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Columnista - 16 agosto, 2022

Pueblo Bello, el pueblo de las dos verdades 

Pueblo Bello con un clima fabuloso que amaña, tiene la simpatía de su gente natural y el atractivo de su población indígena que enaltece la región y atrae la atención de los turistas.          

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Este fin de semana pasado, con puente incluido, tuve la oportunidad de visitar el municipio de Pueblo Bello. Grata invitación de Walter González Rodríguez y su distinguida esposa María Rita Mejía; además de la especial compañía de los amigos de siempre, Miguel Tomás y Alfredo Amaya; doña Lourdes Castro de Ariza, Yelitza Núñez y María de los Ángeles Escalante. Grata compañía.

Una excelente estadía que nos permitió disfrutar de esta población maravillosa, el pueblo que sí es bello y que además tiene a su haber muchas verdades más. Pueblo Bello con un clima fabuloso que amaña, tiene la simpatía de su gente natural y el atractivo de su población indígena que enaltece la región y atrae la atención de los turistas.          

Tiene razón Iván Murgas Vallejo, el destacado secretario de cultura y turismo del Cesar en fomentar el turismo y la cultura por los 25 municipios de este grandioso departamento, el Cesar; especialmente en destacar las bondades de un territorio indígena  tan prodigioso que motiva como la más hermosa musa a prodigioso poeta.

Cayenas y heliotropos de agraciados colores y aromas que enaltecen el corazón de Dios, que se inspiró en un pueblito al que hizo bello”. La historia nos cuenta que en las estribaciones de la sierra, surgió la magia, el amor, la esperanza;  desde allí los españoles crearon a San Sebastián de Rábago en la zona del poblado indígena Nabusimake.

Un corregimiento que dependía de Valledupar, comenzó a labrarse su propia historia con pujanza y con criterio. “El territorio geográfico donde se inicia la construcción del caserío está situado dentro de la línea negra (territorio sagrado) del Resguardo Indígena Arhuaco. Por iniciativa de una dama de prestante familia, a finales de la década de los años 20, una propuesta ante el concejo de Valledupar, le cambió de nombre.


Lucila Mestre, hija de Binerva Triana de Mestre lleva el proyecto de cambio de nombre y en memoria de su querida madre quien continuamente manifestaba que un paisaje tan hermoso con pintorescas casas y laboriosos y buenos moradores debería llamarse Pueblo Bello”.

Este es el pueblo que lleno de hidalguía se convirtió en un jardín, de naturaleza fresca, de gente agradable, de comercio y espacios promisorios, de economía dinámica. Hoy Pueblo Bello vive en reconciliación con la paz, se ha convertido en un paraíso para los vallenatos, quienes han llenado de casa campo cada rincón del pueblo.

Eso está bien, ayuda en el propósito turístico, solo que aquí es donde debemos pedirles a los propios y a los turistas, y a los que desde la edificación de casas y solares de recreación se convierten en habitantes del pueblo, a cuidar el territorio, a respetar su idiosincrasia a embellecerlo más, afinar el ornato. 

Lo turístico no puede afectar el amor por el pueblo, seamos todos vigías de esta población; quien venga a disfrutar de esta tierra que traiga y deje. Y que se lleve las ganas de volver. A cuidar el río Ariguaní, el Ariguanicito, a cuidar su naturaleza; porque este es el pueblo de las dos verdades. Pueblo Bello de grato sentir. Volveremos a saludar a los amigos, Hugo Bohórquez, Álvaro Imbrecht, Freddy Izquierdo, profesor Wilfrido Teherán, aquí estaremos. Sólo Eso.

Columnista
16 agosto, 2022

Pueblo Bello, el pueblo de las dos verdades 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Pueblo Bello con un clima fabuloso que amaña, tiene la simpatía de su gente natural y el atractivo de su población indígena que enaltece la región y atrae la atención de los turistas.          



Este fin de semana pasado, con puente incluido, tuve la oportunidad de visitar el municipio de Pueblo Bello. Grata invitación de Walter González Rodríguez y su distinguida esposa María Rita Mejía; además de la especial compañía de los amigos de siempre, Miguel Tomás y Alfredo Amaya; doña Lourdes Castro de Ariza, Yelitza Núñez y María de los Ángeles Escalante. Grata compañía.

Una excelente estadía que nos permitió disfrutar de esta población maravillosa, el pueblo que sí es bello y que además tiene a su haber muchas verdades más. Pueblo Bello con un clima fabuloso que amaña, tiene la simpatía de su gente natural y el atractivo de su población indígena que enaltece la región y atrae la atención de los turistas.          

Tiene razón Iván Murgas Vallejo, el destacado secretario de cultura y turismo del Cesar en fomentar el turismo y la cultura por los 25 municipios de este grandioso departamento, el Cesar; especialmente en destacar las bondades de un territorio indígena  tan prodigioso que motiva como la más hermosa musa a prodigioso poeta.

Cayenas y heliotropos de agraciados colores y aromas que enaltecen el corazón de Dios, que se inspiró en un pueblito al que hizo bello”. La historia nos cuenta que en las estribaciones de la sierra, surgió la magia, el amor, la esperanza;  desde allí los españoles crearon a San Sebastián de Rábago en la zona del poblado indígena Nabusimake.

Un corregimiento que dependía de Valledupar, comenzó a labrarse su propia historia con pujanza y con criterio. “El territorio geográfico donde se inicia la construcción del caserío está situado dentro de la línea negra (territorio sagrado) del Resguardo Indígena Arhuaco. Por iniciativa de una dama de prestante familia, a finales de la década de los años 20, una propuesta ante el concejo de Valledupar, le cambió de nombre.


Lucila Mestre, hija de Binerva Triana de Mestre lleva el proyecto de cambio de nombre y en memoria de su querida madre quien continuamente manifestaba que un paisaje tan hermoso con pintorescas casas y laboriosos y buenos moradores debería llamarse Pueblo Bello”.

Este es el pueblo que lleno de hidalguía se convirtió en un jardín, de naturaleza fresca, de gente agradable, de comercio y espacios promisorios, de economía dinámica. Hoy Pueblo Bello vive en reconciliación con la paz, se ha convertido en un paraíso para los vallenatos, quienes han llenado de casa campo cada rincón del pueblo.

Eso está bien, ayuda en el propósito turístico, solo que aquí es donde debemos pedirles a los propios y a los turistas, y a los que desde la edificación de casas y solares de recreación se convierten en habitantes del pueblo, a cuidar el territorio, a respetar su idiosincrasia a embellecerlo más, afinar el ornato. 

Lo turístico no puede afectar el amor por el pueblo, seamos todos vigías de esta población; quien venga a disfrutar de esta tierra que traiga y deje. Y que se lleve las ganas de volver. A cuidar el río Ariguaní, el Ariguanicito, a cuidar su naturaleza; porque este es el pueblo de las dos verdades. Pueblo Bello de grato sentir. Volveremos a saludar a los amigos, Hugo Bohórquez, Álvaro Imbrecht, Freddy Izquierdo, profesor Wilfrido Teherán, aquí estaremos. Sólo Eso.