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Editorial - 16 mayo, 2012

No al terrorismo

Colombia se sacudió ayer al medio día con la noticia de un nuevo atentado terrorista al norte de Bogotá, en la Calle 74 con Av. Caracas, en una zona comercial y universitaria de la capital del país.

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Colombia se sacudió ayer al medio día con la noticia de un nuevo atentado terrorista al norte de Bogotá, en la Calle 74 con Av. Caracas, en una zona comercial y universitaria de la capital del país.

Todo indica que se trató de un intento de asesinato del ex ministro del Interior, Fernando Londoño Hoyos, cuyo carro blindado quedó destruido y como consecuencia de la explosión falleció su conductor, un escolta y un policía.
Al cierre de la presente edición, el número de víctimas ascendía a tres y más de treinta heridos. Londoño salió con varias heridas en la cara, los oídos y parte del tórax, pero anoche, gracias a Dios, estaba fuera de peligro.
El atentado dejó, además, cuantiosos daños materiales en ese sector al norte de Bogotá: resultaron averiados varios edificios de apartamentos y numerosos vehículos; pero el número de víctimas pudo haber sido mayor, debido a la hora del atentado y a la congestión propia del sector.
Este hecho recuerda el ocurrido el 7 de febrero de 2003, contra el Club El Nogal de Bogotá, institución a la cual estaba y sigue vinculado el abogado y economista, Fernando Londoño Hoyos. Se trata de un nuevo acto terrorista y demencial, aparentemente cometido por las FARC, que no tiene ningún sentido y – por supuesto- ninguna justificación.
Y no es gratuito que el hecho se produzca el día en que, precisamente, entra a regir el Tratado de Libre Comercio (TLC), entre Estados Unidos y Colombia. Es un hecho terrorista posiblemente en rechazo al Tratado, que abre nuevas perspectivas para la economía colombiana, incluyendo a sus sectores más pobres.
Este hecho merece el rechazo de todo el país, no sólo del sector político sino también del empresarial y de todas las fuerzas vivas, por tratarse de una persona seria como Fernando Londoño y de la muerte de tres personas humildes que lo único que hacían era servirle al ex funcionario público.
A pesar de la gravedad del hecho y de lo reprochable del mismo, hay que insistir en que el país no se puede dejar amedrentar por acciones como esta. En este tema Colombia ya está curada de espantos, como se dice popularmente.
Hechos como el de ayer lo que busca crear confusión e incertidumbre, pero ante eso la respuesta tiene que ser una sola: mantener la calma, estar firmes y atentos, y respaldar al Gobierno Nacional y a las instituciones del Estado.
Desde esta región del país expresamos nuestros sentimientos de condolencias a las familias, a las esposas, hijos y demás parientes y amigos de las tres personas que murieron en este trágico hecho.
Pero sería grave que las FARC siguieran recorriendo el camino del terrorismo urbano; sería otro craso error en su amañada lectura de los procesos políticos y económicos que vive el país y el mundo.
Este atentado aleja, una vez más, las posibilidades de ambientar una posibilidad de diálogo entre esa organización, el Gobierno Nacional y la sociedad civil.
Nuevamente apelamos a la sensatez de esa organización para insistir, hasta el cansancio, en la inutilidad de la lucha armada, pero más aún del terrorismo demencial en que algunos de sus frentes y milicias, así sea de manera aislada, quieren incurrir.
Los colombianos, en general, y los bogotanos, en particular, esperan que ante un hecho como el ocurrido ayer al norte de Bogotá, a partir de los videos que existen y de los testimonios de las personas que lo vivieron, se logre la captura de los responsables y se aclare lo ocurrido, como sucedió con el atentado al Club El Nogal.
Las autoridades municipales, en el caso de ciudades intermedias como Valledupar, deben estar atentas para evitar que hechos como el ocurrido en Bogotá, se pueda repetir en otras ciudades del país. Hay que estar alertas; ante el terrorismo lo único que vale es la inteligencia del Estado, y la colaboración oportuna de la ciudadanía con las autoridades.

