Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 6 marzo, 2025

Amor que perdura

Es común encontrar en situaciones de consejería matrimonial o pastoral a personas decir: “Estoy cansado de amar a esa persona, se me acabó el amor.

Boton Wpp

“… Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” 

(San Juan 13,1)

Juan nos dice que Cristo, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Que fuerte y contundente suena semejante afirmación. Comparado con nosotros, ¡cuán débil parece nuestro propio esfuerzo a la luz de esa declaración! Jesús ciertamente no cosechó del fruto que tendría que haber cosechado de acuerdo con la inversión que había hecho. A tan solo pocas horas antes de morir, todavía lo encontramos dedicado, sirviendo con el mismo amor y consideración de siempre para bendecir a sus discípulos. 

Es común encontrar en situaciones de consejería matrimonial o pastoral a personas decir: “Estoy cansado de amar a esa persona, se me acabó el amor. Ya amé demasiado a esa persona”. ¿Será posible que hayamos amado demasiado a otra persona? ¿Existe alguna medida que, una vez superada, nos permita afirmar que ya hemos superado el nivel de amor requerido? ¿Quién y cómo se establece dicho nivel?

Cuando hacemos este tipo de afirmaciones, lo que estamos queriendo señalar es que hemos hecho muchas cosas en favor de la otra persona, pero no hemos recibido a cambio ningún beneficio; que hemos cosechado muy poco como resultado de nuestra inversión. 

La verdad es que, en la economía de Dios, no se mide el nivel de la inversión según la clase de retorno que se recibirá. Los parámetros son otros y no dependen de la desigualdad que pudiera haber entre lo que doy y lo que recibo a cambio. Más bien, el parámetro correcto está establecido sobre la realidad de un pacto. Este pacto con el Padre, descansa sobre la distancia que Jesús estuvo dispuesto a recorrer por los demás, una distancia que lo llevó hasta la muerte misma. 

El compromiso del amor de Dios con nosotros, no depende del reconocimiento ni de la recompensa, ni siquiera de nuestra respuesta. Es un compromiso no condicional, unilateral y eterno, cuya medida, acordada por Dios mismo, es: ¡hasta el fin!

Así, también para nosotros, la verdadera dimensión del amor, no es un sentimiento, sino un compromiso. Un compromiso que está más allá del comportamiento de la otra persona o de las circunstancias en las que nos encontramos. Es un ejercicio de nuestra voluntad. Es un pacto que depende enteramente de nosotros mismos y que debe llevarnos a un amor que no cesa nunca. El modelaje de Jesús en la Cruz es maravilloso, cuando intercede por los que lo persiguen y pide misericordia para ellos.

Amados lectores: es menester establecer esta clase de pacto con nuestra gente, amigos y familiares. De no hacerlo, estaremos sufriendo desilusiones y nos sentiremos lastimados y traicionados cada vez que ellos actúen fuera de nuestros parámetros. El pacto de amarlos hasta el fin, no puede depender de ellos, sino del Dios al cual amamos y queremos agradar y quien nos dará las fuerzas necesarias para mantenernos firmes en el compromiso. 

¡No dejes de amar a los tuyos! ¡Ámalos hasta el fin! Y que Dios nos ayude…

Fuerte abrazo y bendiciones abundantes.

Por: Valerio Mejía.

Columnista
6 marzo, 2025

Amor que perdura

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

Es común encontrar en situaciones de consejería matrimonial o pastoral a personas decir: “Estoy cansado de amar a esa persona, se me acabó el amor.


“… Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” 

(San Juan 13,1)

Juan nos dice que Cristo, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Que fuerte y contundente suena semejante afirmación. Comparado con nosotros, ¡cuán débil parece nuestro propio esfuerzo a la luz de esa declaración! Jesús ciertamente no cosechó del fruto que tendría que haber cosechado de acuerdo con la inversión que había hecho. A tan solo pocas horas antes de morir, todavía lo encontramos dedicado, sirviendo con el mismo amor y consideración de siempre para bendecir a sus discípulos. 

Es común encontrar en situaciones de consejería matrimonial o pastoral a personas decir: “Estoy cansado de amar a esa persona, se me acabó el amor. Ya amé demasiado a esa persona”. ¿Será posible que hayamos amado demasiado a otra persona? ¿Existe alguna medida que, una vez superada, nos permita afirmar que ya hemos superado el nivel de amor requerido? ¿Quién y cómo se establece dicho nivel?

Cuando hacemos este tipo de afirmaciones, lo que estamos queriendo señalar es que hemos hecho muchas cosas en favor de la otra persona, pero no hemos recibido a cambio ningún beneficio; que hemos cosechado muy poco como resultado de nuestra inversión. 

La verdad es que, en la economía de Dios, no se mide el nivel de la inversión según la clase de retorno que se recibirá. Los parámetros son otros y no dependen de la desigualdad que pudiera haber entre lo que doy y lo que recibo a cambio. Más bien, el parámetro correcto está establecido sobre la realidad de un pacto. Este pacto con el Padre, descansa sobre la distancia que Jesús estuvo dispuesto a recorrer por los demás, una distancia que lo llevó hasta la muerte misma. 

El compromiso del amor de Dios con nosotros, no depende del reconocimiento ni de la recompensa, ni siquiera de nuestra respuesta. Es un compromiso no condicional, unilateral y eterno, cuya medida, acordada por Dios mismo, es: ¡hasta el fin!

Así, también para nosotros, la verdadera dimensión del amor, no es un sentimiento, sino un compromiso. Un compromiso que está más allá del comportamiento de la otra persona o de las circunstancias en las que nos encontramos. Es un ejercicio de nuestra voluntad. Es un pacto que depende enteramente de nosotros mismos y que debe llevarnos a un amor que no cesa nunca. El modelaje de Jesús en la Cruz es maravilloso, cuando intercede por los que lo persiguen y pide misericordia para ellos.

Amados lectores: es menester establecer esta clase de pacto con nuestra gente, amigos y familiares. De no hacerlo, estaremos sufriendo desilusiones y nos sentiremos lastimados y traicionados cada vez que ellos actúen fuera de nuestros parámetros. El pacto de amarlos hasta el fin, no puede depender de ellos, sino del Dios al cual amamos y queremos agradar y quien nos dará las fuerzas necesarias para mantenernos firmes en el compromiso. 

¡No dejes de amar a los tuyos! ¡Ámalos hasta el fin! Y que Dios nos ayude…

Fuerte abrazo y bendiciones abundantes.

Por: Valerio Mejía.