Cuando pensábamos que la Paz con las Farc no tenía marcha atrás; a pesar de la sed de venganza y discrepancia política de un intolerante sector del pueblo colombiano, de los incumplimientos del gobierno nacional y las diatribas amenazantes de la derecha capitalizadas en las urnas; algunos líderes del recién creado partido político renunciaron al esquema de seguridad estatal, para desaparecer en la espesura de la incertidumbre del recrudecimiento de la violencia.
Hoy lo único que se sabe acerca del paradero de alias Iván Márquez, ‘El Paisa’ y ‘Romaña’, es que no se sabe nada. Se los tragó la tierra. Algunos afirman que liderarán la disidencia armada de las Farc, que reorganizan los frentes de guerra y en total desconocimiento de las prolongadas conversaciones en Cuba y del cuestionado acuerdo del Teatro Colón de Bogotá, empuñarán las armas dizque a nombre de un pueblo que al final también sacrifican.
Quiere esto decir que de tener razón esas voces, las carreteras volverán a ser campos de batalla, ir a las fincas será el suicidio de sus propietarios, la desocupación del Hospital Militar Central será cosa del pasado reciente, los médicos rurales subirán obligados a curar heridos en las montañas de Colombia, volverá la muerte y el secuestro en las pescas milagrosas; no porque sean infalibles, sino porque la asimetría de la guerra de guerrillas los hace difíciles de contrarrestar. Se mimetizan fácilmente y el tiempo no les preocupa. “Un ejército pierde si no gana, una guerrilla gana si no pierde”, Henry Kissinger.
No es descabellado pensar que muy posiblemente volverán los ejércitos de autodefensas, las masacres, el letal empadronamiento y todas las infracciones de una guerra irregular, en la que el pueblo raso pone los cadáveres y los jinetes de la muerte el adoctrinamiento que apasionadamente repiten los ventrílocuos estúpidos que toman como suyas las causas ajenas.
Y los que en este momento están pensando en que militarmente los podemos neutralizar, les recuerdo que los ocho años del presidente Uribe y los cuatro primeros de Santos fueron tiempos de una guerra sin cuartel contra las Farc, con importantes resultados individuales en el caso de las bajas a cabecillas, pero inocuos para cauterizar el descontento popular que automáticamente ocupa las plazas vacías en la estructura guerrillera.
Por el momento los exguerrilleros pueden estar en cualquier parte y eso no constituye delito, toca esperar a que la Justicia Especial para la Paz determine que están en la clandestinidad, para que las fuerzas del Estado los persigan hasta judicializarlos o darles de baja. Ahí felices saludarán la violencia quienes apoyaron la guerra mediante el argumento de que querían la Paz, pero con un arreglo diferente. Yo sigo pensando que no se puede condenar de por vida a un combatiente que cometió excesos en la guerra que quisimos acabar con el diálogo.
Decían los abuelos que “más vale un mal arreglo que un buen pleito”. Para pensar. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
@antoniomariaA