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Columnista - 8 enero, 2022

Mis cuatro mamás

Tengo la suerte de tener 3 mamás más, cada una de ellas en un país diferente.

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Mi mamá es una manizaleña de las típicas: alegre, reza el rosario todas las tardes, muy creyente. Ya está retirada, vive en un pueblito en tierra templada y ahora disfruta de las mieles del descanso merecido luego de trabajar en el sector financiero por muchos años. La única cita fija que tiene todos los días es a las 11:00 a.m. para tomar café con uno de mis tíos que vive cerca y con otros amigos.

Pero tengo la suerte de tener 3 mamás más, cada una de ellas en un país diferente. Aquí va la historia de mi mamá alemana:

En agosto de 2005 durante un viaje que realicé a Europa, para participar en la Jornada Mundial de la Juventud que se desarrolló en Colonia, Alemania, una médica llamada Dorotea y su familia me hospedaron en su casa, sin costo, durante varios días. Compartimos charlas interminables, comidas típicas y salimos a pasear por la zona. Me habían dicho que los alemanes eran fríos y distantes y me sorprendieron con su amabilidad, su gentileza y tanta generosidad. Luego de ese viaje me volvieron a recibir en su casa en diciembre de 2007. Mi hermana hacía su maestría cerca a Stuttgart y Dorotea nos invitó a los dos a pasar con ella y su familia la Navidad de ese año. Fueron unos días especiales, tranquilos, de conciertos navideños en casa y de misa el 25 de diciembre en la Catedral de Colonia, donde pudimos admirar las “ventanas de Richter” que habían sido inauguradas en el costado sur de ese majestuoso edificio, 4 meses antes.

En el verano del 2008, en otras vacaciones, esta familia nos invitó a mi hermana y a mí a conocer Maguncia, cuna de las maravillas de Gutenberg y su imprenta. Estuvimos una semana conociendo la región, visitando museos, catando vinos en diferentes viñedos. Pudimos visitar uno de los monasterios en los que se filmó “El Nombre de la Rosa” -una de mis películas favoritas, se las recomiendo- con Sean Connery en el papel de Guillermo de Baskerville. Tuvimos unas vacaciones inolvidables. 

Llegó el 2010 y ya me encontraba viviendo en Madrid por motivos académicos: estaba cursando una Maestría en Dirección de Centros Educativos. En marzo fui contactado por Dorotea, quien me preguntó si podría verme con ellos en mayo. Tenía el tiempo y todas las ganas de hacerlo. Esta vez la invitación no era en Alemania sino incluía dos países que no conocía: Inglaterra y Malta. Me invitaban con todos los gastos pagos, como siempre, a estar con ellos en Londres y sus alrededores, durante 5 días. Luego viajaría solo a Malta por una semana para “descansar” del viaje a Inglaterra; esto sonaba increíble. Y así fue. Me enviaron los tiquetes aéreos Madrid a Londres, Londres a La Valeta y La Valeta a Londres. Luego por mi cuenta y con un amigo del alma que vivía en Lancaster, visité Manchester, Liverpool y muchos pueblitos y recorrimos por tierra Escocia con estadías más largas en Glasgow y Edimburgo. Pasado el mes tomaría un vuelo de regreso a Madrid.  ¡Qué vacaciones! 

Aunque visité Europa por diferentes motivos, en otros viajes, sólo fue hasta diciembre de 2017 en que pude reencontrarme con mi mamá alemana y su familia. Esta vez ya iba yo casado y les presentaría a mi media naranja. Nos encontramos en Colonia, en la plazoleta de la Catedral y almorzamos en un delicioso restaurante asiático. Pasamos una tarde de ensueño.

Hoy el matrimonio alemán que “me adoptó” ya está retirado y tenemos muchos planes de viajar por Alemania por tierra para seguir conociendo. Con ellos y en otros momentos, ya he tenido la suerte de haber recorrido el país de Sur a Norte, por todo el trayecto del Rin que va desde el lago Constanza, en la frontera con Suiza y Austria hasta, que éste desemboca en el Mar del Norte en las costas de los Países Bajos.

Cada Navidad y cada Año Nuevo hablamos, nos saludamos y nos felicitamos. En cada conversación sale el tema de cuándo nos reencontraremos y a dónde iremos. Somos familia. De conocidos duramos como un día en aquel frío agosto de 2005. Siendo familia ya llevamos más de 16 años. No alcanzan las palabras para agradecer tanto cariño, tanta bondad. 

¡Danke Doro!

