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Columnista - 4 julio, 2011

Causas de un fracaso

MISCELÁNEA Por Luis Augusto González Pimienta Ha provocado estupor el descenso del River Plate a la segunda división del fútbol argentino. Para el hincha común representa la caída de un coloso; para sus seguidores, una tragedia inconmensurable. En la búsqueda de responsables de esa “fatalidad” se menciona a directivos, técnicos y jugadores, todos de última […]

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MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

Ha provocado estupor el descenso del River Plate a la segunda división del fútbol argentino. Para el hincha común representa la caída de un coloso; para sus seguidores, una tragedia inconmensurable.

En la búsqueda de responsables de esa “fatalidad” se menciona a directivos, técnicos y jugadores, todos de última generación. El asunto no es tan sencillo. Hay que partir de una premisa: el descenso del millonario club, treinta y tres veces campeón del torneo interno, es el resultado de un cúmulo de errores y no un caso imprevisto y repentino. Hasta la economía estatal tiene que ver en el tema, en una nación en donde el fútbol es un asunto de Estado.

El sostenimiento de la nómina, la administración del club, la tributación, la logística y las reparaciones locativas del estadio imponen la obtención de recursos procedentes de la publicidad, la televisión, aportes sociales y venta de entradas. Este último ítem sufre mengua cuando los resultados deportivos son malos, por la elemental razón de que la fanaticada se esfuma si el equipo no está arriba. Pasa en todas partes.

Pero quizá el motivo determinante del porrazo riverplatense sea el desangre de su nómina por la venta de jugadores al extranjero. Nadie podría negar que el actual campeonato argentino es de regular calidad, siendo benignos en el calificativo. Esa regular  calidad del producto viene dada por la transferencia sin mesura de sus mejores valores. El fútbol, como espectáculo, lo hacen los buenos jugadores. Por eso los clubes grandes buscan a las estrellas y las rodean de los mejores.

Argentina es la mayor exportadora de futbolistas del mundo, por encima de Brasil, que la supera en ciento cincuenta millones de habitantes y en tres títulos orbitales. Se estima que en el año 2010 hubo un incremento de 825 por ciento en las ventas de jugadores, al completar 1800 transacciones, contra 1400 de los brasileños. Lo más grave del asunto es la transferencia de chicos de quince o dieciséis años que ni siquiera han debutado en la primera división local, como pasó con Lionel Messi.

Esas negociaciones mejoran las arcas de los clubes y las condiciones de vida del futbolista y de su familia, en desmedro de la calidad que se ofrece en el campeonato doméstico. Para emigrar se prefiere a Europa o a México que ofrecen las mejores condiciones, con regreso, en el ocaso de la carrera, por los Estados Unidos. Aunque excepcionalmente los gringos negocian los pases de buenos jugadores jóvenes, como ocurrió en el pasado con el paraguayo Roberto Cabañas y hace poco con el colombiano Freddy Montero.

Por los desmanes provocados por su salida de la primera división, con heridos y cuantiosas pérdidas materiales en el estadio Monumental de Núñez y sus alrededores, River Plate está abocado a tener que jugar todos los partidos de la categoría Nacional B en un escenario diferente, lo cual le reportaría menores ganancias, o hasta pérdidas.

Se espera que el equipo al cual le dieron lustre Di Stéfano, Sivori, Pedernera, Rossi, Labruna, Carrizo, Artime, Perfumo, Fillol, Kempes, Franscescoli, y los colombianos Ángel, Yepes y Falcao, entre otros muchos, supere esta crisis y se levante como lo que es, un grande. Para ello se requiere ingenio para atraer financiadores y, principalmente,  frenar el desangre de su cantera.

Columnista
4 julio, 2011

Causas de un fracaso

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Augusto González Pimienta

MISCELÁNEA Por Luis Augusto González Pimienta Ha provocado estupor el descenso del River Plate a la segunda división del fútbol argentino. Para el hincha común representa la caída de un coloso; para sus seguidores, una tragedia inconmensurable. En la búsqueda de responsables de esa “fatalidad” se menciona a directivos, técnicos y jugadores, todos de última […]


MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

Ha provocado estupor el descenso del River Plate a la segunda división del fútbol argentino. Para el hincha común representa la caída de un coloso; para sus seguidores, una tragedia inconmensurable.

En la búsqueda de responsables de esa “fatalidad” se menciona a directivos, técnicos y jugadores, todos de última generación. El asunto no es tan sencillo. Hay que partir de una premisa: el descenso del millonario club, treinta y tres veces campeón del torneo interno, es el resultado de un cúmulo de errores y no un caso imprevisto y repentino. Hasta la economía estatal tiene que ver en el tema, en una nación en donde el fútbol es un asunto de Estado.

El sostenimiento de la nómina, la administración del club, la tributación, la logística y las reparaciones locativas del estadio imponen la obtención de recursos procedentes de la publicidad, la televisión, aportes sociales y venta de entradas. Este último ítem sufre mengua cuando los resultados deportivos son malos, por la elemental razón de que la fanaticada se esfuma si el equipo no está arriba. Pasa en todas partes.

Pero quizá el motivo determinante del porrazo riverplatense sea el desangre de su nómina por la venta de jugadores al extranjero. Nadie podría negar que el actual campeonato argentino es de regular calidad, siendo benignos en el calificativo. Esa regular  calidad del producto viene dada por la transferencia sin mesura de sus mejores valores. El fútbol, como espectáculo, lo hacen los buenos jugadores. Por eso los clubes grandes buscan a las estrellas y las rodean de los mejores.

Argentina es la mayor exportadora de futbolistas del mundo, por encima de Brasil, que la supera en ciento cincuenta millones de habitantes y en tres títulos orbitales. Se estima que en el año 2010 hubo un incremento de 825 por ciento en las ventas de jugadores, al completar 1800 transacciones, contra 1400 de los brasileños. Lo más grave del asunto es la transferencia de chicos de quince o dieciséis años que ni siquiera han debutado en la primera división local, como pasó con Lionel Messi.

Esas negociaciones mejoran las arcas de los clubes y las condiciones de vida del futbolista y de su familia, en desmedro de la calidad que se ofrece en el campeonato doméstico. Para emigrar se prefiere a Europa o a México que ofrecen las mejores condiciones, con regreso, en el ocaso de la carrera, por los Estados Unidos. Aunque excepcionalmente los gringos negocian los pases de buenos jugadores jóvenes, como ocurrió en el pasado con el paraguayo Roberto Cabañas y hace poco con el colombiano Freddy Montero.

Por los desmanes provocados por su salida de la primera división, con heridos y cuantiosas pérdidas materiales en el estadio Monumental de Núñez y sus alrededores, River Plate está abocado a tener que jugar todos los partidos de la categoría Nacional B en un escenario diferente, lo cual le reportaría menores ganancias, o hasta pérdidas.

Se espera que el equipo al cual le dieron lustre Di Stéfano, Sivori, Pedernera, Rossi, Labruna, Carrizo, Artime, Perfumo, Fillol, Kempes, Franscescoli, y los colombianos Ángel, Yepes y Falcao, entre otros muchos, supere esta crisis y se levante como lo que es, un grande. Para ello se requiere ingenio para atraer financiadores y, principalmente,  frenar el desangre de su cantera.