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Columnista - 25 junio, 2025

Apocalipsis

Desde hace algún tiempo, el mundo ha entrado en una fase a la que he llamado “Apocalipsis”. Y la verdad, no hago alusión al tema con el ánimo de infundir desesperanza, pesimismo, fatalismo o desilusión, pero sí para inculcar reflexiones acerca del comportamiento social, que resquebraja, ya no de manera paulatina, la convivencia mundial.

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Desde hace algún tiempo, el mundo ha entrado en una fase a la que he llamado “Apocalipsis”. Y la verdad, no hago alusión al tema con el ánimo de infundir desesperanza, pesimismo, fatalismo o desilusión, pero sí para inculcar reflexiones acerca del comportamiento social, que resquebraja, ya no de manera paulatina, la convivencia mundial.

Interpretar el último de los libros de la Biblia, es arriesgarse a descubrir secretos y algo más, que fueron revelados en aquel momento por su escritor, Juan, el apóstol, en la isla de Patmos, lugar de su exilio ordenado por el emperador Domiciano. Y digo “revelados”, porque es la verdadera significación que debe dársele a dicho libro, el de las “Revelaciones” y que, por su género literario, es considerado por la mayoría de los académicos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético.

Como curioso y voraz lector, más que como cristiano o estudioso de la palabra sagrada, en cualquier texto, emprendí la lectura de dicho libro con un juicio casi exégeta de este, sin dejar a un lado, las otras formas en cómo debe interpretarse un texto, tal como se me enseñó en la facultad de Derecho. Como se ha dicho por algunos estudiosos de la Biblia y de este libro en especial, su lectura debe hacerse en varios planos, literal, simbólico, por su género literario, con el contexto histórico en que fue escrito, por el mensaje de fondo del que habla, y por muchos otros. 

Y es que se hace necesario comprender todos estos niveles para entender el libro y así evitar interpretarlo solamente desde la perspectiva de actitudes de los movimientos apocalípticos que se cierran únicamente en el terror que causaría un supuesto fin del mundo.

Pero, lo sorprendente es que, al leerlo, uno siente cómo la famosa frase que dice que “la palabra tiene poder”, se da. Y no hay que ser un exégeta de profesión, cabalista o erudito en textos antiguos para percibir el sentido del contenido de dicho libro. Si bien es cierto, que por el arcaísmo de algunas palabras, éstas deben interpretarse con beneficio de inventario, como se diría, también es cierto, que al leer cada una de las líneas que componen el libro le muestran al lector lo que está sucediendo en la actualidad.

Y no quiero verme, ni que me vean como un loco indigente, de cabello despeinado y barba larga, que se cuelga un cartón en el pecho en donde está escrita la famosa frase “El fin del mundo está cerca, arrepiéntete”, al que nos hemos acostumbrado a ver en alguna película norteamericana. ¿Será cierto? No, mis queridos y apreciados lectores, no quiero que se me vea de esa manera. Pero, sí quiero llamar la atención de los sucesos que están aconteciendo y que muchos no quieren ver, como bien dice el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. 

Ya no nos conmueve la violencia o el dolor ajeno. Por el contrario, hoy, le sacamos provecho y, más bien, si tenemos un celular en la mano grabamos el morbo que en realidad debería impactarnos, pero no, captamos y grabamos como trofeos escenas cargadas de violencia y horror, muestras a diario de la “involución” del hombre. Y si nos podemos sacar una selfi, mostrando el río de sangre que está detrás, mucho mejor, espectacular.

Hoy, el mundo está lleno de dictadores y autócratas que con su comportamiento pretenden imponer sus ideologías sin importar el compromiso social que han adquirido y que de una u otra forma las masas le han confiado su futuro añorando un mejor bienestar. Hombres que se creen dioses, hombres carentes de humanidad que solo desean saciar su ego y engrandecer sus intereses, ante la impotente mirada, muchas veces, de pueblos arrodillados por diversos motivos.

Mis queridos lectores, lo cierto es, que yo seguiré en mi juicioso estudio de este libro mencionado, sin pretender persuadir o invitar a otros que lo hagan; cada quién está en la libertad de escoger lo que desea leer, sin embargo, me preocupa es que desde que inicié el mismo, he empezado a dejar crecer mi barba y cabello, aún me aseo, por fortuna, pero me llama la atención que he empezado a guardar algunos cartones en donde creo que puedo escribir: “El fin del mundo está cerca, arrepiéntete”. 

Por: Jairo Mejía.

