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Columnista - 19 julio, 2019

Augusto Comte

En la columna atinente al Cientismo, hicimos una pequeña introducción sobre el nombre de este pensador, como el primer representante sociólogo de la ideología cientista, en boga en la Europa de la primera mitad del siglo XIX, cuya caracterización intelectual más notable se conoce con el nombre de positivismo. Se entiende por conocimiento positivo el […]

En la columna atinente al Cientismo, hicimos una pequeña introducción sobre el nombre de este pensador, como el primer representante sociólogo de la ideología cientista, en boga en la Europa de la primera mitad del siglo XIX, cuya caracterización intelectual más notable se conoce con el nombre de positivismo.

Se entiende por conocimiento positivo el que se basa en la observación de los puros hechos tal como aparecen en la realidad, los fenómenos, y de las leyes de su funcionamiento. Por tanto, el conocimiento humano se concretaría en los solos hechos verificables; en consecuencia, disciplinas intelectuales como la teología y la metafísica, carecerían de fundamentación científica.

Precisamente, a esta apreciación suya se debe su Filosofía de la Historia, según la cual son tres los estadios del desarrollo humano universal, así: el teológico, el metafísico y el positivo. Aplica esos tres estadios igualmente al desarrollo del alma individual, los cuales se presentan como una ley general biopsicológica necesaria.

El primer estadio lo distingue la búsqueda de las causas últimas de las cosas, que estaría en la voluntad de los seres sobrehumanos, los dioses. Esta etapa la subdivide en fetichismo, politeísmo y monoteísmo; la cual se caracteriza por el absolutismo de la autoridad, el derecho divino de los reyes, y presencia fuerte del militarismo. Le sigue el estadio metafísico, en el que las voluntades de los seres sobrenaturales son sustituidas por las entidades absolutas de la metafísica, en términos de “fuerza”, “atracción” y repulsión”, “éter”, etc. Esto es, los principios abstractos como fundamento del nuevo orden.

Políticamente, frente a la autoridad absoluta del primer estadio se levantan ahora en el segundo los derechos del hombre, la soberanía popular y el gobierno anónimo de la ley. Si en el primer estadio encontramos estabilidad, en el segundo observamos revolución y cambio.

Pero dejando atrás esas visiones, según Compte la humanidad se encuentra andando hacia un nuevo período estable: se trata del estadio positivo, que es el ámbito de la mentalidad científica, que vendría a responder a las preguntas sobre las causas últimas de los hechos, aunque es necesario advertir que en esta etapa de desarrollo no se plantean este tipo de preguntas, porque en este estado positivo, la mente humana no indaga sobre las esencias o las finalidades, sino se dirige a los fenómenos que implican, a partir de leyes generales, cuyo origen es la experimentación.

Según la apología que Comte y sus secuaces hacen a este estadio positivo, su conocimiento es real, cierto y útil. Afirma que estableciendo las leyes de la naturaleza, el hombre puede prever el futuro y controlar el universo. El resultado final de este estado de desarrollo sería una sociedad industrial, gobernada por científicos, que con esquemas racionales asegurarían la convivencia social, el orden y el progreso.

Cronológicamente, Comte sitúa el primer estadio, el teológico, en la antigüedad y el medievo; el segundo, metafísico, en el período que va del renacimiento a la ilustración, y el tercero y último, el positivo, en la mitad del siglo XIX. Pero naturalmente, se dan superposiciones de instituciones y creencias entre los tres períodos.

Sin embargo, como en todas las ideologías, en esta del Cientismo positivista, reduce al hombre a un simple ser natural, por lo que no consigue agotar toda su realidad, la que no solamente es material, sino trascendente.

Columnista
19 julio, 2019

Augusto Comte

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

En la columna atinente al Cientismo, hicimos una pequeña introducción sobre el nombre de este pensador, como el primer representante sociólogo de la ideología cientista, en boga en la Europa de la primera mitad del siglo XIX, cuya caracterización intelectual más notable se conoce con el nombre de positivismo. Se entiende por conocimiento positivo el […]


En la columna atinente al Cientismo, hicimos una pequeña introducción sobre el nombre de este pensador, como el primer representante sociólogo de la ideología cientista, en boga en la Europa de la primera mitad del siglo XIX, cuya caracterización intelectual más notable se conoce con el nombre de positivismo.

Se entiende por conocimiento positivo el que se basa en la observación de los puros hechos tal como aparecen en la realidad, los fenómenos, y de las leyes de su funcionamiento. Por tanto, el conocimiento humano se concretaría en los solos hechos verificables; en consecuencia, disciplinas intelectuales como la teología y la metafísica, carecerían de fundamentación científica.

Precisamente, a esta apreciación suya se debe su Filosofía de la Historia, según la cual son tres los estadios del desarrollo humano universal, así: el teológico, el metafísico y el positivo. Aplica esos tres estadios igualmente al desarrollo del alma individual, los cuales se presentan como una ley general biopsicológica necesaria.

El primer estadio lo distingue la búsqueda de las causas últimas de las cosas, que estaría en la voluntad de los seres sobrehumanos, los dioses. Esta etapa la subdivide en fetichismo, politeísmo y monoteísmo; la cual se caracteriza por el absolutismo de la autoridad, el derecho divino de los reyes, y presencia fuerte del militarismo. Le sigue el estadio metafísico, en el que las voluntades de los seres sobrenaturales son sustituidas por las entidades absolutas de la metafísica, en términos de “fuerza”, “atracción” y repulsión”, “éter”, etc. Esto es, los principios abstractos como fundamento del nuevo orden.

Políticamente, frente a la autoridad absoluta del primer estadio se levantan ahora en el segundo los derechos del hombre, la soberanía popular y el gobierno anónimo de la ley. Si en el primer estadio encontramos estabilidad, en el segundo observamos revolución y cambio.

Pero dejando atrás esas visiones, según Compte la humanidad se encuentra andando hacia un nuevo período estable: se trata del estadio positivo, que es el ámbito de la mentalidad científica, que vendría a responder a las preguntas sobre las causas últimas de los hechos, aunque es necesario advertir que en esta etapa de desarrollo no se plantean este tipo de preguntas, porque en este estado positivo, la mente humana no indaga sobre las esencias o las finalidades, sino se dirige a los fenómenos que implican, a partir de leyes generales, cuyo origen es la experimentación.

Según la apología que Comte y sus secuaces hacen a este estadio positivo, su conocimiento es real, cierto y útil. Afirma que estableciendo las leyes de la naturaleza, el hombre puede prever el futuro y controlar el universo. El resultado final de este estado de desarrollo sería una sociedad industrial, gobernada por científicos, que con esquemas racionales asegurarían la convivencia social, el orden y el progreso.

Cronológicamente, Comte sitúa el primer estadio, el teológico, en la antigüedad y el medievo; el segundo, metafísico, en el período que va del renacimiento a la ilustración, y el tercero y último, el positivo, en la mitad del siglo XIX. Pero naturalmente, se dan superposiciones de instituciones y creencias entre los tres períodos.

Sin embargo, como en todas las ideologías, en esta del Cientismo positivista, reduce al hombre a un simple ser natural, por lo que no consigue agotar toda su realidad, la que no solamente es material, sino trascendente.