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Crónica - 31 diciembre, 2020

Adiós compadre Argemiro

Argemiro fue un melómano por naturaleza, pero su amor, eterno y apasionado, fue por el folclor vallenato, de manera especial por el icónico Diomedes Díaz, amor que en veces competía con la música ranchera.

Argemiro Meza Daza, orador oficial de la Barra Shangai en la fiesta de gala del homenajeado David Reales.

FOTO/CORTESÍA.
Argemiro Meza Daza, orador oficial de la Barra Shangai en la fiesta de gala del homenajeado David Reales. FOTO/CORTESÍA.

¡Qué vaina! Sin quererlo me estoy especializando en despedir a los seres más queridos y, particularmente, a mis amigos de la Shanghai.

Este año ha sido duro para todos, pero para la Barra Shanghai ha sido de los más negros. En el transcurso del 2020 han partido de este mundo terrenal 3 de sus miembros: el ingeniero agrónomo Dairo Daza Calderón, 7 de agosto; luego el papá de los papás, nuestro compañero Carlos Espeleta Jiménez, quien nos abandonó el 28 de agosto, y el 23 de diciembre uno de los cofundadores de la Barra, Argemiro Meza Daza.

Lee también: Adiós a Espeleta

Este último día, a eso de las 9:00 de la mañana, mi compadre Bore Luque (siempre heraldo de noticias trágicas) me llamó a darme la nefasta noticia del fallecimiento de Mezita. Contrariando la prescripción médica que me prohíbe salir de casa, más a mis 71 años y con fuertes secuelas dejadas por el covid-19, la noticia me agarró mientras conducía mi vehículo; en camino a un tratamiento recibí esta aterradora llamada que me dejó en estado de shock y por cuyo impacto tuve que estacionar el vehículo al resquebrajarme en llanto. 

Con los recuerdos agolpándose en mi mente, el dolor se intensificaba y, lógico, la reflexión se hizo presente. Muchos amigos, muchos compañeros de ruta Shanghai han dejado esta vida terrenal. De los 4 mosqueteros iniciales, solo quedamos en pie el ‘Bore’ y mi persona. Por fortuna, también perviven otros cofundadores que enriquecieron la Barra  (Juanchito Díaz, Armando Castro, Orlando Ustariz, Beto Murgas, entre otros). 

La amistad con Argemiro, mejor, la hermandad, data de toda la vida. Nacimos y jugamos en el mismo barrio Cañaguate y en el mismo año, con una diferencia de escasos 27 días. Estudiamos juntos primaria, bachillerato y algunos años de universidad, y vivimos muy juntos el resto de nuestra vida.

A finales de los años 70 hice con el ‘Chacho’, que así era conocido Argemiro en la barriada, un pacto en el callejón de la Purrututú: uno de los dos bautizaría el primer hijo que nos naciera, correspondiéndole a él oficiar de padrino de mi hijo William Fabián.

El compadre Mezita fue un enamorado de su barrio Cañaguate. Se propuso echar raíces sentimentales ahí mismo en la calle donde nació y se crio, en la calle 13b con 7, encontrando allí, por fortuna, el amor de su vida, Lilia Eufemia ‘La Nena’ Sánchez Vásquez, de cuya unión de más de 30 años procrearon a Orlando, Enrique y Claudia Marcela, todos destacados profesionales.

El Chacho Meza fue destacado ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional, desempeñándose con lujo de competencia en cargos de importancia en la Federación Nacional de Cafetero, sede Cesar-Guajira, en la dirección de la Escuela Agropecuaria en Pueblo Bello, en el Incoder, y en el sector privado laboró en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo, USAID, donde se pensionó. En los últimos tiempos fundó con otros colegas agrónomos, Asoprocampo, un grupo de estudios para debatir problemas y soluciones asociadas con el campo.

Argemiro fue un melómano por naturaleza, pero su amor, eterno y apasionado, fue por el folclor vallenato, de manera especial por el icónico Diomedes Díaz, amor que en veces competía con la música ranchera, su canción preferida era Paloma Querida, de José Alfredo Jiménez, pero cantada por Pedro Infante. Fueron incontables las amanecidas compartidas escuchándolo cantar esa canción y llorar por su amada ‘La Nena’.

