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Columnista - 7 diciembre, 2019

Bonita la fiesta era en un 8 de diciembre

Este tradicional festejo que se celebra en nuestra costa norte como una devoción a la Virgen de la Inmaculada Concepción, en estos últimos años ha venido sufriendo cambios en su orientación e inclusive hasta en la fecha de su realización. Algunas décadas atrás cayera el día que cayera, beatas y devotos de la Virgen comenzaban […]

Este tradicional festejo que se celebra en nuestra costa norte como una devoción a la Virgen de la Inmaculada Concepción, en estos últimos años ha venido sufriendo cambios en su orientación e inclusive hasta en la fecha de su realización.

Algunas décadas atrás cayera el día que cayera, beatas y devotos de la Virgen comenzaban hacia las 4:00 am del 8 de diciembre a encender las velitas en las puertas de la casas para iluminar imágenes, casi siempre de bulto, de la Inmaculada Concepción expuestas sobre una silla y adornadas con banderitas de color azul y blanco.

La devoción era real y al rastrillar el primer fósforo se iniciaba el cálido ritual bajo un ambiente sano y hogareño. Era muy frecuente ver a los niños con sus manos y las viejas con las polleras protegiendo las llamitas de la fuerte brisa decembrina, lo que contribuyó más adelante a que aparecieran los faroles. Al rayar el alba, y extinguidas las velas, sonaba la música de la época, se preparaban viandas y durante el día el festejo era en grande y generalizado.

En ciudades como Barranquilla, sin lugar a dudas la de mayor arraigo en esta fiesta, surgieron novenas en los parques de barriada donde las mujeres pagaban mandas a la Virgen, vestidas de blanco con un cordón azul ceñido a la cintura.

Pero el tiempo que todo lo cambia nos muestra hoy una fisonomía diferente y la Fiesta de la Inmaculada o Fiesta de las Velitas ahora se llama “La Noche de las Velitas” y se celebra el 7 de diciembre, pero estas ya no se prenden. Los bailes familiares y verbenas populares hoy son reemplazados por casetas, idas a discotecas y conciertos; ya no suena Rufo Garrido ni Pedro Laza, apabullados por el vallenato, la champeta, el reggaetón y los fiesteros de turno ignorando por completo a la Inmaculada, terminan la parranda sin prender una sola vela.

El 8 en la mañana la ciudad luce sombría y el silencio sepulcral sólo es interrumpido por la almibarada melodía de “Las Cuatro Fiestas”, pegajosa página musical con que el maestro Adolfo Echeverría le da vida a la temporada festiva de fin de año y que guarda en su letra el testimonio de esa tradición casi perdida de un ayer que se nos fue. Bonita la fiesta es, en un 8 de diciembre.

Al compás del triquitraqui, que sabroso amanecer Con ese ambiente festivo, me dan ganas de beber La canción se estrenó en 1966, después de que el autor superara diferentes obstáculos para su grabación ya que ninguna disquera de la costa se interesó por la obra. Echeverría costeó la producción y prensaje del disco obteniendo de inmediato un éxito inesperado y rotundo. La interpretación estuvo a cargo del Cuarteto del Mónaco, grupo de planta de un grill que con el mismo nombre funcionaba en ese entonces en la ardiente arenosa.

El clarinete de Alex “El Muñecon” Acosta, la batería de Pompilio Rodríguez y la guitarra de Ángel Monsalvo, le hicieron marco a la preciosa voz de la barranquillera Nuri Borrás, una educadora que cantaba en un programa de aficionados en Emisoras Unidas. Cuatro virtudes musicales que al conjugarse equilibrada y magistralmente, pincelaron esta composición con un raro encanto armónico y melódico que le ha dado con el paso de los años la difícil categoría de clásico de nuestra música popular costeña.

La cinta original fue adquirida posteriormente por Discos Fuentes quienes remasterizaron el sonido y le incorporaron bajo eléctrico. En esta temporada decembrina quizás uno de los discos más escuchados es la versión de esta página que hizo el cacique Diomedes Díaz Las Cuatro Fiestas será quizás el único testigo que sobreviva el paso del tiempo para perpetuar el recuerdo de esa vieja tradición que iniciaron hace casi 80 años las beatas y devotos de la Inmaculada Concepción en los pueblos de la costa y algunas ciudades del interior.

