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Columnista - 30 septiembre, 2022

Alcalde, ¡haga algo!

Atravesé basuras, podas y mierderos… sería lo que escribiría el compositor Pedro García Díaz si hubiera hecho mi recorrido del mediodía del martes, en vez de aquel trasegar errante que lo incrustó en nuestro imaginario colectivo.  Decidí caminar desde el SENA a los cortijos para con tristeza confirmar que definitivamente se convirtió mi idilio una […]

Atravesé basuras, podas y mierderos… sería lo que escribiría el compositor Pedro García Díaz si hubiera hecho mi recorrido del mediodía del martes, en vez de aquel trasegar errante que lo incrustó en nuestro imaginario colectivo. 

Decidí caminar desde el SENA a los cortijos para con tristeza confirmar que definitivamente se convirtió mi idilio una quimera, por eso ahora me llaman el errante. 

Nos toca errar en su doble connotación, porque al caminar nos damos cuenta de que nos equivocamos al creer que sea una buena idea en la ciudad que estamos viviendo, y porque al recrear aquellas caminatas que hacían parte de nuestro diario y alegre vivir nos encontramos con una triste y sucia realidad.

Al igual que para el autor: mi fuerza es una queja y mi canción es un llanto/ pregonando mis penas me la paso por la calle,/ llevando una amargura en mi melancólico canto. Y se los describo: Tomé la 19 hacia el norte, usé la peatonal del Colegio INSPECAM, evadiendo las heces de los perros y alguien debió socorrerme debido a que las dos señoras plastas que estaban allí, fresquitas, de humanos que no de ciudadanos, casi me hacen vomitar. 

Seguí por el paisaje de sol, y quizás el uso permanente por parte de los jóvenes deportistas me permitió un buen recorrido. Ante la mala experiencia de la ida, y aunque la ruta es más larga, al retorno preferí bordear la glorieta y casa del abuelo. No pude hacerlo por la peatonal, porque ya todos sabemos esas peatonales son usadas por los carromuleros como depósitos de podas y residuos, tanto es así que ya hay una parte donde encontramos una trilla paralela a la peatonal para evitar bajarse a la muy frecuentada carretera. Es decir, esa peatonal es definitivamente uno de los tantos basureros urbanos a cielo abierto que se encuentran en la ciudad… también ornamentado con los residuos producto de su uso como baño perruno.

El civismo desapareció ya lo sabemos; la cultura ciudadana perdió sentido y la queja continua, ese tan-tan de la otra canción de los Zuleta pierde valor de tanto repetirse. No obstante, el alcalde no puede ignorarlo. Tiene que buscar la forma de evitarlo, no puede dejar sola la cabaña. Para eso fue elegido, para cuidar nuestro bien más preciado: Nuestro terruño. Si no nos lo piensa mejorar, por lo menos devuélvanoslo como lo encontró. Así se lo pedimos en campaña: devuélvanos nuestras terrazas y nuestras calles.

Su obligación urgente es encontrar un mecanismo para ponerle control a las basuras, a las podas, a ese desorden, por no repetir la otra palabra… que tristemente es la que mejor representa el desmadre de nuestra Valledupar. De hecho, que aprehenda su slogan, que lo interiorice y sobre todo que lo practique. Si tiene que hacer planas, hágalas, pero solucione YA. Por eso se hizo elegir.  No nos haga corear aquello de seguiré cantando a sabiendas de tu engaño, más nada puedo hacer si ya todo está perdido. Sabemos que no es una tarea de uno, pero usted es quien tiene la obligación de cumplirla. Convoque a quien(es) corresponda. Usted está muy joven, con mucha vida (política) por delante, ¡Haga algo!

Columnista
30 septiembre, 2022

Alcalde, ¡haga algo!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Cenaida Alvis Barranco

Atravesé basuras, podas y mierderos… sería lo que escribiría el compositor Pedro García Díaz si hubiera hecho mi recorrido del mediodía del martes, en vez de aquel trasegar errante que lo incrustó en nuestro imaginario colectivo.  Decidí caminar desde el SENA a los cortijos para con tristeza confirmar que definitivamente se convirtió mi idilio una […]


Atravesé basuras, podas y mierderos… sería lo que escribiría el compositor Pedro García Díaz si hubiera hecho mi recorrido del mediodía del martes, en vez de aquel trasegar errante que lo incrustó en nuestro imaginario colectivo. 

Decidí caminar desde el SENA a los cortijos para con tristeza confirmar que definitivamente se convirtió mi idilio una quimera, por eso ahora me llaman el errante. 

Nos toca errar en su doble connotación, porque al caminar nos damos cuenta de que nos equivocamos al creer que sea una buena idea en la ciudad que estamos viviendo, y porque al recrear aquellas caminatas que hacían parte de nuestro diario y alegre vivir nos encontramos con una triste y sucia realidad.

Al igual que para el autor: mi fuerza es una queja y mi canción es un llanto/ pregonando mis penas me la paso por la calle,/ llevando una amargura en mi melancólico canto. Y se los describo: Tomé la 19 hacia el norte, usé la peatonal del Colegio INSPECAM, evadiendo las heces de los perros y alguien debió socorrerme debido a que las dos señoras plastas que estaban allí, fresquitas, de humanos que no de ciudadanos, casi me hacen vomitar. 

Seguí por el paisaje de sol, y quizás el uso permanente por parte de los jóvenes deportistas me permitió un buen recorrido. Ante la mala experiencia de la ida, y aunque la ruta es más larga, al retorno preferí bordear la glorieta y casa del abuelo. No pude hacerlo por la peatonal, porque ya todos sabemos esas peatonales son usadas por los carromuleros como depósitos de podas y residuos, tanto es así que ya hay una parte donde encontramos una trilla paralela a la peatonal para evitar bajarse a la muy frecuentada carretera. Es decir, esa peatonal es definitivamente uno de los tantos basureros urbanos a cielo abierto que se encuentran en la ciudad… también ornamentado con los residuos producto de su uso como baño perruno.

El civismo desapareció ya lo sabemos; la cultura ciudadana perdió sentido y la queja continua, ese tan-tan de la otra canción de los Zuleta pierde valor de tanto repetirse. No obstante, el alcalde no puede ignorarlo. Tiene que buscar la forma de evitarlo, no puede dejar sola la cabaña. Para eso fue elegido, para cuidar nuestro bien más preciado: Nuestro terruño. Si no nos lo piensa mejorar, por lo menos devuélvanoslo como lo encontró. Así se lo pedimos en campaña: devuélvanos nuestras terrazas y nuestras calles.

Su obligación urgente es encontrar un mecanismo para ponerle control a las basuras, a las podas, a ese desorden, por no repetir la otra palabra… que tristemente es la que mejor representa el desmadre de nuestra Valledupar. De hecho, que aprehenda su slogan, que lo interiorice y sobre todo que lo practique. Si tiene que hacer planas, hágalas, pero solucione YA. Por eso se hizo elegir.  No nos haga corear aquello de seguiré cantando a sabiendas de tu engaño, más nada puedo hacer si ya todo está perdido. Sabemos que no es una tarea de uno, pero usted es quien tiene la obligación de cumplirla. Convoque a quien(es) corresponda. Usted está muy joven, con mucha vida (política) por delante, ¡Haga algo!