El síndrome de Catalina retrata al sexo hecho poder y encumbra a quienes, a través de sus encantos eróticos-sexuales, se empoderan en la vida pública.
El síndrome de Catalina retrata al sexo hecho poder y encumbra a quienes, a través de sus encantos eróticos-sexuales, se empoderan en la vida pública. Este fenómeno puede encarnar a la zarina Catalina de Rusia, o Catalina II La Grande, quien no tuvo escrúpulos en derrocar a su esposo, Pedro III, para reinar durante 34 años en el país de los zares, desde el 28 de junio de 1762 hasta su muerte, a los 67 años, término acuñado por los monarcas moscovitas en el siglo XV.
No hay que confundir el síndrome de Catalina con la ninfomanía, que es un trastorno psiquiátrico en la mujer, muy bien descrito por Tito Hernández Caamaño. Se caracteriza por el exceso de apetito sexual o el deseo compulsivo por el sexo, casi siempre sin que haya un lazo afectivo. Tampoco debe confundirse con el arribismo, cuya palabra deriva del comportamiento habitual del arribista. De acuerdo con la Real Academia Española, procede del francés arriviste, que a su vez hace referencia a la persona que progresa en la vida a través de medios rápidos e inescrupulosos.
Una leyenda negra, de origen bolchevique, aseguró que la zarina murió tras una fallida relación con un caballo, en tanto, el ímpetu sexual de Catalina era insaciable. Nada más lejos de la realidad: simplemente suplió con amantes la frialdad de su marido y una viudez regia que le imponía no casarse más.
Catalina II o Catalina la Grande no murió en las circunstancias descritas por la leyenda; no tuvo cientos de amantes, no era ninfómana ni voyeur, ni se puede demostrar que tuviese un gabinete decorado con decenas de artilugios sexuales. Estas afirmaciones son atribuibles a maniobras de sus detractores políticos para desprestigiarla.
Durante su largo reinado, inspirado por las ideas de la Ilustración, Rusia experimentó un renacimiento de la cultura y las ciencias que condujo a la fundación de muchas nuevas ciudades, universidades y teatros, junto con una inmigración a gran escala desde el resto de Europa y el reconocimiento de Rusia como una de las grandes potencias del continente.
Bisuaca o manoseo erótico es otro comportamiento humano que hila muy delgado a la luz de este tipo expresiones. Este vocablo ha adquirido protagonismo gracias a la bomba sexy del vallenato, Ana del Castillo, quien suele usar esta palabra para deslumbrar con su talento original en las presentaciones, gala en las que sobresale por su particular forma de cantar y derrochar despampanantes y seductores atributos corporales.
Al retomar la condición del arribista, es inevitable evocar a Francisco Pallares Campo, de Santana (Magdalena), pero hijo adoptivo de La Paz (Cesar), por procrear y forjar el desarrollo de un pueblo con su aserradero y el nacimiento y crecimiento de los hermanos Pallares (gemelos): Pacho y Miguel Pallares Gutiérrez, igual con prosapia de La Junta (La Guajira), ingenieros ambos, uno Metalúrgico y el otro Industrial: “No hay peor rico que aquel que fue pobre”, apostilló Francisco, tronco generacional de una familia de estirpe patriarcal, para denotar el afán del arribista por escalar, contrariando la razón de ser en un contexto de nobleza, “cambia de hojas, pero nunca pierdas tus raíces”, y hasta se olvida de sus viejas amistades por hacer nuevos amigos, ya de un estrato social más alto, fijando su mirada en las élites, no en vano surgen los dichos que encarnan la filosofía popular: “Al que buen árbol se arrima de buenas ramas se cobija”.
José María Vargas Vila, el más aventajado en estos enfoques, sentencia: ¡Deidad terrible, la mujer desnuda! Terrible, ¡porque así es omnipotente! Las adúlteras recamadas de oro ocultan su deshonra tras la insolencia del orgullo, pero en consonancia a esta otra narrativa del mismo autor, José Eustasio Rivera pone en contexto la siguiente premisa: “Algunos matrimonios, fieles a su medio social, ocultan sus pesares para pasar como modelos“.
Por: Miguel Aroca Yepes.