Columnista
7 diciembre, 2019

Bonita la fiesta era en un 8 de diciembre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Este tradicional festejo que se celebra en nuestra costa norte como una devoción a la Virgen de la Inmaculada Concepción, en estos últimos años ha venido sufriendo cambios en su orientación e inclusive hasta en la fecha de su realización. Algunas décadas atrás cayera el día que cayera, beatas y devotos de la Virgen comenzaban […]


Este tradicional festejo que se celebra en nuestra costa norte como una devoción a la Virgen de la Inmaculada Concepción, en estos últimos años ha venido sufriendo cambios en su orientación e inclusive hasta en la fecha de su realización.

Algunas décadas atrás cayera el día que cayera, beatas y devotos de la Virgen comenzaban hacia las 4:00 am del 8 de diciembre a encender las velitas en las puertas de la casas para iluminar imágenes, casi siempre de bulto, de la Inmaculada Concepción expuestas sobre una silla y adornadas con banderitas de color azul y blanco.

La devoción era real y al rastrillar el primer fósforo se iniciaba el cálido ritual bajo un ambiente sano y hogareño. Era muy frecuente ver a los niños con sus manos y las viejas con las polleras protegiendo las llamitas de la fuerte brisa decembrina, lo que contribuyó más adelante a que aparecieran los faroles. Al rayar el alba, y extinguidas las velas, sonaba la música de la época, se preparaban viandas y durante el día el festejo era en grande y generalizado.

En ciudades como Barranquilla, sin lugar a dudas la de mayor arraigo en esta fiesta, surgieron novenas en los parques de barriada donde las mujeres pagaban mandas a la Virgen, vestidas de blanco con un cordón azul ceñido a la cintura.

Pero el tiempo que todo lo cambia nos muestra hoy una fisonomía diferente y la Fiesta de la Inmaculada o Fiesta de las Velitas ahora se llama “La Noche de las Velitas” y se celebra el 7 de diciembre, pero estas ya no se prenden. Los bailes familiares y verbenas populares hoy son reemplazados por casetas, idas a discotecas y conciertos; ya no suena Rufo Garrido ni Pedro Laza, apabullados por el vallenato, la champeta, el reggaetón y los fiesteros de turno ignorando por completo a la Inmaculada, terminan la parranda sin prender una sola vela.

El 8 en la mañana la ciudad luce sombría y el silencio sepulcral sólo es interrumpido por la almibarada melodía de “Las Cuatro Fiestas”, pegajosa página musical con que el maestro Adolfo Echeverría le da vida a la temporada festiva de fin de año y que guarda en su letra el testimonio de esa tradición casi perdida de un ayer que se nos fue. Bonita la fiesta es, en un 8 de diciembre.

Al compás del triquitraqui, que sabroso amanecer Con ese ambiente festivo, me dan ganas de beber La canción se estrenó en 1966, después de que el autor superara diferentes obstáculos para su grabación ya que ninguna disquera de la costa se interesó por la obra. Echeverría costeó la producción y prensaje del disco obteniendo de inmediato un éxito inesperado y rotundo. La interpretación estuvo a cargo del Cuarteto del Mónaco, grupo de planta de un grill que con el mismo nombre funcionaba en ese entonces en la ardiente arenosa.

El clarinete de Alex “El Muñecon” Acosta, la batería de Pompilio Rodríguez y la guitarra de Ángel Monsalvo, le hicieron marco a la preciosa voz de la barranquillera Nuri Borrás, una educadora que cantaba en un programa de aficionados en Emisoras Unidas. Cuatro virtudes musicales que al conjugarse equilibrada y magistralmente, pincelaron esta composición con un raro encanto armónico y melódico que le ha dado con el paso de los años la difícil categoría de clásico de nuestra música popular costeña.

La cinta original fue adquirida posteriormente por Discos Fuentes quienes remasterizaron el sonido y le incorporaron bajo eléctrico. En esta temporada decembrina quizás uno de los discos más escuchados es la versión de esta página que hizo el cacique Diomedes Díaz Las Cuatro Fiestas será quizás el único testigo que sobreviva el paso del tiempo para perpetuar el recuerdo de esa vieja tradición que iniciaron hace casi 80 años las beatas y devotos de la Inmaculada Concepción en los pueblos de la costa y algunas ciudades del interior.