Por Valerio Mejía
“Caminó, pues, Enoc con Dios…” Génesis 5:24
La verdadera prueba de nuestro carácter y de nuestra vida espiritual, no es lo que hacemos en los tiempos excepcionales de la vida, sino lo que hacemos en los tiempos comunes y corrientes, cuando no ocurre nada asombroso ni excitante.
El valor de una persona, se revela por su actitud hacia lo común, cuando no se encuentra delante de las luces del teatro. Los primeros discípulos de Jesús, simplemente lo oyeron hablar, lo siguieron, le preguntaron dónde vivía y se quedaron con él.
Acomodarse y mantenerse al paso de Dios es un asunto intenso que implica amortizar energías espirituales. Al aprender a caminar con Dios, siempre tenemos la dificultad de acomodarnos a su paso; pero cuando por fin lo logramos, el mejor y más evidente resultado es el fluir de la vida de Dios dentro de la nuestra.
Por el misterio de nuestra unión con Cristo, desaparece nuestra condición limitante y dubitativa y se manifiesta el ritmo acelerado y el poder del paso de Dios. En ocasiones es difícil ajustarnos al paso de Dios, cuando comenzamos a caminar con él, encontramos que antes de haber dado tres pasos, él ya se nos ha adelantado y va lejos.
Amigos lectores: Al caminar con Dios, las verdades espirituales se aprenden por el ambiente que nos rodea, casi nunca por razonamiento. El Espíritu de Dios cambia la atmósfera de nuestra manera de mirar las circunstancias, y estas comienzan a ser posibles como nunca antes. Acomodarse al paso de Dios, encarna estar unidos con él, nada menos. Y aunque alcanzarlo toma mucho tiempo, perseveremos en ello. No nos desanimemos debido a que el dolor sea agudo en este momento. Perseveremos y pronto hallaremos que tenemos una nueva visión y un nuevo propósito para vivir.
Cuando hemos decidido caminar con Dios, y nos acercamos a él, corremos el peligro de ir con una actitud negociadora para hacer trueques con él. Queremos el testimonio del Espíritu, antes de haber caminado con él. Entonces nos preguntamos: ¿Por qué Dios no se nos revela? Él quiere hacerlo pero no puede; porque nosotros se lo impedimos al no rendirnos por completo a él. Si tuviéramos el testimonio antes de haber caminado con él, todo terminaría en un estado emocional. Pero cuando caminamos con él y actuamos fundamentados en la redención, y desistimos de la impertinente costumbre de discutirle, él de inmediato se manifiesta en nuestras vidas y en las circunstancias.
Parte de nuestra educación moral al caminar con Dios, consiste en ver morir nuestros prejuicios y limitaciones por el poder de Dios. Dios no honra nada de lo que nosotros le traemos fruto de nuestra propia cosecha, lo único que quiere de nosotros es la rendición incondicional manifestada en un caminar con él.
Caminar con Dios es renovar una sencilla y perfecta confianza en Dios. Así una vez que vemos a Dios en acción, nunca más nos preocuparemos por lo que suceda, porque estaremos confiados, con nuestra vida escondida en Dios, disfrutando del paseo con aquel a quien el mundo no puede ver. ¡Te invito a caminar con Dios! ¡Ven demos un paseo con él!
Saludos y muchas bendiciones del Señor.