El síndrome de Catalina retrata al sexo hecho poder y encumbra a quienes, a través de sus encantos eróticos-sexuales, se empoderan en la vida pública.
El síndrome de Catalina retrata al sexo hecho poder y encumbra a quienes, a través de sus encantos eróticos-sexuales, se empoderan en la vida pública. Este fenómeno puede encarnar a la zarina Catalina de Rusia, o Catalina II La Grande, quien no tuvo escrúpulos en derrocar a su esposo, Pedro III, para reinar durante 34 años en el país de los zares, desde el 28 de junio de 1762 hasta su muerte, a los 67 años, término acuñado por los monarcas moscovitas en el siglo XV.
No hay que confundir el síndrome de Catalina con la ninfomanía, que es un trastorno psiquiátrico en la mujer, muy bien descrito por Tito Hernández Caamaño. Se caracteriza por el exceso de apetito sexual o el deseo compulsivo por el sexo, casi siempre sin que haya un lazo afectivo. Tampoco debe confundirse con el arribismo, cuya palabra deriva del comportamiento habitual del arribista. De acuerdo con la Real Academia Española, procede del francés arriviste, que a su vez hace referencia a la persona que progresa en la vida a través de medios rápidos e inescrupulosos.
Una leyenda negra, de origen bolchevique, aseguró que la zarina murió tras una fallida relación con un caballo, en tanto, el ímpetu sexual de Catalina era insaciable. Nada más lejos de la realidad: simplemente suplió con amantes la frialdad de su marido y una viudez regia que le imponía no casarse más.
Catalina II o Catalina la Grande no murió en las circunstancias descritas por la leyenda; no tuvo cientos de amantes, no era ninfómana ni voyeur, ni se puede demostrar que tuviese un gabinete decorado con decenas de artilugios sexuales. Estas afirmaciones son atribuibles a maniobras de sus detractores políticos para desprestigiarla.
Durante su largo reinado, inspirado por las ideas de la Ilustración, Rusia experimentó un renacimiento de la cultura y las ciencias que condujo a la fundación de muchas nuevas ciudades, universidades y teatros, junto con una inmigración a gran escala desde el resto de Europa y el reconocimiento de Rusia como una de las grandes potencias del continente.
Bisuaca o manoseo erótico es otro comportamiento humano que hila muy delgado a la luz de este tipo expresiones. Este vocablo ha adquirido protagonismo gracias a la bomba sexy del vallenato, Ana del Castillo, quien suele usar esta palabra para deslumbrar con su talento original en las presentaciones, gala en las que sobresale por su particular forma de cantar y derrochar despampanantes y seductores atributos corporales.
Al retomar la condición del arribista, es inevitable evocar a Francisco Pallares Campo, de Santana (Magdalena), pero hijo adoptivo de La Paz (Cesar), por procrear y forjar el desarrollo de un pueblo con su aserradero y el nacimiento y crecimiento de los hermanos Pallares (gemelos): Pacho y Miguel Pallares Gutiérrez, igual con prosapia de La Junta (La Guajira), ingenieros ambos, uno Metalúrgico y el otro Industrial: “No hay peor rico que aquel que fue pobre”, apostilló Francisco, tronco generacional de una familia de estirpe patriarcal, para denotar el afán del arribista por escalar, contrariando la razón de ser en un contexto de nobleza, “cambia de hojas, pero nunca pierdas tus raíces”, y hasta se olvida de sus viejas amistades por hacer nuevos amigos, ya de un estrato social más alto, fijando su mirada en las élites, no en vano surgen los dichos que encarnan la filosofía popular: “Al que buen árbol se arrima de buenas ramas se cobija”.
José María Vargas Vila, el más aventajado en estos enfoques, sentencia: ¡Deidad terrible, la mujer desnuda! Terrible, ¡porque así es omnipotente! Las adúlteras recamadas de oro ocultan su deshonra tras la insolencia del orgullo, pero en consonancia a esta otra narrativa del mismo autor, José Eustasio Rivera pone en contexto la siguiente premisa: “Algunos matrimonios, fieles a su medio social, ocultan sus pesares para pasar como modelos“.
Por: Miguel Aroca Yepes.