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Columnista - 25 julio, 2021

Codazzi y su algodón: una esperanza que se niega a desaparecer

Agustín Codazzi es un pueblo inclinado ante los encantos de la majestuosa serranía del Perijá, que se erige impetuosa y desafiante con su vegetación y sus tierras fértiles generadoras de riqueza y de progreso a través de los años y que sin quererlo ha sido condenada a vivir de los recuerdos de una época gloriosa […]

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Agustín Codazzi es un pueblo inclinado ante los encantos de la majestuosa serranía del Perijá, que se erige impetuosa y desafiante con su vegetación y sus tierras fértiles generadoras de riqueza y de progreso a través de los años y que sin quererlo ha sido condenada a vivir de los recuerdos de una época gloriosa económicamente impulsada y patentizada por la bonanza algodonera que adornó sus campos y sus calles en la década de los años 60 y 70, principalmente.

De aquella época, de la que se dice que llegaron a existir mas de 4.000 algodoneros que lograron esparcir la semilla del algodón por más de 60.000 hectáreas que generaban mínimo 3 empleos directos por cada una de ellas, solo quedan unos cuantos gladiadores que se han resistido a vivir del recuerdo y han seguido insistiendo en dicha actividad, como el señor Hernando Villarreal Galvis, el capitán David Hernández y un pequeño grupo de indecisos que se asoman tímidamente recordando el ayer.

En días pasados tuve la oportunidad de asistir a un pequeño foro convocado por el señor alcalde de Codazzi, Omar Benjumea Ospino, con la finalidad de promover e incentivar el cultivo del algodón bajo la modalidad de siembra por contrato, en asocio con la empresa Sucampo, que tiene como propósito fundamental conseguir sembrar alrededor de 2.000 hectáreas en la región proveyendo a los agricultores todos los insumos requeridos para sacar adelante el cultivo, incluyendo las semillas, fertilizantes, insecticidas, etc., otorgándole de entrada la seguridad de compra de su cosecha de manera anticipada para evitar contratiempos posteriores.

Vale la pena destacar la intervención del señor alcalde Omar Benjumea, quien se comprometió a subsidiar entre 200 y 300 hectáreas con recursos del municipio, el cual aportará entre $700.000 y $1.200.000 para pequeños algodoneros de un máximo de 10 hectáreas cada uno. Estos recursos serán manejados por la Asociación de Productores y Agricultores del Cesar (Asoproace), entidad que actuará como operador y supervisor de dichos recursos para evitar que estos sean invertidos en actividades distintas a la atención de los cultivos.

Es importante recordar que en el gobierno de Thomas ‘el negro’ Ovalle se realizó un intento parecido constituyendo patrimonios autónomos, por lo cual esta iniciativa llena de expectativas a los amantes de la agricultura y amerita todo el apoyo y reconocimiento de la población, que desea ansiosamente la reactivación del sector más productivo que ha tenido la región como fuente generadora de empleo y de riqueza.

Cabe recordar que este pueblo, por mucho tiempo olvidado, albergó por igual a propios y extraños (más extraños que propios), que llegaron de distintos lugares del país en busca de oportunidades, a trabajar y a poblar sus tierras, personas comunes y normales, que pudieron disfrutar de sus paisajes, de la naturaleza exuberante y atractiva, y de sus tierras fértiles y productivas en medio de un pedestal de ilusiones que muchos lograron ver realizadas y establecieron un proyecto de vida, edificaron una familia y construyeron un patrimonio económico importante en la región, otros, por el contrario, trasladaron sus recursos a distintos lugares del país.

Es por esta razón que la iniciativa del señor alcalde llega como un aliciente, una voz de aliento y de esperanza en medio de un mar de incertidumbre generada por la pandemia y crisis económica universal. Llegó la hora de trabajar por el pueblo y su gente, llegó la hora de la inversión social que tanto reclama la comunidad. Bienvenida esta iniciativa que sin duda alguna traerá bienestar y regocijo a un sector marchitado por los malos tiempos, por el abandono estatal y la inclemencia de un destino cruel. Es tiempo de soñar y de resucitar esperanzas perdidas. Es el tiempo de querer y ser querido.

