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Columnista - 20 enero, 2011

Echándole manos al calendario

Por: Luis Napoleón de Armas P. Por estos días, los temas de opinión son escasos; eso se ve en todos los periódicos y revistas; parece como si el tiempo se hubiere estancado y la historia estuviese de vacaciones; no es fácil escribir una columna de interés para el lector promedio; toca sacar la goma que […]

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Por: Luis Napoleón de Armas P.

Por estos días, los temas de opinión son escasos; eso se ve en todos los periódicos y revistas; parece como si el tiempo se hubiere estancado y la historia estuviese de vacaciones; no es fácil escribir una columna de interés para el lector promedio; toca sacar la goma que tienen el investigador social y el docente para cumplirle a nuestros seguidores, o estar atentos al más simple detalle para darle forma; es como hacer un equilibrado trompo de un duro macurutú.  Al comenzar el año fijamos nuestras esperanzas, asociando siempre el pasado y el orden cronológico de los acontecimientos. Por estos días solemos planificar parte del futuro apoyándonos en un medidor del tiempo que es el calendario. El hombre siempre tuvo la necesidad de contar el tiempo y ubicarse en el universo, con sus cambios y fenómenos siderales. La liturgia fue la base de estas cavilaciones, de la mano de la astronomía,  con componentes mitológicos y de poder; por eso, los meses y los días están relacionados con alguna deidad o autoridad. En la actualidad nos rige el calendario gregoriano, en honor al Papa Gregorio XIII quien, para darle cumplimiento al Concilio de Trento, lo oficializó mediante la bula Inter Gravissimas, en el año 1.582. Según este calendario, el año tiene 365 días seculares y cada cuatro años 366 días (llamado el bisiesto porque tiene dos sextos), con un error de 26 segundos cada año, de tal manera que cada 3.300 años se acumularía un día más; en esa fecha, habrá que hacerle un ajuste al calendario.  Esto se debe a que una vuelta completa de la órbita de la tierra o año solar, no coincide exactamente con el número de veces que ésta rota sobre su eje, llamado año trópico, en ese mismo periodo. El calendario persa, era más exacto pero no lo adoptaron; acumulaba un día cada 3.5 millones de años. Este calendario, pese a haber corregido al juliano, no pudo sustraerse de la influencia pagana de aquél, que traía la impronta egipcia; los nombres de algunos meses y días, así lo confirman. Todos hablamos de esas divisiones hebdomadarias y mensuales pero, quizás, muchos desconocen el porqué se llaman así. En esta época del año, he creído conveniente hacer esa pedagogía. Enero viene de Januárium, expresión latina, una declinación verbal de la diosa Jano, que significaba “el día de los portales”, esto es, la entrada. Eso es enero, la puerta de entrada del año. En lengua inglesa la derivación es mas parecida, january. Febrero procede de “februa”, época de las hogueras y la purificación. Marzo viene de otra declinación latina, “martium”, que pertenece a Marte, el dios de la guerra; la expresión romana, “los idus de marzo ya llegaron, pero no han pasado, tiene relación con intrigas guerreristas del imperio romano. Abril, procede del término “april” que denota primavera. Mayo viene de Máium, mes de María, diosa de la abundancia. Junio, Junium, derivado de Juno, diosa del hogar y de la familia. Julio y Agosto ya tienen otras connotaciones; se llaman así en honor de los emperadores Julio César y César Augusto. De ahí en adelante, la nomenclatura es del tipo ordinal, hasta el décimo, hoy duodécimo, porque antes solo eran diez meses. Algunos apellidos, quizás, vienen de allí; Abril, Mayo y Julio lo son.  Y, si los nombres de los meses son una constelación solar, los días de la semana son otra evocación planetaria. El lunes es un homenaje a la luna, martes al dios Marte; miércoles viene de Mercurio, jueves de Júpiter, viernes de Venus, sábado del dios Saturno y domingo, de Dóminus, día del Señor. Es curioso que el domingo, siendo el día bíblico de descanso al final de una jornada, sea el primero en el calendario; la razón es que este calendario tiene fuerte influencia litúrgica y fue cuadrado en función de la liturgia; el domingo es el primer día de la liturgia cristiana. Este calendario se repite cada 400 años pero ningún año comienza en domingo. Se repetirá en 2.382.
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Columnista
20 enero, 2011

Echándole manos al calendario

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Por: Luis Napoleón de Armas P. Por estos días, los temas de opinión son escasos; eso se ve en todos los periódicos y revistas; parece como si el tiempo se hubiere estancado y la historia estuviese de vacaciones; no es fácil escribir una columna de interés para el lector promedio; toca sacar la goma que […]


Por: Luis Napoleón de Armas P.

