“Quereas. Sí, dejemos que Calígula continúe así. Es más, incitémosle a que siga por ese camino. Organicemos su locura. Llegará un día en que se quedará solo frente a un imperio, lleno de muertos y de familiares de muertos”. Calígula de Albert Camus. Un rey romano que dispone de un poder sin límites y que […]
“Quereas. Sí, dejemos que Calígula continúe así. Es más, incitémosle a que siga por ese camino. Organicemos su locura. Llegará un día en que se quedará solo frente a un imperio, lleno de muertos y de familiares de muertos”.
Calígula de Albert Camus. Un rey romano que dispone de un poder sin límites y que lo utilizó sin límites fue Calígula, y gobernaba por fuera de la razón y en estado de locura. El resultado de su gobierno no podía ser otro que un imperio lleno de muertos y de familiares de muertos. La invitación de Quereas no puede ser aceptada en nuestra república democrática.
Colombia no puede continuar siendo una nación llena de muertos y de familiares de muertos, de masacres y violencia, de terror y odio, de apelar a la combinación de formas de luchas para acceder al poder, conservarlo y continuar en el poder político.
El país en forma urgente tiene el imperativo ético de parar la escalada de violencia y de odio, asimismo tiene que superar como única solución justa para superar un conflicto armado no internacional que nos aflige es la cárcel.
La idea de que sin pena de cárcel no hay paz, como si la cárcel condujera al paraíso, es inaceptable. Tampoco, que la cárcel sea la alternativa para superar un conflicto armado o cualquier conflicto político o social. Menos, que la cárcel sea la alternativa para una juventud que protestó contra el gobierno por sus decisiones durante la pandemia. Que hubo violencia y se cometieron delitos, sin dudas. Pero el perdón es la vía para construir paz, no solo el castigo. Nuestra juventud merece el perdón.
Con poca justicia se puede vivir en paz, no es lo ideal, pero es lo real. El perfecto mundo ideal de estado justo es una gran idea, no es una realidad. Pero sin perdón, no es posible la reconciliación, y sin esta no es posible construir la paz. Renunciar a una justicia en la que el castigo sea directamente proporcional al daño, bajo una perspectiva kantiana o hegeliana, es lo prudente en este momento. Grandeza de espíritu y gran capacidad de perdonar, tiene necesariamente que ser el camino que ha de construirse para una paz total.
No es el derecho penal altamente represivo el que indique cómo se construye la paz; muy por lo contrario, es un derecho penal humanista y una interpretación, aplicación y creación del derecho al caso con espíritu humanista, lo que debe estar al orden del día, y revisar nuestra legislación penal para ponerse al servicio de la paz. Un derecho penal para la paz toca la puerta. Y, para perdonar hay que olvidar. Sin olvido de las afrentas no será posible el perdón, la reconciliación y la paz.
Los griegos, siempre ellos con su sabiduría, marcaron el espíritu del perdón para la paz y del olvido como instrumento de la paz. En “Justicia de las víctimas” el filósofo Manuel Reyes Mate Rupérez citando a Heródoto en el VI, 21 de su obra Historia, nos recuerda cómo reaccionaron los atenienses en la presentación de la obra dramática ‘La toma de Mileto’ de Frínico en la que se hacía memoria de la derrota de Atenas y de los sufrimientos que padecieron sus habitantes por la guerra.
La propuesta de ofrecer perdón a la juventud perteneciente a la conocida como la Primera Línea que están en la cárcel y bajo condenas e investigaciones penales y ofrecerles que formen parte de los gestores de paz es una política gubernamental que merece respaldo. Transformar a jóvenes en gestores de paz es una luz en tiempos de oscuridad. No dejar que se siembre cadáveres en la república y que esta se convierta en una gran cárcel es sano e inteligente. Es una calle que lleva a salir del laberinto.
“Quereas. Sí, dejemos que Calígula continúe así. Es más, incitémosle a que siga por ese camino. Organicemos su locura. Llegará un día en que se quedará solo frente a un imperio, lleno de muertos y de familiares de muertos”. Calígula de Albert Camus. Un rey romano que dispone de un poder sin límites y que […]
“Quereas. Sí, dejemos que Calígula continúe así. Es más, incitémosle a que siga por ese camino. Organicemos su locura. Llegará un día en que se quedará solo frente a un imperio, lleno de muertos y de familiares de muertos”.
Calígula de Albert Camus. Un rey romano que dispone de un poder sin límites y que lo utilizó sin límites fue Calígula, y gobernaba por fuera de la razón y en estado de locura. El resultado de su gobierno no podía ser otro que un imperio lleno de muertos y de familiares de muertos. La invitación de Quereas no puede ser aceptada en nuestra república democrática.
Colombia no puede continuar siendo una nación llena de muertos y de familiares de muertos, de masacres y violencia, de terror y odio, de apelar a la combinación de formas de luchas para acceder al poder, conservarlo y continuar en el poder político.
El país en forma urgente tiene el imperativo ético de parar la escalada de violencia y de odio, asimismo tiene que superar como única solución justa para superar un conflicto armado no internacional que nos aflige es la cárcel.
La idea de que sin pena de cárcel no hay paz, como si la cárcel condujera al paraíso, es inaceptable. Tampoco, que la cárcel sea la alternativa para superar un conflicto armado o cualquier conflicto político o social. Menos, que la cárcel sea la alternativa para una juventud que protestó contra el gobierno por sus decisiones durante la pandemia. Que hubo violencia y se cometieron delitos, sin dudas. Pero el perdón es la vía para construir paz, no solo el castigo. Nuestra juventud merece el perdón.
Con poca justicia se puede vivir en paz, no es lo ideal, pero es lo real. El perfecto mundo ideal de estado justo es una gran idea, no es una realidad. Pero sin perdón, no es posible la reconciliación, y sin esta no es posible construir la paz. Renunciar a una justicia en la que el castigo sea directamente proporcional al daño, bajo una perspectiva kantiana o hegeliana, es lo prudente en este momento. Grandeza de espíritu y gran capacidad de perdonar, tiene necesariamente que ser el camino que ha de construirse para una paz total.
No es el derecho penal altamente represivo el que indique cómo se construye la paz; muy por lo contrario, es un derecho penal humanista y una interpretación, aplicación y creación del derecho al caso con espíritu humanista, lo que debe estar al orden del día, y revisar nuestra legislación penal para ponerse al servicio de la paz. Un derecho penal para la paz toca la puerta. Y, para perdonar hay que olvidar. Sin olvido de las afrentas no será posible el perdón, la reconciliación y la paz.
Los griegos, siempre ellos con su sabiduría, marcaron el espíritu del perdón para la paz y del olvido como instrumento de la paz. En “Justicia de las víctimas” el filósofo Manuel Reyes Mate Rupérez citando a Heródoto en el VI, 21 de su obra Historia, nos recuerda cómo reaccionaron los atenienses en la presentación de la obra dramática ‘La toma de Mileto’ de Frínico en la que se hacía memoria de la derrota de Atenas y de los sufrimientos que padecieron sus habitantes por la guerra.
La propuesta de ofrecer perdón a la juventud perteneciente a la conocida como la Primera Línea que están en la cárcel y bajo condenas e investigaciones penales y ofrecerles que formen parte de los gestores de paz es una política gubernamental que merece respaldo. Transformar a jóvenes en gestores de paz es una luz en tiempos de oscuridad. No dejar que se siembre cadáveres en la república y que esta se convierta en una gran cárcel es sano e inteligente. Es una calle que lleva a salir del laberinto.