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Mundo - 22 agosto, 2021

Afganistán, un problema geopolítico

Algunos sacan réditos por la improvisada y hasta extraña evacuación militar de los Estados Unidos que dejó a su suerte a una población sin instituciones, sin defensa militar y que seguramente sufrirá la severidad talibán.

La noticia del regreso al poder de los talibanes a Afganistán se ha convertido en el centro de la opinión política a nivel internacional. Las imágenes y videos de la población tratando de salir de manera desesperada de su país nos muestran la complejidad de un asunto que afecta las esferas geopolíticas en el concierto mundial. 

Para entender un poco este enorme problema debemos remontarnos al inicio de la década de los años 90’, cuando los talibanes toman el poder de su país tras la retirada de las tropas soviéticas, quienes por años quisieron establecer un régimen socialista en Afganistán. Algo muy paradójico es la influencia y apoyo de los Estados Unidos para impedir la conquista ideológica de los soviéticos sobre el pueblo afgano. 

EE. UU armó, capacitó y brindó asistencia militar al grupo que después estaría vinculado con los sucesos de 9/11, el atentado contra las torres gemelas. Financiaron y equiparon a su futuro enemigo. Qué paradoja. Y fue precisamente en esta fecha, el 11 de septiembre del año 2001, cuando el panorama cambió rotundamente para este país ubicado en el sur de Asia. Este hecho histórico que dejó más de 3.000 víctimas y dos edificios en llamas, encendió la furia americana contra quien se autoproclamó como autor material de los hechos, Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda. 

Bin Laden se hallaba refugiado en Afganistán bajo la sombra de los talibanes. EE. UU mediante su presidente George Bush hace el pedido oficial para que se le entregue a este terrorista, pero los talibanes se niegan. En ese mismo año, Estados Unidos con el acompañamiento de la comunidad internacional derrocan a los talibanes, militarizan el país y designan un presidente interino mientras neutralizan a su victimario. Finalmente, y después de tantos esfuerzos militares, las fuerzas especiales americanas, el 2 de mayo de 2011, logran acabar con la vida de Bin Laden. Más de una década duró esta lucha entre el líder de Al-Qaeda y las fuerzas especiales estadounidenses que luego se extendió a Pakistán e Irak. Una vez muerto Osama, ¿qué sentido tenía seguir invirtiendo trillones de dólares en tierra afgana? Ninguno, es por esto que se empieza a planificar una salida ordenada, coordinada y tranquila de los soldados gringos hacia su país. 

Pero fue aquí donde empezaron a surgir otros problemas. Obama en su mandato traza unas líneas estratégicas y fija un calendario de retirada de las tropas, la intención era dejar a este país libre de talibanes e inmerso en un proceso democrático de elección popular, sin embargo, para su infortunio, todo esto estaba alejado de la realidad. Los talibanes nunca se fueron, por el contrario, se fueron reagrupando y ocupando zonas con el apoyo de su etnia y simpatizantes. Además, desde el 2015 se ve una influencia muy fuerte del Estado Islámico en tierras afganas. 

Es decir, salir de Afganistán es dejarle el país servido a la merced de grupos terroristas que pueden seguir planificando ataques desde su territorio. Es por esta razón que Trump en el año 2017 cancela el calendario de retirada y envía más fuerza militar hacia este país. Para el año 2020 sucede un hecho histórico: el gobierno de Trump, dándole un cambio de 180 grados a su política internacional, decide llegar a un acuerdo con los talibanes, en donde se plantea una retirada, ahora sí, de Estados Unidos de su tierra y ellos (los talibanes) buscarían negociar de manera democrática con el gobierno afgano actual y reducirían su perfil violento que tanto los caracterizó. 

El reto queda ahora en manos del gobierno siguiente. Joe Biden manifiesta que el 1 de mayo de 2021 empieza la retirada de las tropas y que después del 31 de agosto no habrá un soldado estadounidense en tierras afganas. La inmersión talibán en sus tierras no se hace esperar y fue este 15 de agosto cuando toman de manera absoluta el poder y hacen huir al presidente Ashraf Ghani, pues este manifestó que permanecer en el cargo representaría un baño de sangre para su pueblo.

 Todos sabían que los talibanes no iban a negociar con el gobierno y todos saben que seguirán aplicando todo tipo de medidas consagradas en la ley sharia o ley islámica, que son, alguna de ellas, claramente violatorias de los derechos humanos y que representan un retroceso en la obtención de derechos de las mujeres en Afganistán.  

Todo esto movió el tablero geopolítico. Algunos sacan réditos por la improvisada y hasta extraña evacuación militar de los Estados Unidos que dejó a su suerte a una población sin instituciones, sin defensa militar y que seguramente sufrirá la severidad talibán. Por otra parte, queda un estado islámico que seguirá creciendo y moviéndose como pez en el agua, y una comunidad internacional que será testigo de un retroceso brutal en cuestión de derechos humanos. 

