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Columnista - 13 octubre, 2021

Aproximaciones al Festival Vallenato

El Festival Vallenato que será inaugurado mañana en Valledupar es atípico, porque no es a finales de abril; encarna en la región sentimientos de placer y de discordia. Tiene sus defensores, entre ellos la familia, porque simboliza un sentimiento de su fundadora: Consuelo Araujo, quien fue vilmente asesinada el 29 de septiembre de 2001 en […]

El Festival Vallenato que será inaugurado mañana en Valledupar es atípico, porque no es a finales de abril; encarna en la región sentimientos de placer y de discordia.

Tiene sus defensores, entre ellos la familia, porque simboliza un sentimiento de su fundadora: Consuelo Araujo, quien fue vilmente asesinada el 29 de septiembre de 2001 en las estribaciones de la Sierra Nevada, cuando tropas del Ejército trataban de rescatarla del secuestro perpetrado por las extintas guerrillas de las Farc. A mitad del 2007 el Estado fue condenado a pagar una millonaria indemnización a la familia de Consuelo.

El festival fue ideado un día (1968) de parrandas en cofradía de Consuelo Araujo, Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona. Consuelo aportó su creatividad para poner en funcionamiento un certamen que en sus 54 años mantiene en vigencia el folclor, aunque a lo largo y ancho del país también se realizan festivales vallenatos, como en Villanueva, San Juan, Fonseca, Barrancabermeja, etc., incluso, a nivel internacional.

Fue Rafael Escalona el adalid social en Bogotá y el contacto directo con miembros del gobierno, la banca y las empresas más importantes del país. Alfonso López fue el padrino político quien le hablaba al oído a los presidentes, ministros y congresistas para que vinieran a Valledupar a finales de abril, a celebrar el festival con música vallenata. Varias familias vallenatas lograron cultivar amistades políticas y empresariales de Bogotá e incursionar con sus familiares en el alto gobierno. Cuentan que aún están pagando favores.

Durante años, empresas como Bavaria, Águila, RCN, Postobón, Drummond, Caracol, entre otras, aportaron millonarias sumas al festival por publicidad y derechos de transmisión, y el Estado a través de Mincultura, Mineducación, alcaldías y Gobernación del Cesar también hacen aportes millonarios al certamen. Incluso, los organizadores del festival vendían hasta el espacio público (según el Consejo de Estado) y los periodistas radiales y de televisión también tienen que pagar para transmitir el evento.

Al comienzo la música vallenata fue vetada por el exclusivo Club Valledupar porque tenían a menos la música, ejecutada por campesinos. Sin embargo, familias vallenatas se enfrentaron a directivos de la entidad y lograron echar atrás semejante esperpento; además, la fuerza de la dialéctica terminó por ayudar a la transición del acordeón, la caja y la guacharaca, a los aposentos de todos.

En fin, en varios festivales –como siempre ocurre en competencias tan disimiles- han ocurrido hasta protesta de los participantes y del público; pero ha primado la directriz de los organizadores en cuanto al desarrollo del evento. Seguramente no ha sido nada fácil, se reconoce ese valor de perseverancia.

El Festival para los músicos es una vitrina que oferta sus canciones y agrupaciones. También se entiende que a fuerza de los intérpretes la música vallenata mantiene a varios en posiciones privilegiadas con ganancias por sus dotes musicales, mientras que otros han vivido en la miseria y sin reconocimientos. Unos han sido desordenados. Otros han experimentado la tragedia de la drogadicción y el alcoholismo.

Pero, ante todo, la mayoría de los músicos se enfrentan a una dura realidad: entidades como la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata no han impulsado sus proyectos, sus propuestas ni sus contenidos como artistas, a pesar de sus millonarias ganancias.  

Seguramente, le ha faltado a la entidad entender que sin los músicos no hay festival, por lo que debería tener como misión final resarcir a los interpretes que lo necesiten con salud, vivienda, bienestar y, sobre todo, con prestación equitativa para desarrollar sus ideas musicales, su música; de lo contrario, el ocaso está a la vuelta de la esquina. Hasta la próxima semana.

[email protected]  @tiochiro.

