“Recuerdo cuando la conocí por primera vez en el templo de la Inmaculada Concepción, junto a su esposo Orlando Becerra, recibíamos las catequesis de conformación de comunidades de parejas. Recuerdo su alegría, espontaneidad y buen sentido del humor.
“Recuerdo cuando la conocí por primera vez en el templo de la Inmaculada Concepción, junto a su esposo Orlando Becerra, recibíamos las catequesis de conformación de comunidades de parejas. Recuerdo su alegría, espontaneidad y buen sentido del humor.
Comenzamos este camino tomadas de la mano de Dios y de las manos de cada uno como hermanos, crecimos y aprendimos a conocer La Palabra, a través de los estudios bíblicos, eucaristías y catequesis, las cuales iban limpiando nuestros corazones manchados por los pecados. Miriam, mi comadre, logró limpiarlos primero que yo, muestra de ello, es el suceso de su fallecimiento hoy está en la casa del Padre por lo que ella trabajó cada día (Su conversión, su santidad).
De mi parte siempre hubo manifestaciones del amor profundo que existía en mi familia hacía ella, tanto amor que bautizó a una de mis hijas; nos unía un lazo muy fuerte, el amor a Dios, al Padre, al Hijo al Espíritu Santo y eso va más allá de la eternidad.
Miriam fue una persona que siempre estaba atenta a su familia, esposo, hijos, nietos, hermanos, amigos, comunidad, de la parroquia, de los sacerdotes; luchó incansablemente por los matrimonios, y en su corazón se llevó a las comunidades de parejas. Era una auténtica líder y junto a su esposo Orlando, se convirtieron en los animadores de la Segunda Comunidad de Parejas de la parroquia Inmaculada Concepción, y sí que le hacía honor a su cargo, era una verdadera animadora siempre atenta a cada movimiento que daban en sus vidas sus hermanos de comunidad, sus tristezas, sus problemas, sus logros, sus alegrías, es por ello que hoy nos duele y lloramos su partida. Mencionando un poco más sus cualidades, Miriam era una mujer que le hizo honor a su nombre cuyo significado es: servidora de Dios.
Otra enseñanza que dejó en mi corazón fue asistir los viernes a visitar la comunidad del hermano Jorge Ortega, que pertenece al movimiento cristiano: “Hermanos Siervos Vivos”, ella recibió una invitación de parte de alguien para asistir a este estudió bíblico, y esa invitación la extendió a mí, semanalmente cumplíamos con nuestra cita, allí aprendimos muchas cosas del amor de Dios.
Miriam Acuña fue una mujer excepcional, fiel, líder, servicial, elegante, entregada siempre a la misión que Dios y mamita María le encomendaba. Todo lo que hizo, lo hizo con amor, lo primero para ella eran los demás arriesgando incluso su tranquilidad y su paz. En su familia como esposa siempre preocupada por su adorado Orlando, preocupada por sus hijos, y ni hablar de su comportamiento de madre, abuela, tía, hermana.
Fue una excelente amiga, en las buenas y en las malas, llegaba a tal punto de quitar la comida de su mesa para darla a aquel que no tenía, sus comportamientos eran espontáneos, nunca esperó recibir nada a cambio de su generosidad. No existe persona alguna que haya tenido relación con Miriam y que no tenga por decir algo bueno de ella, ha dejado un gran legado y por eso la recordaremos eternamente.
Hoy nos queda la certeza de que mi comadre Miriam Esther Acuña Padilla se encuentra en un mejor lugar, donde el dolor, el sufrimiento, el llanto y la tristeza pasan a un segundo plano, donde solo reina el amor. Ahora está con Dios y con su “Amada María” como solía llamarla gozando de su vida eterna, hoy confiamos en aquel que nos dio la vida. “Descansa en Paz, hermana Miriam”.
“Recuerdo cuando la conocí por primera vez en el templo de la Inmaculada Concepción, junto a su esposo Orlando Becerra, recibíamos las catequesis de conformación de comunidades de parejas. Recuerdo su alegría, espontaneidad y buen sentido del humor.
“Recuerdo cuando la conocí por primera vez en el templo de la Inmaculada Concepción, junto a su esposo Orlando Becerra, recibíamos las catequesis de conformación de comunidades de parejas. Recuerdo su alegría, espontaneidad y buen sentido del humor.
Comenzamos este camino tomadas de la mano de Dios y de las manos de cada uno como hermanos, crecimos y aprendimos a conocer La Palabra, a través de los estudios bíblicos, eucaristías y catequesis, las cuales iban limpiando nuestros corazones manchados por los pecados. Miriam, mi comadre, logró limpiarlos primero que yo, muestra de ello, es el suceso de su fallecimiento hoy está en la casa del Padre por lo que ella trabajó cada día (Su conversión, su santidad).
De mi parte siempre hubo manifestaciones del amor profundo que existía en mi familia hacía ella, tanto amor que bautizó a una de mis hijas; nos unía un lazo muy fuerte, el amor a Dios, al Padre, al Hijo al Espíritu Santo y eso va más allá de la eternidad.
Miriam fue una persona que siempre estaba atenta a su familia, esposo, hijos, nietos, hermanos, amigos, comunidad, de la parroquia, de los sacerdotes; luchó incansablemente por los matrimonios, y en su corazón se llevó a las comunidades de parejas. Era una auténtica líder y junto a su esposo Orlando, se convirtieron en los animadores de la Segunda Comunidad de Parejas de la parroquia Inmaculada Concepción, y sí que le hacía honor a su cargo, era una verdadera animadora siempre atenta a cada movimiento que daban en sus vidas sus hermanos de comunidad, sus tristezas, sus problemas, sus logros, sus alegrías, es por ello que hoy nos duele y lloramos su partida. Mencionando un poco más sus cualidades, Miriam era una mujer que le hizo honor a su nombre cuyo significado es: servidora de Dios.
Otra enseñanza que dejó en mi corazón fue asistir los viernes a visitar la comunidad del hermano Jorge Ortega, que pertenece al movimiento cristiano: “Hermanos Siervos Vivos”, ella recibió una invitación de parte de alguien para asistir a este estudió bíblico, y esa invitación la extendió a mí, semanalmente cumplíamos con nuestra cita, allí aprendimos muchas cosas del amor de Dios.
Miriam Acuña fue una mujer excepcional, fiel, líder, servicial, elegante, entregada siempre a la misión que Dios y mamita María le encomendaba. Todo lo que hizo, lo hizo con amor, lo primero para ella eran los demás arriesgando incluso su tranquilidad y su paz. En su familia como esposa siempre preocupada por su adorado Orlando, preocupada por sus hijos, y ni hablar de su comportamiento de madre, abuela, tía, hermana.
Fue una excelente amiga, en las buenas y en las malas, llegaba a tal punto de quitar la comida de su mesa para darla a aquel que no tenía, sus comportamientos eran espontáneos, nunca esperó recibir nada a cambio de su generosidad. No existe persona alguna que haya tenido relación con Miriam y que no tenga por decir algo bueno de ella, ha dejado un gran legado y por eso la recordaremos eternamente.
Hoy nos queda la certeza de que mi comadre Miriam Esther Acuña Padilla se encuentra en un mejor lugar, donde el dolor, el sufrimiento, el llanto y la tristeza pasan a un segundo plano, donde solo reina el amor. Ahora está con Dios y con su “Amada María” como solía llamarla gozando de su vida eterna, hoy confiamos en aquel que nos dio la vida. “Descansa en Paz, hermana Miriam”.