Van dos citas de reuniones de columnistas de EL PILÓN. Tertulias amables, llenas de cuentos picantes, “¡cuántos pellejos ajenos han quedado colgantes en los labios castos de esos niños buenos!”. La del sábado pasado fue en casa del gran Safady, un caricaturista inteligentemente mordaz (pero no agresivo), y dador -hasta a saciedad- de palo con […]
Van dos citas de reuniones de columnistas de EL PILÓN. Tertulias amables, llenas de cuentos picantes, “¡cuántos pellejos ajenos han quedado colgantes en los labios castos de esos niños buenos!”. La del sábado pasado fue en casa del gran Safady, un caricaturista inteligentemente mordaz (pero no agresivo), y dador -hasta a saciedad- de palo con humor. Al lado de él, su señora, Amalia Morón De La Hoz, observadora y pasible mirando amorosamente a su consorte.
Esta vez nos acompañó Juan Carlos Quintero Castro, accionista mayoritario de EL PILÓN. Afable, agradable, directo, claridoso y sin ambages en lo que piensa y dice. Circunspecto.
El reconocido, prestigioso, veterano y septuagenario médico José Romero Churio y el francote octogenario José Aponte Martinez, cuando toman la palabra -en todo tiempo- y dando sucesivamente vueltas sobre la anécdota que repiten una y otra vez -en la medida que consumen un whisky- dijeron en susurro que Hugo Mendoza no dejaba hablar. ¿¡Qué tal!?
Safady siempre ríe a carcajadas, pero en silencio. La única columnista presente, Cenaida Alvis Barranco, habla lo suficiente, ofreciendo punzadas agudas y de género, pero se siente cómoda en esos ambientes que suben de tono, vehemencia y contundencia dependiendo del momento, el tema y de los tragos que avanzan. Antonio María Araujo (sin rencor, pero crítico, severo e incisivo) dispara a varios flancos y siempre inicia con comentarios marcadamente en oposición, constantemente aludiendo al cauteloso Edgardo Mendoza Guerra. Colega, pero no pariente.
Hubo un especial reconocimiento con nota de estilo para Juan Carlos Quintero Castro y José Aponte Martínez. No entendía el por qué, pero me correspondió leer a viva voz y con entonado acento las dedicadas: “Por su larga trayectoria como generador de opinión, compromiso con la ciudadanía de Valledupar y por ser el pechiche del grupo de WhatsApp de columnistas de EL PILÓN”: A Aponte Martínez. Y respecto del primero quedó moldeado: “Por su gran aporte al periodismo regional como director del diario EL PILÓN y por ser parte del grupo de WhatsApp de columnistas de EL PILÓN”.
El recién inaugurado columnista de opinión Fausto Cotes se excusó y se hizo presente con una botella de whisky. José Aponte Martínez describió coloquialmente el problema de salud de quien se excusaba como un eterno problema estomacal con mucha resonancia -dijo-. Deivis Caro se pretexta por convicción religiosa que no le permite ni siquiera oír los vaivenes y altisonancia cada que se opina con prevenciones por los contertulios, que empiezan a integrarse porque provienen de ámbitos y entornos distintos. Y ya muchos, casi todos, mayores que se erizan por susceptibilidades, sobre todo cuando intervenimos los baby boomers.
En esas tertulias, este columnista opinador siempre aborda temas de connotación jurídica, aprovechando que los casos de exposición mediática diariamente nos atropellan, pero con afán de procurar explicaciones en derecho para que los demás columnistas opinadores eviten incurrir en juicios de valor, concluyentes o enfáticos, respecto de temas que abordan sin mínimos conocimientos en la materia que se trata. Y se me riposta diciendo que tienen licencia para opinar aún en temáticas jurídicas.
Explico que los columnistas de opinión -despolitizados- pueden ofrecer sus posturas propias, pero lo que no es pertinente es asumir la condición de jueces paralelos ni tomar partida en soluciones jurídicas que no les atañen ni siquiera como ejercicio especulativo. Siempre toman posturas partidistas y de convicciones ideológicas que no se pueden arrogar en temáticas jurídicas, amen que no conocen ni siquiera en sus nociones básicas. Eso no implica no poder opinar desde una perspectiva crítica, pero sin ensayar ser fiscalizadores, ni contrapoder, porque el periodismo no es poder, ni puede suplantar a las instituciones ni a las autoridades. Ni incitar al prejuicio con insidia.
