sostenido, con una base muy diversificada de exportaciones y un manejo macroeconómico serio y exitoso que se constituye en una fortaleza interna para los inversionistas. Además, en los últimos 10 años la clase media se ha duplicado.
Nuestro país es más que los sectores extractivos de carbón, petróleo y ferroníquel que pueden producir distorsiones en la renta. La agroindustria, las manufacturas, las confecciones, la banca y las finanzas también crecen, y somos el séptimo país en el mundo con el mayor recurso en agua lo que nos puede convertir en una potencia en exportación energética. Vamos por buen camino. Sin embargo, el dedo inquisidor del desempleo e informalidad y la desigualdad, nos señala y nos hace sonrojar.
Está demostrado que el gobierno Santos tiene dificultades para ejecutar sus programas. Las licencias ambientales, de construcción, las medidas regulatorias y las actuaciones con lupa en la mano de los entes de control, dando por descontado que se trata de hacer las cosas bien, se están convirtiendo en los principales inconvenientes para la buena marcha de los negocios.
Se trata de buscar el equilibrio para combatir la corrupción y al mismo tiempo que el gobierno pueda actuar. Se necesita inteligencia e imaginación para lograr una nueva generación de servidores públicos y un rediseño de los mecanismos de control para evitar la parálisis de los proyectos del gobierno y de cerrarle el paso a la corrupción que tiene manos de pulpo insaciable.
Al mismo tiempo, esperamos que los trámites de las reforma pensional y de salud, el manejo de los impuestos predial y de valorización, la minería ilegal, los ex presidentes perversos y mediáticos, el respeto por los derechos humanos, la violencia en todas sus formas, la infraestructura vial y los expertos en generalidades, no afecten el balance neto de nuestro país. Sabemos que Colombia, colgada de tus manos, a veces trastabilla, se limpia las heridas y raspones, pero no se cae. ¡O mejor aún, no la dejemos caer!
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