Editorial
16 mayo, 2012

No al terrorismo

Colombia se sacudió ayer al medio día con la noticia de un nuevo atentado terrorista al norte de Bogotá, en la Calle 74 con Av. Caracas, en una zona comercial y universitaria de la capital del país.


Boton Wpp

Colombia se sacudió ayer al medio día con la noticia de un nuevo atentado terrorista al norte de Bogotá, en la Calle 74 con Av. Caracas, en una zona comercial y universitaria de la capital del país.

Todo indica que se trató de un intento de asesinato del ex ministro del Interior, Fernando Londoño Hoyos, cuyo carro blindado quedó destruido y como consecuencia de la explosión falleció su conductor, un escolta y un policía.
Al cierre de la presente edición, el número de víctimas ascendía a tres y más de treinta heridos. Londoño salió con varias heridas en la cara, los oídos y parte del tórax, pero anoche, gracias a Dios, estaba fuera de peligro.
El atentado dejó, además, cuantiosos daños materiales en ese sector al norte de Bogotá: resultaron averiados varios edificios de apartamentos y numerosos vehículos; pero el número de víctimas pudo haber sido mayor, debido a la hora del atentado y a la congestión propia del sector.
Este hecho recuerda el ocurrido el 7 de febrero de 2003, contra el Club El Nogal de Bogotá, institución a la cual estaba y sigue vinculado el abogado y economista, Fernando Londoño Hoyos. Se trata de un nuevo acto terrorista y demencial, aparentemente cometido por las FARC, que no tiene ningún sentido y – por supuesto- ninguna justificación.
Y no es gratuito que el hecho se produzca el día en que, precisamente, entra a regir el Tratado de Libre Comercio (TLC), entre Estados Unidos y Colombia. Es un hecho terrorista posiblemente en rechazo al Tratado, que abre nuevas perspectivas para la economía colombiana, incluyendo a sus sectores más pobres.
Este hecho merece el rechazo de todo el país, no sólo del sector político sino también del empresarial y de todas las fuerzas vivas, por tratarse de una persona seria como Fernando Londoño y de la muerte de tres personas humildes que lo único que hacían era servirle al ex funcionario público.
A pesar de la gravedad del hecho y de lo reprochable del mismo, hay que insistir en que el país no se puede dejar amedrentar por acciones como esta. En este tema Colombia ya está curada de espantos, como se dice popularmente.
Hechos como el de ayer lo que busca crear confusión e incertidumbre, pero ante eso la respuesta tiene que ser una sola: mantener la calma, estar firmes y atentos, y respaldar al Gobierno Nacional y a las instituciones del Estado.
Desde esta región del país expresamos nuestros sentimientos de condolencias a las familias, a las esposas, hijos y demás parientes y amigos de las tres personas que murieron en este trágico hecho.
Pero sería grave que las FARC siguieran recorriendo el camino del terrorismo urbano; sería otro craso error en su amañada lectura de los procesos políticos y económicos que vive el país y el mundo.
Este atentado aleja, una vez más, las posibilidades de ambientar una posibilidad de diálogo entre esa organización, el Gobierno Nacional y la sociedad civil.
Nuevamente apelamos a la sensatez de esa organización para insistir, hasta el cansancio, en la inutilidad de la lucha armada, pero más aún del terrorismo demencial en que algunos de sus frentes y milicias, así sea de manera aislada, quieren incurrir.
Los colombianos, en general, y los bogotanos, en particular, esperan que ante un hecho como el ocurrido ayer al norte de Bogotá, a partir de los videos que existen y de los testimonios de las personas que lo vivieron, se logre la captura de los responsables y se aclare lo ocurrido, como sucedió con el atentado al Club El Nogal.
Las autoridades municipales, en el caso de ciudades intermedias como Valledupar, deben estar atentas para evitar que hechos como el ocurrido en Bogotá, se pueda repetir en otras ciudades del país. Hay que estar alertas; ante el terrorismo lo único que vale es la inteligencia del Estado, y la colaboración oportuna de la ciudadanía con las autoridades.