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Columnista - 30 julio, 2021

Alusión a una profesión que no es la mía

En esta oportunidad cambio mi acostumbrado tema ambiental para tratar un importante oficio, como lo es el periodismo, especialmente ahora que el desempeño de esta tarea requiere de unos principios esenciales y valores. Obviamente aquí expresamos nuestra opinión en consideración a que cada vez se hace más perentorio en nuestro medio la necesidad de contar […]

En esta oportunidad cambio mi acostumbrado tema ambiental para tratar un importante oficio, como lo es el periodismo, especialmente ahora que el desempeño de esta tarea requiere de unos principios esenciales y valores.

Obviamente aquí expresamos nuestra opinión en consideración a que cada vez se hace más perentorio en nuestro medio la necesidad de contar con un código que obligue a que se cumplan los principios esenciales en los que se rija el verdadero periodista; en el entendido, que en la tradición de este oficio el periodista se define como quien informa privilegiando el interés general sobre el particular, pero encontramos ahora que se están desdibujando los principios éticos con algunos improvisadores que se sienten periodistas con el cuentico de su verdad, ignorando de que la libertad de opinión requiere investigación, ideas sustentadas, y claro, sentido estético.

Bueno, hay que decir también que en parte la caída  vertical del periodismo se le puede adjudicar a la rapidez con que los hechos se propagan, en particular gracias a internet. Además, se están limitando algunos, y que quede claro, se limitan a reproducir testimonios y apegarse como sanguijuelas a sus fuentes adoptando sus odios y sus amores, a meterles en la boca al micrófono a los que hacen las noticias, pero la triste realidad es que el periodista no va a las fuentes sino al set donde transcurre el melodrama, no contrasta eventos u opiniones, se las ingenia para que el argumento se acomode a sus propósitos y muchas veces sus personajes son imaginarios que los traiciona con las sombras de sus mentiras.

No podemos desconocer en este escrito que en nuestro país de alguna manera se ha venido poniendo de moda, entre otros, lo vulgar, el empelote, lo escatológico, lo irreverente, como quien dice, estamos viviendo una crisis moral que se expresa en casi todas las direcciones como la frivolidad, la morbosidad y la irreverencia.

Nuestra sociedad reclama con pleno derecho honestidad en la información, que no es posible si el encargado de difundirla además de su capacidad intelectual y su habilidad en el oficio de escribir, no cuenta con unos criterios básicos de moralidad a la hora de juzgar los acontecimientos y de interpretar los hechos.

La noticia escandalosa, el afán de sensacionalismo, la información tendenciosa y por supuesto la pasión política son aspectos que menoscaban un trabajo periodístico honrado.

Debemos asegurar que el buen profesional de la prensa sabe que él como los demás tiene conciencia, que hay una dignidad de la persona y una exigencia social de la verdad, todo lo cual lo comprometen en el cumplimiento de su misión.

Además, el fuero de la honestidad en palabras del diccionario le impone “la compostura, decencia y moderación en la persona, acciones y palabras”.

Y una aseveración infaltable es que el periodista no juega con el se dice ni con la fama de terceros, ni con la reserva profesional, ni tampoco con la buena fe del público.

El periodista no puede ser un aventurero, oportunista o informante compulsivo, su responsabilidad moral debe ser solidaria con su libertad de expresión. Manifestar aquí, que la imagen del periodista atrevido, desconsiderado, atropellador, no concuerda con la seriedad de la profesión. Esos especímenes que son demasiados por desgracia son la excepción.

Finalmente decir aquí que este ejercicio profesional por encima de todo debe enarbolar el derecho a informar libremente con el propósito de hacer realidad la necesidad de la sociedad a ser informada correcta y honestamente.

Hay que volver a las épocas en que el periodista era respetado, sus opiniones tenidas en cuenta y no servía de idiota útil ni tampoco era calumniador a sueldo; dicho lo anterior, como se dice, para que el periodismo sea la más bella profesión del mundo debe ser digno y responsable.

