Hace poco leía con interés y con profunda tristeza, a través de EL PILON, que el departamento del Cesar es uno de los que mayor índice de desempleo, en los jóvenes, registra a nivel nacional. No hay oportunidad de trabajo para los jóvenes, ni los que llevan un tiempito como profesionales y menos a los recién egresados; y lo peor es que no se vislumbra un panorama alentador para contrarrestar esta singular estadística.
Este viernes 29 de julio del año 2021 salió una nueva camada de jóvenes profesionales de la Universidad Popular del Cesar a engrosar la lista que ya de por sí está bastante amplia. Bien por los muchachos y los padres de familia que se sacrificaron para salir avante y lograr con esfuerzo esa meta anhelada.
En el mes de marzo del año en curso se graduó mi hijo, Eduardo Andrés, como administrador de empresas de esta importante universidad de la región –la UPC-. Se siente uno de verdad orgulloso de ver a los hijos cumpliendo sus metas, después de recorrer caminos de sacrificio; al final de la senda la ceremonia de graduación que emerge como esa luz de esperanza y ensoñación, cual aurora que despunta y el alba que nos brinda nueva ilusión.
Verse en ese punto de partida patinando en busca de puertas que le brinde seguridad y certidumbre en su futuro profesional.
La angustia que genera, a ellos como profesionales y jóvenes y a uno como padres y avanzados en el camino de la vida, es ver la pobreza de oportunidades que existe en esta región. Aquí se pueden contar con los dedos de una mano las fuentes de empleo: Alcaldía, Gobernación, las minas de carbón, que ya no tanto, y unas cuantas empresas que no suplen la demanda que hoy abunda con tantos jóvenes y profesionales.
Aquí estoy, en el Terminal de Transporte con el corazón compungido, acompañando a mi hijo Eduardo Andrés, como quizás tantos otros padres que ven a sus hijos salir a buscar nuevos horizontes y abrirse camino en otras latitudes pues por acá no hay nada.
Lo que uno desea como padre es que sus hijos en el ejercicio de formación puedan encontrar oportunidades laborales, que les permitan, además, seguir con su orden: especialización, maestría y doctorados, cosa que no es fácil si no se cuenta con recursos y sólidas bases económicas en la familia que ayuden a proyectarse profesionalmente.
No es fácil ver partir a sus hijos, es la ley de la vida; la biblia dice que cuando el hijo crezca, “dejará a su padre y a su madre (Génesis 2:24). La misión de todo padre responsable es preparar a los hijos para ese momento, pero lo difícil aquí es ver el oscuro panorama, y por más que uno les ayude a preparar y cultivar las habilidades que requieren dar pasos en la oscuridad no deja de ser difícil.
Me uno al clamor de todos los padres que ven partir a sus hijos; y al mío, que con nostalgia lo veo iniciar ese camino, le bendigo y le deseo lo mejor del mundo. Como quiera, que Dios te guíe y si por alguna razón debes volver, mi corazón y las puertas de tu hogar están abiertas siempre.
Éxito a todos los jóvenes que buscan nuevos horizontes, de ustedes el futuro del mundo. Sólo Eso.