Columnista
25 junio, 2025

Apocalipsis

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Mejía Cuello

Desde hace algún tiempo, el mundo ha entrado en una fase a la que he llamado “Apocalipsis”. Y la verdad, no hago alusión al tema con el ánimo de infundir desesperanza, pesimismo, fatalismo o desilusión, pero sí para inculcar reflexiones acerca del comportamiento social, que resquebraja, ya no de manera paulatina, la convivencia mundial.


Desde hace algún tiempo, el mundo ha entrado en una fase a la que he llamado “Apocalipsis”. Y la verdad, no hago alusión al tema con el ánimo de infundir desesperanza, pesimismo, fatalismo o desilusión, pero sí para inculcar reflexiones acerca del comportamiento social, que resquebraja, ya no de manera paulatina, la convivencia mundial.

Interpretar el último de los libros de la Biblia, es arriesgarse a descubrir secretos y algo más, que fueron revelados en aquel momento por su escritor, Juan, el apóstol, en la isla de Patmos, lugar de su exilio ordenado por el emperador Domiciano. Y digo “revelados”, porque es la verdadera significación que debe dársele a dicho libro, el de las “Revelaciones” y que, por su género literario, es considerado por la mayoría de los académicos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético.

Como curioso y voraz lector, más que como cristiano o estudioso de la palabra sagrada, en cualquier texto, emprendí la lectura de dicho libro con un juicio casi exégeta de este, sin dejar a un lado, las otras formas en cómo debe interpretarse un texto, tal como se me enseñó en la facultad de Derecho. Como se ha dicho por algunos estudiosos de la Biblia y de este libro en especial, su lectura debe hacerse en varios planos, literal, simbólico, por su género literario, con el contexto histórico en que fue escrito, por el mensaje de fondo del que habla, y por muchos otros. 

Y es que se hace necesario comprender todos estos niveles para entender el libro y así evitar interpretarlo solamente desde la perspectiva de actitudes de los movimientos apocalípticos que se cierran únicamente en el terror que causaría un supuesto fin del mundo.

Pero, lo sorprendente es que, al leerlo, uno siente cómo la famosa frase que dice que “la palabra tiene poder”, se da. Y no hay que ser un exégeta de profesión, cabalista o erudito en textos antiguos para percibir el sentido del contenido de dicho libro. Si bien es cierto, que por el arcaísmo de algunas palabras, éstas deben interpretarse con beneficio de inventario, como se diría, también es cierto, que al leer cada una de las líneas que componen el libro le muestran al lector lo que está sucediendo en la actualidad.

Y no quiero verme, ni que me vean como un loco indigente, de cabello despeinado y barba larga, que se cuelga un cartón en el pecho en donde está escrita la famosa frase “El fin del mundo está cerca, arrepiéntete”, al que nos hemos acostumbrado a ver en alguna película norteamericana. ¿Será cierto? No, mis queridos y apreciados lectores, no quiero que se me vea de esa manera. Pero, sí quiero llamar la atención de los sucesos que están aconteciendo y que muchos no quieren ver, como bien dice el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. 

Ya no nos conmueve la violencia o el dolor ajeno. Por el contrario, hoy, le sacamos provecho y, más bien, si tenemos un celular en la mano grabamos el morbo que en realidad debería impactarnos, pero no, captamos y grabamos como trofeos escenas cargadas de violencia y horror, muestras a diario de la “involución” del hombre. Y si nos podemos sacar una selfi, mostrando el río de sangre que está detrás, mucho mejor, espectacular.

Hoy, el mundo está lleno de dictadores y autócratas que con su comportamiento pretenden imponer sus ideologías sin importar el compromiso social que han adquirido y que de una u otra forma las masas le han confiado su futuro añorando un mejor bienestar. Hombres que se creen dioses, hombres carentes de humanidad que solo desean saciar su ego y engrandecer sus intereses, ante la impotente mirada, muchas veces, de pueblos arrodillados por diversos motivos.

Mis queridos lectores, lo cierto es, que yo seguiré en mi juicioso estudio de este libro mencionado, sin pretender persuadir o invitar a otros que lo hagan; cada quién está en la libertad de escoger lo que desea leer, sin embargo, me preocupa es que desde que inicié el mismo, he empezado a dejar crecer mi barba y cabello, aún me aseo, por fortuna, pero me llama la atención que he empezado a guardar algunos cartones en donde creo que puedo escribir: “El fin del mundo está cerca, arrepiéntete”. 

Por: Jairo Mejía.