Columnista
13 octubre, 2021

Aproximaciones al Festival Vallenato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

El Festival Vallenato que será inaugurado mañana en Valledupar es atípico, porque no es a finales de abril; encarna en la región sentimientos de placer y de discordia. Tiene sus defensores, entre ellos la familia, porque simboliza un sentimiento de su fundadora: Consuelo Araujo, quien fue vilmente asesinada el 29 de septiembre de 2001 en […]


El Festival Vallenato que será inaugurado mañana en Valledupar es atípico, porque no es a finales de abril; encarna en la región sentimientos de placer y de discordia.

Tiene sus defensores, entre ellos la familia, porque simboliza un sentimiento de su fundadora: Consuelo Araujo, quien fue vilmente asesinada el 29 de septiembre de 2001 en las estribaciones de la Sierra Nevada, cuando tropas del Ejército trataban de rescatarla del secuestro perpetrado por las extintas guerrillas de las Farc. A mitad del 2007 el Estado fue condenado a pagar una millonaria indemnización a la familia de Consuelo.

El festival fue ideado un día (1968) de parrandas en cofradía de Consuelo Araujo, Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona. Consuelo aportó su creatividad para poner en funcionamiento un certamen que en sus 54 años mantiene en vigencia el folclor, aunque a lo largo y ancho del país también se realizan festivales vallenatos, como en Villanueva, San Juan, Fonseca, Barrancabermeja, etc., incluso, a nivel internacional.

Fue Rafael Escalona el adalid social en Bogotá y el contacto directo con miembros del gobierno, la banca y las empresas más importantes del país. Alfonso López fue el padrino político quien le hablaba al oído a los presidentes, ministros y congresistas para que vinieran a Valledupar a finales de abril, a celebrar el festival con música vallenata. Varias familias vallenatas lograron cultivar amistades políticas y empresariales de Bogotá e incursionar con sus familiares en el alto gobierno. Cuentan que aún están pagando favores.

Durante años, empresas como Bavaria, Águila, RCN, Postobón, Drummond, Caracol, entre otras, aportaron millonarias sumas al festival por publicidad y derechos de transmisión, y el Estado a través de Mincultura, Mineducación, alcaldías y Gobernación del Cesar también hacen aportes millonarios al certamen. Incluso, los organizadores del festival vendían hasta el espacio público (según el Consejo de Estado) y los periodistas radiales y de televisión también tienen que pagar para transmitir el evento.

Al comienzo la música vallenata fue vetada por el exclusivo Club Valledupar porque tenían a menos la música, ejecutada por campesinos. Sin embargo, familias vallenatas se enfrentaron a directivos de la entidad y lograron echar atrás semejante esperpento; además, la fuerza de la dialéctica terminó por ayudar a la transición del acordeón, la caja y la guacharaca, a los aposentos de todos.

En fin, en varios festivales –como siempre ocurre en competencias tan disimiles- han ocurrido hasta protesta de los participantes y del público; pero ha primado la directriz de los organizadores en cuanto al desarrollo del evento. Seguramente no ha sido nada fácil, se reconoce ese valor de perseverancia.

El Festival para los músicos es una vitrina que oferta sus canciones y agrupaciones. También se entiende que a fuerza de los intérpretes la música vallenata mantiene a varios en posiciones privilegiadas con ganancias por sus dotes musicales, mientras que otros han vivido en la miseria y sin reconocimientos. Unos han sido desordenados. Otros han experimentado la tragedia de la drogadicción y el alcoholismo.

Pero, ante todo, la mayoría de los músicos se enfrentan a una dura realidad: entidades como la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata no han impulsado sus proyectos, sus propuestas ni sus contenidos como artistas, a pesar de sus millonarias ganancias.  

Seguramente, le ha faltado a la entidad entender que sin los músicos no hay festival, por lo que debería tener como misión final resarcir a los interpretes que lo necesiten con salud, vivienda, bienestar y, sobre todo, con prestación equitativa para desarrollar sus ideas musicales, su música; de lo contrario, el ocaso está a la vuelta de la esquina. Hasta la próxima semana.

[email protected]  @tiochiro.