Es un hecho irrefutable que todos queremos la paz y que en nombre de ella tendremos que soportar y pasar por alto los ‘sapos’ con cara de desagradables personajes, la fugaz corruptela de los neo tratadistas del conflicto y las anacrónicas atrocidades guerreristas que nos amenazan en estos momentos de transición, si verdaderamente queremos ver al final del túnel el prometedor horizonte del reconcilio colombiano.
Así tiene que ser porque, aunque todo cambio genere resistencia, los fines altruistas de las acciones que lo fundamentan le dan legitimidad.
Por esto el verdadero reto del gobierno nacional liderado por Juan Manuel Santos, consiste en convertir la incertidumbre en confianza al proceso que le ha apostado todos sus activos políticos y que no puede quedarse en el simple pacto de no agresión con un grupo guerrillero, sino que deberá trascender necesariamente hasta las transformaciones económicas y éticas del Estado, para evitar que la pobreza, la corrupción, la inequidad y la intolerancia sigan fungiendo de caldo de cultivo de la violencia en Colombia.
Si la mentalidad oficial no es esa, mejor apague y vámonos porque lo que hoy es Farc, mañana será Ehlq, Dgtx o cualquier otra sigla bélica que alguien se invente para canalizar el descontento de un pueblo, al que ahogan con impuestos no reembolsables en servicios o bienestar, ya que esos recursos están irregularmente destinados a costear el fortalecimiento financiero e intelectual de las élites que por siglos nos han gobernado.
Ojalá las negociaciones de La Habana no se hayan supeditado a la reinserción económica y política de los cabecillas guerrilleros, sino que el gran acuerdo contemple la transformación institucional necesaria en la instauración de un nuevo país, pensando realmente en el bienestar del pueblo como centro gravitacional de la gestión pública y que de paso sirva como plataforma para abreviar la negociación con otros grupos insurgentes.
Es la esperanza del campesino que fertiliza la tierra con el sudor de su frente, de los huérfanos y viudas de la barbarie de los proyectiles, del joven que recibe grado de desempleado como premio a su esfuerzo en una universidad, del empresario aniquilado por el contrabando y las amañadas maniobras oficiales de mercado, del profesional de la salud esclavizado por un sistema que le apuesta a la muerte de sus usuarios, del docente, del obrero, del taxista, del periodista y de todos los ciudadanos que sufrimos los rigores de las equivocadas políticas públicas.
Entonces participemos como sociedad civil integrando un gran movimiento ciudadano en apoyo al Proceso de Paz. Llegó el momento de hacer nuestro aporte particular. Una buena oportunidad se va a presentar en el municipio de La Paz, donde ubicarán una Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN), la cual albergará un grueso número de guerrilleros y no será la reedición de dolorosas experiencias anteriores, solo si el gobierno nacional y departamental apoyan a la alcaldesa Andrea Ovalle, venciendo un desafío cuyo desenlace de ser exitoso nos va a beneficiar a todos. Un abrazo.
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@antoniomariaA