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Informes Especiales - 10 abril, 2021

Acoso callejero, una forma de violencia de género

En el espacio público es donde más normalizada y extendida está la violencia de género, manifestándose a través de irrespeto disfrazado de ‘piropo’.

El acoso y abuso sexual tiene incidencia en la autoestima y en la construcción de identidades de los afectados. 

Imagen de referencia.
El acoso y abuso sexual tiene incidencia en la autoestima y en la construcción de identidades de los afectados. Imagen de referencia.

Constantemente las féminas son acosadas, pero esta realidad resulta más compleja de lo que parece porque la violencia hacia las mujeres y niñas se manifiesta de muchas maneras, algunas con una ‘mirada inocente’ y otras incluso como un ‘piropo supuestamente inofensivo’, que va desde lo incómodo y vulgar a lo desagradable. Estas acciones pueden influir en la autoestima y la percepción personal sobre ellas mismas.

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Sin embargo, muchas personas no asocian el acoso callejero con la intimidación y el abuso sexual, por lo que es necesario visibilizarlo y erradicarlo completamente, ya que este es la antesala de otras formas graves de violencia. Este tipo de irrespeto aparece en forma de comentarios, gestos, miradas y acciones no deseadas, realizadas mayormente por personas desconocidas en lugares públicos y sin el consentimiento de la persona afectada.

La ‘cultura de piropo’ es propia de una sociedad configurada de manera machista que permite formas más graves de violencia contra la mujer. “El hombre por su condición humana históricamente se ha creído un ser superior y el acoso intimidatorio es una manera de imponer su machismo, de mostrar su condición de hombre-macho-cabrío”, explicó el periodista y magister en Sociología Política y del Conflicto,  Hamilton Fuentes.

La normalización de esta forma de acoso contra las mujeres es tan naturalizada que cuando alguien alza su voz expresando su rechazo ante estas manifestaciones muchas veces se les señala como exageradas, haciéndolas víctimas de nuevas formas de violencia. Por otro lado, están las que deciden resignarse ante este tipo de situaciones, debido a que no encuentran respaldo por parte de los entes encargados.

¿POR QUÉ UN ‘PIROPO’ PUEDE SER UN ACTO VIOLENTO?

El acoso sexual en el espacio público termina siendo un hecho naturalizado de violencia y del ejercicio de control del cuerpo y la sexualidad de las mujeres porque logra trasgredir el ámbito de la eroticidad en un espacio fuera de contexto”, expresó Angélica Arias, psicóloga de profesión.

No dejes de leer: Líderes sociales del Cesar son frecuentemente intimidados por sus labores

Cuando tiene todo el aval de la sociedad porque no hay suficiente conciencia y son naturalizadas y minimizadas esta formas de violencia esa impunidad o complicidad social termina siendo una doble carga porque es saber que algo me afecta, pero que aun así nadie logra darse cuenta de lo mucho que me afecta”, agregó.

Mayormente los hombres  se sienten con el derecho de piropear o de decir algunas frases que ellos consideran altamente halagadoras. ¿Qué pasa con el pensamiento de quienes creen que el cuerpo de las mujeres es un objeto público? como si se tratara de una banca del parque.

La vestimenta de la mujer es una excusa que se ha creado en torno a estos actos”, afirmó Hamilton Fuentes. Una prenda de vestir, la forma de caminar, el maquillaje, entre otros, no son justificación para irrespetar o violentar a las mujeres, mucho menos cuando no se tiene el consentimiento ni la autorización para llegar a ese nivel de confianza. Además, estos hechos inciden en la salud emocional de las afectadas.

“La parte emocional es una de las tantas dimensiones que se ven afectadas porque también está el cuerpo, la integridad física, la integridad y la formación sexual. Esto impacta fuertemente en la construcción de identidades de géneros sólidas”, recalcó la  psicóloga entrevistada.

¡QUE LAS MUJERES CAMINEN CON LIBERTAD POR LAS CALLES!

Estos y muchos más son los anhelos de quienes han sido acosadas.Algunas mujeres afirman haber sido tocadas por sujetos masculinos en las calles y que las personas que rodeaban la zona no las ayudaron y defendieron en esas situaciones.

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Yo iba en bicicleta, estaba comprando cerca de mi casa una cosas que necesitaba, cuando un hombre en moto disminuyó la velocidad, pasó por mi lado y me agarró un seno, no tuve forma de defenderme porque aceleró de inmediato y por más que le grité para alarmar a las personas no hicieron nada y el abusador, simplemente huyó. Sentí impotencia, rabia e incluso asco”, expresó una fémina que prefiere omitir su identidad.

Ella afirma también haber recibido en varias ocasiones fotografías obscenas de números desconocidos, por lo que asegura se siente vulnerable ante una sociedad en la que los hombres se consideran dueños de su cuerpo, de sus decisiones y de su vida.