Los miembros de la Barra Shangai, Freddy Socarras, Jhony Fuentes, Beto Murgas, Guido Berdesia, Anibal Martínez Zuleta, William Quiroz, el homenajeado David Reales, Yolieth de Reales y Argemiro Meza. FOTO/CORTESÍA.

Y claro. Otro de sus amores profundos fue la Barra Shangay, dedicándole más de 50 años de su vida. Fue su orador oficial, por derecho propio refrendado por la junta directiva. El discurso del Chacho le daba apertura oficial a las fiestas de gala de la Barra, labor cumplida con honores, con total responsabilidad, pues era proverbial su elocuencia y oratoria.

Escribo estas letras afligido con el corazón destrozado. Mi mente evoca todos los momentos de euforia y alegría compartidos. Me despido, compadre, dándole gracias al Todopoderoso por darme el privilegio de encontrarlo en mi camino y forjar ese sentimiento íntegro, esa amistad incólume durante tantos años.

Extrañaré sus charlas amenas de esto y de aquello, extrañaré su abrazo de felicitaciones por un cumpleaños, el mío o el suyo, su apretón de manos sincero, su sonora carcajada, una parranda vallenata o una serenata con la canción Paloma Querida. Extrañaré su calor humano, el hombro que me prestaba para enjugar mis pesares, extrañaré ese apoyo constante e incondicional que siempre me brindó. Extrañaré su hermandad. Extrañaré su presencia, pues su viaje intempestivo aún escapa a mi comprensión. Lo extrañaré, compadre y hermano mío.

Me consuela oír su carcajada en la gran parranda celestial dispensada de bienvenida con los acordeones de Julio Escobar y Beto Muegues y la voz tronante de Armando Moscote. Veo alborozados a Ciro Villazón, Pateto Monsalvo, Mariposita Carrillo, Panita Baute, Dimas Rodríguez, Álvaro Escobar, Gustavo Salazar, David Reales, Dairo Daza, Carlos Espeleta, todos poniéndose al día de los sucesos vallenatos. Entre risas y carcajadas, entre abrazos fraternos que por causa de la nueva ‘normalidad’ aquí abajo ya extrañamos, hasta San Pedro entonará canciones de Diomedes.

Por William Quiroz.

Crónica
31 diciembre, 2020

Adiós compadre Argemiro

Argemiro fue un melómano por naturaleza, pero su amor, eterno y apasionado, fue por el folclor vallenato, de manera especial por el icónico Diomedes Díaz, amor que en veces competía con la música ranchera.


Argemiro Meza Daza, orador oficial de la Barra Shangai en la fiesta de gala del homenajeado David Reales.

FOTO/CORTESÍA.
Argemiro Meza Daza, orador oficial de la Barra Shangai en la fiesta de gala del homenajeado David Reales. FOTO/CORTESÍA.

¡Qué vaina! Sin quererlo me estoy especializando en despedir a los seres más queridos y, particularmente, a mis amigos de la Shanghai.

Este año ha sido duro para todos, pero para la Barra Shanghai ha sido de los más negros. En el transcurso del 2020 han partido de este mundo terrenal 3 de sus miembros: el ingeniero agrónomo Dairo Daza Calderón, 7 de agosto; luego el papá de los papás, nuestro compañero Carlos Espeleta Jiménez, quien nos abandonó el 28 de agosto, y el 23 de diciembre uno de los cofundadores de la Barra, Argemiro Meza Daza.

Lee también: Adiós a Espeleta

Este último día, a eso de las 9:00 de la mañana, mi compadre Bore Luque (siempre heraldo de noticias trágicas) me llamó a darme la nefasta noticia del fallecimiento de Mezita. Contrariando la prescripción médica que me prohíbe salir de casa, más a mis 71 años y con fuertes secuelas dejadas por el covid-19, la noticia me agarró mientras conducía mi vehículo; en camino a un tratamiento recibí esta aterradora llamada que me dejó en estado de shock y por cuyo impacto tuve que estacionar el vehículo al resquebrajarme en llanto. 

Con los recuerdos agolpándose en mi mente, el dolor se intensificaba y, lógico, la reflexión se hizo presente. Muchos amigos, muchos compañeros de ruta Shanghai han dejado esta vida terrenal. De los 4 mosqueteros iniciales, solo quedamos en pie el ‘Bore’ y mi persona. Por fortuna, también perviven otros cofundadores que enriquecieron la Barra  (Juanchito Díaz, Armando Castro, Orlando Ustariz, Beto Murgas, entre otros). 