Columnista
25 julio, 2021

Codazzi y su algodón: una esperanza que se niega a desaparecer

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gabriel Dario Serna Gomez

Agustín Codazzi es un pueblo inclinado ante los encantos de la majestuosa serranía del Perijá, que se erige impetuosa y desafiante con su vegetación y sus tierras fértiles generadoras de riqueza y de progreso a través de los años y que sin quererlo ha sido condenada a vivir de los recuerdos de una época gloriosa […]


Agustín Codazzi es un pueblo inclinado ante los encantos de la majestuosa serranía del Perijá, que se erige impetuosa y desafiante con su vegetación y sus tierras fértiles generadoras de riqueza y de progreso a través de los años y que sin quererlo ha sido condenada a vivir de los recuerdos de una época gloriosa económicamente impulsada y patentizada por la bonanza algodonera que adornó sus campos y sus calles en la década de los años 60 y 70, principalmente.

De aquella época, de la que se dice que llegaron a existir mas de 4.000 algodoneros que lograron esparcir la semilla del algodón por más de 60.000 hectáreas que generaban mínimo 3 empleos directos por cada una de ellas, solo quedan unos cuantos gladiadores que se han resistido a vivir del recuerdo y han seguido insistiendo en dicha actividad, como el señor Hernando Villarreal Galvis, el capitán David Hernández y un pequeño grupo de indecisos que se asoman tímidamente recordando el ayer.

En días pasados tuve la oportunidad de asistir a un pequeño foro convocado por el señor alcalde de Codazzi, Omar Benjumea Ospino, con la finalidad de promover e incentivar el cultivo del algodón bajo la modalidad de siembra por contrato, en asocio con la empresa Sucampo, que tiene como propósito fundamental conseguir sembrar alrededor de 2.000 hectáreas en la región proveyendo a los agricultores todos los insumos requeridos para sacar adelante el cultivo, incluyendo las semillas, fertilizantes, insecticidas, etc., otorgándole de entrada la seguridad de compra de su cosecha de manera anticipada para evitar contratiempos posteriores.

Vale la pena destacar la intervención del señor alcalde Omar Benjumea, quien se comprometió a subsidiar entre 200 y 300 hectáreas con recursos del municipio, el cual aportará entre $700.000 y $1.200.000 para pequeños algodoneros de un máximo de 10 hectáreas cada uno. Estos recursos serán manejados por la Asociación de Productores y Agricultores del Cesar (Asoproace), entidad que actuará como operador y supervisor de dichos recursos para evitar que estos sean invertidos en actividades distintas a la atención de los cultivos.

Es importante recordar que en el gobierno de Thomas ‘el negro’ Ovalle se realizó un intento parecido constituyendo patrimonios autónomos, por lo cual esta iniciativa llena de expectativas a los amantes de la agricultura y amerita todo el apoyo y reconocimiento de la población, que desea ansiosamente la reactivación del sector más productivo que ha tenido la región como fuente generadora de empleo y de riqueza.

Cabe recordar que este pueblo, por mucho tiempo olvidado, albergó por igual a propios y extraños (más extraños que propios), que llegaron de distintos lugares del país en busca de oportunidades, a trabajar y a poblar sus tierras, personas comunes y normales, que pudieron disfrutar de sus paisajes, de la naturaleza exuberante y atractiva, y de sus tierras fértiles y productivas en medio de un pedestal de ilusiones que muchos lograron ver realizadas y establecieron un proyecto de vida, edificaron una familia y construyeron un patrimonio económico importante en la región, otros, por el contrario, trasladaron sus recursos a distintos lugares del país.

Es por esta razón que la iniciativa del señor alcalde llega como un aliciente, una voz de aliento y de esperanza en medio de un mar de incertidumbre generada por la pandemia y crisis económica universal. Llegó la hora de trabajar por el pueblo y su gente, llegó la hora de la inversión social que tanto reclama la comunidad. Bienvenida esta iniciativa que sin duda alguna traerá bienestar y regocijo a un sector marchitado por los malos tiempos, por el abandono estatal y la inclemencia de un destino cruel. Es tiempo de soñar y de resucitar esperanzas perdidas. Es el tiempo de querer y ser querido.