El cuerpo es un templo sagrado que se respeta. Hay que modificar el patrón de crianza y enseñarle al hombre que hay una tendencia de nuevas masculinidades, donde hay que enseñarle nuevos patrones de conducta. Hay que cambiar el chip, colaborando en las tareas domésticas, hay que democratizar los comportamientos de género. Ahí juega un papel importante la educación en familia, en colegios y en los espacios sociales”, concluyó Fuentes, ante esta ola de abusos.

Por: Ketty Gutiérrez
[email protected]

Informes Especiales
10 abril, 2021

Acoso callejero, una forma de violencia de género

En el espacio público es donde más normalizada y extendida está la violencia de género, manifestándose a través de irrespeto disfrazado de ‘piropo’.


El acoso y abuso sexual tiene incidencia en la autoestima y en la construcción de identidades de los afectados. 

Imagen de referencia.
El acoso y abuso sexual tiene incidencia en la autoestima y en la construcción de identidades de los afectados. Imagen de referencia.

Constantemente las féminas son acosadas, pero esta realidad resulta más compleja de lo que parece porque la violencia hacia las mujeres y niñas se manifiesta de muchas maneras, algunas con una ‘mirada inocente’ y otras incluso como un ‘piropo supuestamente inofensivo’, que va desde lo incómodo y vulgar a lo desagradable. Estas acciones pueden influir en la autoestima y la percepción personal sobre ellas mismas.

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Sin embargo, muchas personas no asocian el acoso callejero con la intimidación y el abuso sexual, por lo que es necesario visibilizarlo y erradicarlo completamente, ya que este es la antesala de otras formas graves de violencia. Este tipo de irrespeto aparece en forma de comentarios, gestos, miradas y acciones no deseadas, realizadas mayormente por personas desconocidas en lugares públicos y sin el consentimiento de la persona afectada.

La ‘cultura de piropo’ es propia de una sociedad configurada de manera machista que permite formas más graves de violencia contra la mujer. “El hombre por su condición humana históricamente se ha creído un ser superior y el acoso intimidatorio es una manera de imponer su machismo, de mostrar su condición de hombre-macho-cabrío”, explicó el periodista y magister en Sociología Política y del Conflicto,  Hamilton Fuentes.

La normalización de esta forma de acoso contra las mujeres es tan naturalizada que cuando alguien alza su voz expresando su rechazo ante estas manifestaciones muchas veces se les señala como exageradas, haciéndolas víctimas de nuevas formas de violencia. Por otro lado, están las que deciden resignarse ante este tipo de situaciones, debido a que no encuentran respaldo por parte de los entes encargados.

¿POR QUÉ UN ‘PIROPO’ PUEDE SER UN ACTO VIOLENTO?

El acoso sexual en el espacio público termina siendo un hecho naturalizado de violencia y del ejercicio de control del cuerpo y la sexualidad de las mujeres porque logra trasgredir el ámbito de la eroticidad en un espacio fuera de contexto”, expresó Angélica Arias, psicóloga de profesión.

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Cuando tiene todo el aval de la sociedad porque no hay suficiente conciencia y son naturalizadas y minimizadas esta formas de violencia esa impunidad o complicidad social termina siendo una doble carga porque es saber que algo me afecta, pero que aun así nadie logra darse cuenta de lo mucho que me afecta”, agregó.

Mayormente los hombres  se sienten con el derecho de piropear o de decir algunas frases que ellos consideran altamente halagadoras. ¿Qué pasa con el pensamiento de quienes creen que el cuerpo de las mujeres es un objeto público? como si se tratara de una banca del parque.

La vestimenta de la mujer es una excusa que se ha creado en torno a estos actos”, afirmó Hamilton Fuentes. Una prenda de vestir, la forma de caminar, el maquillaje, entre otros, no son justificación para irrespetar o violentar a las mujeres, mucho menos cuando no se tiene el consentimiento ni la autorización para llegar a ese nivel de confianza. Además, estos hechos inciden en la salud emocional de las afectadas.

“La parte emocional es una de las tantas dimensiones que se ven afectadas porque también está el cuerpo, la integridad física, la integridad y la formación sexual. Esto impacta fuertemente en la construcción de identidades de géneros sólidas”, recalcó la  psicóloga entrevistada.

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Ella afirma también haber recibido en varias ocasiones fotografías obscenas de números desconocidos, por lo que asegura se siente vulnerable ante una sociedad en la que los hombres se consideran dueños de su cuerpo, de sus decisiones y de su vida.

El cuerpo es un templo sagrado que se respeta. Hay que modificar el patrón de crianza y enseñarle al hombre que hay una tendencia de nuevas masculinidades, donde hay que enseñarle nuevos patrones de conducta. Hay que cambiar el chip, colaborando en las tareas domésticas, hay que democratizar los comportamientos de género. Ahí juega un papel importante la educación en familia, en colegios y en los espacios sociales”, concluyó Fuentes, ante esta ola de abusos.

Por: Ketty Gutiérrez
[email protected]