La amistad con Argemiro, mejor, la hermandad, data de toda la vida. Nacimos y jugamos en el mismo barrio Cañaguate y en el mismo año, con una diferencia de escasos 27 días. Estudiamos juntos primaria, bachillerato y algunos años de universidad, y vivimos muy juntos el resto de nuestra vida.

A finales de los años 70 hice con el ‘Chacho’, que así era conocido Argemiro en la barriada, un pacto en el callejón de la Purrututú: uno de los dos bautizaría el primer hijo que nos naciera, correspondiéndole a él oficiar de padrino de mi hijo William Fabián.

El compadre Mezita fue un enamorado de su barrio Cañaguate. Se propuso echar raíces sentimentales ahí mismo en la calle donde nació y se crio, en la calle 13b con 7, encontrando allí, por fortuna, el amor de su vida, Lilia Eufemia ‘La Nena’ Sánchez Vásquez, de cuya unión de más de 30 años procrearon a Orlando, Enrique y Claudia Marcela, todos destacados profesionales.

El Chacho Meza fue destacado ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional, desempeñándose con lujo de competencia en cargos de importancia en la Federación Nacional de Cafetero, sede Cesar-Guajira, en la dirección de la Escuela Agropecuaria en Pueblo Bello, en el Incoder, y en el sector privado laboró en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo, USAID, donde se pensionó. En los últimos tiempos fundó con otros colegas agrónomos, Asoprocampo, un grupo de estudios para debatir problemas y soluciones asociadas con el campo.

Argemiro fue un melómano por naturaleza, pero su amor, eterno y apasionado, fue por el folclor vallenato, de manera especial por el icónico Diomedes Díaz, amor que en veces competía con la música ranchera, su canción preferida era Paloma Querida, de José Alfredo Jiménez, pero cantada por Pedro Infante. Fueron incontables las amanecidas compartidas escuchándolo cantar esa canción y llorar por su amada ‘La Nena’.

Los miembros de la Barra Shangai, Freddy Socarras, Jhony Fuentes, Beto Murgas, Guido Berdesia, Anibal Martínez Zuleta, William Quiroz, el homenajeado David Reales, Yolieth de Reales y Argemiro Meza. FOTO/CORTESÍA.

Y claro. Otro de sus amores profundos fue la Barra Shangay, dedicándole más de 50 años de su vida. Fue su orador oficial, por derecho propio refrendado por la junta directiva. El discurso del Chacho le daba apertura oficial a las fiestas de gala de la Barra, labor cumplida con honores, con total responsabilidad, pues era proverbial su elocuencia y oratoria.

Escribo estas letras afligido con el corazón destrozado. Mi mente evoca todos los momentos de euforia y alegría compartidos. Me despido, compadre, dándole gracias al Todopoderoso por darme el privilegio de encontrarlo en mi camino y forjar ese sentimiento íntegro, esa amistad incólume durante tantos años.

Extrañaré sus charlas amenas de esto y de aquello, extrañaré su abrazo de felicitaciones por un cumpleaños, el mío o el suyo, su apretón de manos sincero, su sonora carcajada, una parranda vallenata o una serenata con la canción Paloma Querida. Extrañaré su calor humano, el hombro que me prestaba para enjugar mis pesares, extrañaré ese apoyo constante e incondicional que siempre me brindó. Extrañaré su hermandad. Extrañaré su presencia, pues su viaje intempestivo aún escapa a mi comprensión. Lo extrañaré, compadre y hermano mío.

Me consuela oír su carcajada en la gran parranda celestial dispensada de bienvenida con los acordeones de Julio Escobar y Beto Muegues y la voz tronante de Armando Moscote. Veo alborozados a Ciro Villazón, Pateto Monsalvo, Mariposita Carrillo, Panita Baute, Dimas Rodríguez, Álvaro Escobar, Gustavo Salazar, David Reales, Dairo Daza, Carlos Espeleta, todos poniéndose al día de los sucesos vallenatos. Entre risas y carcajadas, entre abrazos fraternos que por causa de la nueva ‘normalidad’ aquí abajo ya extrañamos, hasta San Pedro entonará canciones de Diomedes.

Por William Quiroz.