Mientras tanto: en una semana esperen todo sobre mi tercera mamá…

Por Eduardo Ávila

Columnista
8 enero, 2022

Mis cuatro mamás

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Eduardo Ávila

Tengo la suerte de tener 3 mamás más, cada una de ellas en un país diferente.


Mi mamá es una manizaleña de las típicas: alegre, reza el rosario todas las tardes, muy creyente. Ya está retirada, vive en un pueblito en tierra templada y ahora disfruta de las mieles del descanso merecido luego de trabajar en el sector financiero por muchos años. La única cita fija que tiene todos los días es a las 11:00 a.m. para tomar café con uno de mis tíos que vive cerca y con otros amigos.

Pero tengo la suerte de tener 3 mamás más, cada una de ellas en un país diferente. Aquí va la historia de mi mamá alemana:

En agosto de 2005 durante un viaje que realicé a Europa, para participar en la Jornada Mundial de la Juventud que se desarrolló en Colonia, Alemania, una médica llamada Dorotea y su familia me hospedaron en su casa, sin costo, durante varios días. Compartimos charlas interminables, comidas típicas y salimos a pasear por la zona. Me habían dicho que los alemanes eran fríos y distantes y me sorprendieron con su amabilidad, su gentileza y tanta generosidad. Luego de ese viaje me volvieron a recibir en su casa en diciembre de 2007. Mi hermana hacía su maestría cerca a Stuttgart y Dorotea nos invitó a los dos a pasar con ella y su familia la Navidad de ese año. Fueron unos días especiales, tranquilos, de conciertos navideños en casa y de misa el 25 de diciembre en la Catedral de Colonia, donde pudimos admirar las “ventanas de Richter” que habían sido inauguradas en el costado sur de ese majestuoso edificio, 4 meses antes.

En el verano del 2008, en otras vacaciones, esta familia nos invitó a mi hermana y a mí a conocer Maguncia, cuna de las maravillas de Gutenberg y su imprenta. Estuvimos una semana conociendo la región, visitando museos, catando vinos en diferentes viñedos. Pudimos visitar uno de los monasterios en los que se filmó “El Nombre de la Rosa” -una de mis películas favoritas, se las recomiendo- con Sean Connery en el papel de Guillermo de Baskerville. Tuvimos unas vacaciones inolvidables. 

Llegó el 2010 y ya me encontraba viviendo en Madrid por motivos académicos: estaba cursando una Maestría en Dirección de Centros Educativos. En marzo fui contactado por Dorotea, quien me preguntó si podría verme con ellos en mayo. Tenía el tiempo y todas las ganas de hacerlo. Esta vez la invitación no era en Alemania sino incluía dos países que no conocía: Inglaterra y Malta. Me invitaban con todos los gastos pagos, como siempre, a estar con ellos en Londres y sus alrededores, durante 5 días. Luego viajaría solo a Malta por una semana para “descansar” del viaje a Inglaterra; esto sonaba increíble. Y así fue. Me enviaron los tiquetes aéreos Madrid a Londres, Londres a La Valeta y La Valeta a Londres. Luego por mi cuenta y con un amigo del alma que vivía en Lancaster, visité Manchester, Liverpool y muchos pueblitos y recorrimos por tierra Escocia con estadías más largas en Glasgow y Edimburgo. Pasado el mes tomaría un vuelo de regreso a Madrid.  ¡Qué vacaciones! 

Aunque visité Europa por diferentes motivos, en otros viajes, sólo fue hasta diciembre de 2017 en que pude reencontrarme con mi mamá alemana y su familia. Esta vez ya iba yo casado y les presentaría a mi media naranja. Nos encontramos en Colonia, en la plazoleta de la Catedral y almorzamos en un delicioso restaurante asiático. Pasamos una tarde de ensueño.

Hoy el matrimonio alemán que “me adoptó” ya está retirado y tenemos muchos planes de viajar por Alemania por tierra para seguir conociendo. Con ellos y en otros momentos, ya he tenido la suerte de haber recorrido el país de Sur a Norte, por todo el trayecto del Rin que va desde el lago Constanza, en la frontera con Suiza y Austria hasta, que éste desemboca en el Mar del Norte en las costas de los Países Bajos.

Cada Navidad y cada Año Nuevo hablamos, nos saludamos y nos felicitamos. En cada conversación sale el tema de cuándo nos reencontraremos y a dónde iremos. Somos familia. De conocidos duramos como un día en aquel frío agosto de 2005. Siendo familia ya llevamos más de 16 años. No alcanzan las palabras para agradecer tanto cariño, tanta bondad. 

¡Danke Doro!

Mientras tanto: en una semana esperen todo sobre mi tercera mamá…

Por Eduardo Ávila