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Columnista - 8 marzo, 2021

El tigre no es como lo pintan

Es un dicho popular cuyo significado expresa que las cosas, en muchas ocasiones, no son lo que aparentan, y los hechos que se enuncian a continuación parecen confirmarlo. Hace aproximadamente cuatro décadas, en una noche oscura, un pintor de brocha gorda, inopinadamente decide saltar la alta verja e introducirse en el jardín del Palacio de […]

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Es un dicho popular cuyo significado expresa que las cosas, en muchas ocasiones, no son lo que aparentan, y los hechos que se enuncian a continuación parecen confirmarlo. Hace aproximadamente cuatro décadas, en una noche oscura, un pintor de brocha gorda, inopinadamente decide saltar la alta verja e introducirse en el jardín del Palacio de Buckingham, en la capital del Reino Unido, sin que su presencia fuera advertida por el personal de seguridad, ni detectada por las alarmas.

 El intruso Michael Fagan llegó hasta los aposentos de la Reina Isabel II, con quien tuvo la osadía de conversar amplia y plácidamente, antes que el personal de seguridad se percatara y le echara mano. Nadie se explica cómo pudo ocurrir un hecho semejante, en un lugar que se supone goza de la más estricta vigilancia de la guardia real, y toda la tecnología con la que se podía contar por aquel entonces.

El segundo hecho que confirma lo anterior ocurrió en enero 6 del presente año, en el Capitolio de los EE. UU una turba de seguidores de Trump, entró en el sagrado recinto sin que las fuerzas de seguridad movieran un dedo para evitarlo, luego de entrar se tomaron fotos irreverentes a placer. Las investigaciones no se han hecho esperar y han rodado varias cabezas, pues al parecer hubo complicidad del personal de seguridad, para no mencionar que fueron incitados por el señor Trump, quien salió airoso de este insuceso que le costó su segundo juicio político.

 Lo insólito es que se supone que este recinto cuenta con la más alta tecnología y personal entrenado, para “garantizar” la seguridad.

El tercer hecho se conoce como el Robo del Siglo y ocurrió en el Banco de la República de Valledupar, un 16 de octubre, hace 26 años, cuando un grupo pequeño de personas ingresaron con el pretexto de arreglar el aire acondicionado, logrando sustraer de la bóveda la friolera de $24.072 millones de pesos. El suceso no podía pasar desapercibido y Netflix lo tomó para hacer una película, y es que no es para menos.

Tres hechos distintos, en tres lugares distantes, y en tres épocas diferentes, todos ellos en apariencia infranqueables por contar con los más modernos dispositivos tecnológicos, y  un personal rigurosamente entrenado para cualquier evento que ponga en riesgo su seguridad, precisamente porque son centros de poder político y económico, pero resultan vulnerables, por motivos que han sido materia de investigación pero que nunca son completamente aclarados, quedando solo para ser llevados a la pantalla grande, casi que haciendo apología de la astucia de sus autores materiales, en contraste con la paquidérmica reacción de las autoridades encargadas de su custodia.

Los episodios citados son solo tres ejemplos reales, tomados al azar, pero podríamos mencionar muchos más, que no hacen más que confirmar el sabio adagio popular: “El tigre no es como lo pintan”.  

Nota de cierre: Hablando de seguridad, desesperados se encuentran los residentes de la carrera sexta del Centro Histórico de esta ciudad, por el accionar de los vándalos que, aprovechando la noche, se roban los controles de gas, tapas de los contadores de agua, materas, faroles y un largo etcétera, sin que ninguna autoridad les ponga su “tatequieto”. Ojalá que con el nuevo comandante de la Policía, Coronel Douglas Alejandro Restrepo Murillo, la cosa mejore.

Darío Arregocés – [email protected]

Columnista
8 marzo, 2021

El tigre no es como lo pintan

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

Es un dicho popular cuyo significado expresa que las cosas, en muchas ocasiones, no son lo que aparentan, y los hechos que se enuncian a continuación parecen confirmarlo. Hace aproximadamente cuatro décadas, en una noche oscura, un pintor de brocha gorda, inopinadamente decide saltar la alta verja e introducirse en el jardín del Palacio de […]


Es un dicho popular cuyo significado expresa que las cosas, en muchas ocasiones, no son lo que aparentan, y los hechos que se enuncian a continuación parecen confirmarlo. Hace aproximadamente cuatro décadas, en una noche oscura, un pintor de brocha gorda, inopinadamente decide saltar la alta verja e introducirse en el jardín del Palacio de Buckingham, en la capital del Reino Unido, sin que su presencia fuera advertida por el personal de seguridad, ni detectada por las alarmas.

 El intruso Michael Fagan llegó hasta los aposentos de la Reina Isabel II, con quien tuvo la osadía de conversar amplia y plácidamente, antes que el personal de seguridad se percatara y le echara mano. Nadie se explica cómo pudo ocurrir un hecho semejante, en un lugar que se supone goza de la más estricta vigilancia de la guardia real, y toda la tecnología con la que se podía contar por aquel entonces.

El segundo hecho que confirma lo anterior ocurrió en enero 6 del presente año, en el Capitolio de los EE. UU una turba de seguidores de Trump, entró en el sagrado recinto sin que las fuerzas de seguridad movieran un dedo para evitarlo, luego de entrar se tomaron fotos irreverentes a placer. Las investigaciones no se han hecho esperar y han rodado varias cabezas, pues al parecer hubo complicidad del personal de seguridad, para no mencionar que fueron incitados por el señor Trump, quien salió airoso de este insuceso que le costó su segundo juicio político.

 Lo insólito es que se supone que este recinto cuenta con la más alta tecnología y personal entrenado, para “garantizar” la seguridad.

El tercer hecho se conoce como el Robo del Siglo y ocurrió en el Banco de la República de Valledupar, un 16 de octubre, hace 26 años, cuando un grupo pequeño de personas ingresaron con el pretexto de arreglar el aire acondicionado, logrando sustraer de la bóveda la friolera de $24.072 millones de pesos. El suceso no podía pasar desapercibido y Netflix lo tomó para hacer una película, y es que no es para menos.

Tres hechos distintos, en tres lugares distantes, y en tres épocas diferentes, todos ellos en apariencia infranqueables por contar con los más modernos dispositivos tecnológicos, y  un personal rigurosamente entrenado para cualquier evento que ponga en riesgo su seguridad, precisamente porque son centros de poder político y económico, pero resultan vulnerables, por motivos que han sido materia de investigación pero que nunca son completamente aclarados, quedando solo para ser llevados a la pantalla grande, casi que haciendo apología de la astucia de sus autores materiales, en contraste con la paquidérmica reacción de las autoridades encargadas de su custodia.

Los episodios citados son solo tres ejemplos reales, tomados al azar, pero podríamos mencionar muchos más, que no hacen más que confirmar el sabio adagio popular: “El tigre no es como lo pintan”.  

Nota de cierre: Hablando de seguridad, desesperados se encuentran los residentes de la carrera sexta del Centro Histórico de esta ciudad, por el accionar de los vándalos que, aprovechando la noche, se roban los controles de gas, tapas de los contadores de agua, materas, faroles y un largo etcétera, sin que ninguna autoridad les ponga su “tatequieto”. Ojalá que con el nuevo comandante de la Policía, Coronel Douglas Alejandro Restrepo Murillo, la cosa mejore.

Darío Arregocés – [email protected]