Por estos días, los temas de opinión son escasos; eso se ve en todos los periódicos y revistas; parece como si el tiempo se hubiere estancado y la historia estuviese de vacaciones; no es fácil escribir una columna de interés para el lector promedio; toca sacar la goma que tienen el investigador social y el docente para cumplirle a nuestros seguidores, o estar atentos al más simple detalle para darle forma; es como hacer un equilibrado trompo de un duro macurutú.  Al comenzar el año fijamos nuestras esperanzas, asociando siempre el pasado y el orden cronológico de los acontecimientos. Por estos días solemos planificar parte del futuro apoyándonos en un medidor del tiempo que es el calendario. El hombre siempre tuvo la necesidad de contar el tiempo y ubicarse en el universo, con sus cambios y fenómenos siderales. La liturgia fue la base de estas cavilaciones, de la mano de la astronomía,  con componentes mitológicos y de poder; por eso, los meses y los días están relacionados con alguna deidad o autoridad. En la actualidad nos rige el calendario gregoriano, en honor al Papa Gregorio XIII quien, para darle cumplimiento al Concilio de Trento, lo oficializó mediante la bula Inter Gravissimas, en el año 1.582. Según este calendario, el año tiene 365 días seculares y cada cuatro años 366 días (llamado el bisiesto porque tiene dos sextos), con un error de 26 segundos cada año, de tal manera que cada 3.300 años se acumularía un día más; en esa fecha, habrá que hacerle un ajuste al calendario.  Esto se debe a que una vuelta completa de la órbita de la tierra o año solar, no coincide exactamente con el número de veces que ésta rota sobre su eje, llamado año trópico, en ese mismo periodo. El calendario persa, era más exacto pero no lo adoptaron; acumulaba un día cada 3.5 millones de años. Este calendario, pese a haber corregido al juliano, no pudo sustraerse de la influencia pagana de aquél, que traía la impronta egipcia; los nombres de algunos meses y días, así lo confirman. Todos hablamos de esas divisiones hebdomadarias y mensuales pero, quizás, muchos desconocen el porqué se llaman así. En esta época del año, he creído conveniente hacer esa pedagogía. Enero viene de Januárium, expresión latina, una declinación verbal de la diosa Jano, que significaba “el día de los portales”, esto es, la entrada. Eso es enero, la puerta de entrada del año. En lengua inglesa la derivación es mas parecida, january. Febrero procede de “februa”, época de las hogueras y la purificación. Marzo viene de otra declinación latina, “martium”, que pertenece a Marte, el dios de la guerra; la expresión romana, “los idus de marzo ya llegaron, pero no han pasado, tiene relación con intrigas guerreristas del imperio romano. Abril, procede del término “april” que denota primavera. Mayo viene de Máium, mes de María, diosa de la abundancia. Junio, Junium, derivado de Juno, diosa del hogar y de la familia. Julio y Agosto ya tienen otras connotaciones; se llaman así en honor de los emperadores Julio César y César Augusto. De ahí en adelante, la nomenclatura es del tipo ordinal, hasta el décimo, hoy duodécimo, porque antes solo eran diez meses. Algunos apellidos, quizás, vienen de allí; Abril, Mayo y Julio lo son.  Y, si los nombres de los meses son una constelación solar, los días de la semana son otra evocación planetaria. El lunes es un homenaje a la luna, martes al dios Marte; miércoles viene de Mercurio, jueves de Júpiter, viernes de Venus, sábado del dios Saturno y domingo, de Dóminus, día del Señor. Es curioso que el domingo, siendo el día bíblico de descanso al final de una jornada, sea el primero en el calendario; la razón es que este calendario tiene fuerte influencia litúrgica y fue cuadrado en función de la liturgia; el domingo es el primer día de la liturgia cristiana. Este calendario se repite cada 400 años pero ningún año comienza en domingo. Se repetirá en 2.382.
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