Columnista
30 julio, 2021

Alusión a una profesión que no es la mía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

En esta oportunidad cambio mi acostumbrado tema ambiental para tratar un importante oficio, como lo es el periodismo, especialmente ahora que el desempeño de esta tarea requiere de unos principios esenciales y valores. Obviamente aquí expresamos nuestra opinión en consideración a que cada vez se hace más perentorio en nuestro medio la necesidad de contar […]


En esta oportunidad cambio mi acostumbrado tema ambiental para tratar un importante oficio, como lo es el periodismo, especialmente ahora que el desempeño de esta tarea requiere de unos principios esenciales y valores.

Obviamente aquí expresamos nuestra opinión en consideración a que cada vez se hace más perentorio en nuestro medio la necesidad de contar con un código que obligue a que se cumplan los principios esenciales en los que se rija el verdadero periodista; en el entendido, que en la tradición de este oficio el periodista se define como quien informa privilegiando el interés general sobre el particular, pero encontramos ahora que se están desdibujando los principios éticos con algunos improvisadores que se sienten periodistas con el cuentico de su verdad, ignorando de que la libertad de opinión requiere investigación, ideas sustentadas, y claro, sentido estético.

Bueno, hay que decir también que en parte la caída  vertical del periodismo se le puede adjudicar a la rapidez con que los hechos se propagan, en particular gracias a internet. Además, se están limitando algunos, y que quede claro, se limitan a reproducir testimonios y apegarse como sanguijuelas a sus fuentes adoptando sus odios y sus amores, a meterles en la boca al micrófono a los que hacen las noticias, pero la triste realidad es que el periodista no va a las fuentes sino al set donde transcurre el melodrama, no contrasta eventos u opiniones, se las ingenia para que el argumento se acomode a sus propósitos y muchas veces sus personajes son imaginarios que los traiciona con las sombras de sus mentiras.

No podemos desconocer en este escrito que en nuestro país de alguna manera se ha venido poniendo de moda, entre otros, lo vulgar, el empelote, lo escatológico, lo irreverente, como quien dice, estamos viviendo una crisis moral que se expresa en casi todas las direcciones como la frivolidad, la morbosidad y la irreverencia.

Nuestra sociedad reclama con pleno derecho honestidad en la información, que no es posible si el encargado de difundirla además de su capacidad intelectual y su habilidad en el oficio de escribir, no cuenta con unos criterios básicos de moralidad a la hora de juzgar los acontecimientos y de interpretar los hechos.

La noticia escandalosa, el afán de sensacionalismo, la información tendenciosa y por supuesto la pasión política son aspectos que menoscaban un trabajo periodístico honrado.

Debemos asegurar que el buen profesional de la prensa sabe que él como los demás tiene conciencia, que hay una dignidad de la persona y una exigencia social de la verdad, todo lo cual lo comprometen en el cumplimiento de su misión.

Además, el fuero de la honestidad en palabras del diccionario le impone “la compostura, decencia y moderación en la persona, acciones y palabras”.

Y una aseveración infaltable es que el periodista no juega con el se dice ni con la fama de terceros, ni con la reserva profesional, ni tampoco con la buena fe del público.

El periodista no puede ser un aventurero, oportunista o informante compulsivo, su responsabilidad moral debe ser solidaria con su libertad de expresión. Manifestar aquí, que la imagen del periodista atrevido, desconsiderado, atropellador, no concuerda con la seriedad de la profesión. Esos especímenes que son demasiados por desgracia son la excepción.

Finalmente decir aquí que este ejercicio profesional por encima de todo debe enarbolar el derecho a informar libremente con el propósito de hacer realidad la necesidad de la sociedad a ser informada correcta y honestamente.

Hay que volver a las épocas en que el periodista era respetado, sus opiniones tenidas en cuenta y no servía de idiota útil ni tampoco era calumniador a sueldo; dicho lo anterior, como se dice, para que el periodismo sea la más bella profesión del mundo debe ser digno y responsable.