ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN
@antoniomariaA
Abraham Maslow fue un sicólogo estadounidense, quien jerarquizó las penurias en una gráfica llamada Pirámide de las Necesidades o de Maslow. Esta teoría inicialmente fue sicológica, pero luego la amplió hasta la gestión pública, ocupándose de la priorización del gasto.
Dice que primero se deben solucionar las básicas, ubicadas en la base de la pirámide y que directamente tienen que ver con la subsistencia, para luego entrar a satisfacer las superiores o de autorrealización de cada individuo.
En algunos hogares se invierte la escala cuando se compra un voluminoso y sonoro equipo de sonido con la nevera vacía. Las entidades públicas también fallan cuando solo se dedican a construir infraestructura, mientras las comunidades mueren de hambre.
Nuestro departamento es de los abanderados en esta voluntaria confusión, acá se le rinde tributo al cemento, al punto de que la inauguración de las obras se ha vuelto una costosa estrategia mediática, ponderando la estética en los diseños, mientras minimizan los lunares del gasto.
Por ejemplo, el bum de estos días ha sido la inauguración de los colegios Alfonso López Pumarejo, Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo (Instpecam) y el Centro Auxiliar de Servicios Docentes (CASD), valor: 150 mil millones de pesos. Es cierto que son bonitos y se supone mejorarán las condiciones locativas de la comunidad educativa. Pero nadie ha dicho cuál va a ser la sostenibilidad y el real impacto de estas construcciones; tampoco si el nivel académico de los docentes garantiza la transferencia de conocimientos, porque la sola locación no asegura calidad educativa. Los estudiantes en una gran mayoría viven lejos y hubiese sido mejor construir aulas vecinas a ellos, porque se alivian los gastos de transporte y movilidad, se crean polos de desarrollo en esas zonas y se mitiga el impacto ambiental generado por todos esos vehículos atravesando la ciudad.
Y mientras intentamos sembrar espacios de reflexión respecto de estos temas, nuestro departamento ocupa a nivel nacional el tercer puesto en muertes por desnutrición infantil, con 27 fallecimientos. La morbilidad de la desnutrición aguda, moderada y severa registró 895 casos, 156 más que en el 2022, lo que nos llevó al deshonroso quinto puesto. No se entiende que, aun siendo ricos, nuestros niños se mueran de hambre.
En cualquier caso y aún con todas las falencias de planificación e inconveniencia de esta obra estéticamente atractiva, la invitación es a cuidarla porque son los recursos de todos los que están allí sembrados. Esperemos que las autoridades educativas nutran de conocimiento esa infraestructura, para que cuando miremos hacia allá, no tengamos que afirmar como respondió ‘Poncho’ Zuleta cuando le preguntaron por la calidad interpretativa de los Hermanos Lora: “Bonitos sí son”. Fuerte abrazo.