Por: Jesús Alberto Perpiñán

Mundo
22 agosto, 2021

Afganistán, un problema geopolítico

Algunos sacan réditos por la improvisada y hasta extraña evacuación militar de los Estados Unidos que dejó a su suerte a una población sin instituciones, sin defensa militar y que seguramente sufrirá la severidad talibán.


La noticia del regreso al poder de los talibanes a Afganistán se ha convertido en el centro de la opinión política a nivel internacional. Las imágenes y videos de la población tratando de salir de manera desesperada de su país nos muestran la complejidad de un asunto que afecta las esferas geopolíticas en el concierto mundial. 

Para entender un poco este enorme problema debemos remontarnos al inicio de la década de los años 90’, cuando los talibanes toman el poder de su país tras la retirada de las tropas soviéticas, quienes por años quisieron establecer un régimen socialista en Afganistán. Algo muy paradójico es la influencia y apoyo de los Estados Unidos para impedir la conquista ideológica de los soviéticos sobre el pueblo afgano. 

EE. UU armó, capacitó y brindó asistencia militar al grupo que después estaría vinculado con los sucesos de 9/11, el atentado contra las torres gemelas. Financiaron y equiparon a su futuro enemigo. Qué paradoja. Y fue precisamente en esta fecha, el 11 de septiembre del año 2001, cuando el panorama cambió rotundamente para este país ubicado en el sur de Asia. Este hecho histórico que dejó más de 3.000 víctimas y dos edificios en llamas, encendió la furia americana contra quien se autoproclamó como autor material de los hechos, Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda. 

Bin Laden se hallaba refugiado en Afganistán bajo la sombra de los talibanes. EE. UU mediante su presidente George Bush hace el pedido oficial para que se le entregue a este terrorista, pero los talibanes se niegan. En ese mismo año, Estados Unidos con el acompañamiento de la comunidad internacional derrocan a los talibanes, militarizan el país y designan un presidente interino mientras neutralizan a su victimario. Finalmente, y después de tantos esfuerzos militares, las fuerzas especiales americanas, el 2 de mayo de 2011, logran acabar con la vida de Bin Laden. Más de una década duró esta lucha entre el líder de Al-Qaeda y las fuerzas especiales estadounidenses que luego se extendió a Pakistán e Irak. Una vez muerto Osama, ¿qué sentido tenía seguir invirtiendo trillones de dólares en tierra afgana? Ninguno, es por esto que se empieza a planificar una salida ordenada, coordinada y tranquila de los soldados gringos hacia su país. 

Pero fue aquí donde empezaron a surgir otros problemas. Obama en su mandato traza unas líneas estratégicas y fija un calendario de retirada de las tropas, la intención era dejar a este país libre de talibanes e inmerso en un proceso democrático de elección popular, sin embargo, para su infortunio, todo esto estaba alejado de la realidad. Los talibanes nunca se fueron, por el contrario, se fueron reagrupando y ocupando zonas con el apoyo de su etnia y simpatizantes. Además, desde el 2015 se ve una influencia muy fuerte del Estado Islámico en tierras afganas. 

Es decir, salir de Afganistán es dejarle el país servido a la merced de grupos terroristas que pueden seguir planificando ataques desde su territorio. Es por esta razón que Trump en el año 2017 cancela el calendario de retirada y envía más fuerza militar hacia este país. Para el año 2020 sucede un hecho histórico: el gobierno de Trump, dándole un cambio de 180 grados a su política internacional, decide llegar a un acuerdo con los talibanes, en donde se plantea una retirada, ahora sí, de Estados Unidos de su tierra y ellos (los talibanes) buscarían negociar de manera democrática con el gobierno afgano actual y reducirían su perfil violento que tanto los caracterizó. 

El reto queda ahora en manos del gobierno siguiente. Joe Biden manifiesta que el 1 de mayo de 2021 empieza la retirada de las tropas y que después del 31 de agosto no habrá un soldado estadounidense en tierras afganas. La inmersión talibán en sus tierras no se hace esperar y fue este 15 de agosto cuando toman de manera absoluta el poder y hacen huir al presidente Ashraf Ghani, pues este manifestó que permanecer en el cargo representaría un baño de sangre para su pueblo.

 Todos sabían que los talibanes no iban a negociar con el gobierno y todos saben que seguirán aplicando todo tipo de medidas consagradas en la ley sharia o ley islámica, que son, alguna de ellas, claramente violatorias de los derechos humanos y que representan un retroceso en la obtención de derechos de las mujeres en Afganistán.  

Todo esto movió el tablero geopolítico. Algunos sacan réditos por la improvisada y hasta extraña evacuación militar de los Estados Unidos que dejó a su suerte a una población sin instituciones, sin defensa militar y que seguramente sufrirá la severidad talibán. Por otra parte, queda un estado islámico que seguirá creciendo y moviéndose como pez en el agua, y una comunidad internacional que será testigo de un retroceso brutal en cuestión de derechos humanos. 

Por: Jesús Alberto Perpiñán