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¡Alumíname señor!

Tengo la mollera cerrá, no me entra ni una lucecita y le pido a Dios que me “alumine” como decía un tío mío, Antonio López, de los 74 que tuve, completamente ignorantes pero muy inteligentes, cuando acosado por los problemas y desesperado por encontrarles soluciones, se iba para el patión de su casa y en la mitad alzaba los brazos y le imploraba a Él: ¡Aluminame Señor!

Así confundido con ganas quizás de que y con ganas de nada, me senté y comencé a escribir algo, pero nanay cucas, cero ideas, cero pollito, cuando de pronto, quizás ante mis súplicas me comenzaron a llegar recuerdos y vivencias recientes, no como el chorrito del Mocho en La Paz, sino como las Cataratas del Niagara en Canadá, idílico país en donde se vive como en el paraíso, según el concepto del doctor Orlando Carlos Olmos Aponte y su señora Martha Forero Martínez, quienes se fueron no a aventurar, sino con un programa definido y regresan después de un largo tiempo a disfrutar de unas vacaciones con la familia crecida y realizados sus sueños: el Yayito como le decían sus abuelos y mis papás, Chema y Lucinda, con especializaciones y maestría en su profesión de Arquitecto y ella lo mismo como Comunicadora Social, pero además adornados con tres bellos muchachos, Nicolás guardando la tradición patillalera de los Martínez, y Sofía e Isabella, que dominan el inglés, francés y español, este último el idioma oficial en la casa y su otra hija la bella Daniela, esa sí colombiana, ya mayor de edad e independiente que por razones de trabajo y estudios no pudo venir.

Orlando Olmos, el doctor Olmos, un bolivarense que parece cachaco y Dina Aponte, su esposa, están que no caben en ninguna parte de la felicidad, máxime cuando La Nena, su hija mayor, Dina María, abogada que se desempeña con lujo de competencia desde hace muchos años en una alta posición en Bogotá, también vino a acompañarlos de la mano de su hijo Santiago, el ya hombre Santi, que por lo que veo, superará la estatura de Luchón, como con cariño el exgobernador Lucas Gnecco le dice a Luchito Dangond, el doctor Luis Beltrán Dangond Martínez, mi querido y dilecto primo.

De verdad que sería bueno que Orlando Carlos, Yayo, fuera contactado por los doctores Carlos Andrés Molina Araujo y Carlos Quintero Romero para que le cuente a través de sus noticieros radiales en Guatapurí y Maravilla de sus experiencias, de como ve a Valledupar y qué pueden hacer sus urbanizadores para modernizar y adecuar al clima inclemente, las construcciones que en un futuro hagan, porque las que se hicieron, con sus comodidades y defectos ya están hechas.

Como decía Diomedes: “He dicho”, porque ¡qué dicha! El espacio se acabó y no dije nada como sostiene el exministro, con todos los demás ex, faltándole el de Presidente, Toño Murgas, pero algo escribí para cumplir mi compromiso con EL PILÓN y mis pocos o escasos lectores.

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