Van dos citas de reuniones de columnistas de EL PILÓN. Tertulias amables, llenas de cuentos picantes, “¡cuántos pellejos ajenos han quedado colgantes en los labios castos de esos niños buenos!”. La del sábado pasado fue en casa del gran Safady, un caricaturista inteligentemente mordaz (pero no agresivo), y dador -hasta a saciedad- de palo con […]
Van dos citas de reuniones de columnistas de EL PILÓN. Tertulias amables, llenas de cuentos picantes, “¡cuántos pellejos ajenos han quedado colgantes en los labios castos de esos niños buenos!”. La del sábado pasado fue en casa del gran Safady, un caricaturista inteligentemente mordaz (pero no agresivo), y dador -hasta a saciedad- de palo con humor. Al lado de él, su señora, Amalia Morón De La Hoz, observadora y pasible mirando amorosamente a su consorte.
Esta vez nos acompañó Juan Carlos Quintero Castro, accionista mayoritario de EL PILÓN. Afable, agradable, directo, claridoso y sin ambages en lo que piensa y dice. Circunspecto.
El reconocido, prestigioso, veterano y septuagenario médico José Romero Churio y el francote octogenario José Aponte Martinez, cuando toman la palabra -en todo tiempo- y dando sucesivamente vueltas sobre la anécdota que repiten una y otra vez -en la medida que consumen un whisky- dijeron en susurro que Hugo Mendoza no dejaba hablar. ¿¡Qué tal!?
Safady siempre ríe a carcajadas, pero en silencio. La única columnista presente, Cenaida Alvis Barranco, habla lo suficiente, ofreciendo punzadas agudas y de género, pero se siente cómoda en esos ambientes que suben de tono, vehemencia y contundencia dependiendo del momento, el tema y de los tragos que avanzan. Antonio María Araujo (sin rencor, pero crítico, severo e incisivo) dispara a varios flancos y siempre inicia con comentarios marcadamente en oposición, constantemente aludiendo al cauteloso Edgardo Mendoza Guerra. Colega, pero no pariente.
Hubo un especial reconocimiento con nota de estilo para Juan Carlos Quintero Castro y José Aponte Martínez. No entendía el por qué, pero me correspondió leer a viva voz y con entonado acento las dedicadas: “Por su larga trayectoria como generador de opinión, compromiso con la ciudadanía de Valledupar y por ser el pechiche del grupo de WhatsApp de columnistas de EL PILÓN”: A Aponte Martínez. Y respecto del primero quedó moldeado: “Por su gran aporte al periodismo regional como director del diario EL PILÓN y por ser parte del grupo de WhatsApp de columnistas de EL PILÓN”.
El recién inaugurado columnista de opinión Fausto Cotes se excusó y se hizo presente con una botella de whisky. José Aponte Martínez describió coloquialmente el problema de salud de quien se excusaba como un eterno problema estomacal con mucha resonancia -dijo-. Deivis Caro se pretexta por convicción religiosa que no le permite ni siquiera oír los vaivenes y altisonancia cada que se opina con prevenciones por los contertulios, que empiezan a integrarse porque provienen de ámbitos y entornos distintos. Y ya muchos, casi todos, mayores que se erizan por susceptibilidades, sobre todo cuando intervenimos los baby boomers.
En esas tertulias, este columnista opinador siempre aborda temas de connotación jurídica, aprovechando que los casos de exposición mediática diariamente nos atropellan, pero con afán de procurar explicaciones en derecho para que los demás columnistas opinadores eviten incurrir en juicios de valor, concluyentes o enfáticos, respecto de temas que abordan sin mínimos conocimientos en la materia que se trata. Y se me riposta diciendo que tienen licencia para opinar aún en temáticas jurídicas.
Explico que los columnistas de opinión -despolitizados- pueden ofrecer sus posturas propias, pero lo que no es pertinente es asumir la condición de jueces paralelos ni tomar partida en soluciones jurídicas que no les atañen ni siquiera como ejercicio especulativo. Siempre toman posturas partidistas y de convicciones ideológicas que no se pueden arrogar en temáticas jurídicas, amen que no conocen ni siquiera en sus nociones básicas. Eso no implica no poder opinar desde una perspectiva crítica, pero sin ensayar ser fiscalizadores, ni contrapoder, porque el periodismo no es poder, ni puede suplantar a las instituciones ni a las autoridades. Ni incitar al prejuicio con insidia.