Aunque tardío mi agradecimiento al doctor José Antonio Murgas Aponte, hoy lo hago público con todo el aprecio y respeto que le profeso. Para mí, ‘Toño’ Murgas, fue gobernador del departamento del Cesar (1970-1971) en el tiempo justo que mi difícil situación lo necesitaba, porque como gobernador afrontó con suma celeridad y consagración la tragedia […]
Aunque tardío mi agradecimiento al doctor José Antonio Murgas Aponte, hoy lo hago público con todo el aprecio y respeto que le profeso.
Para mí, ‘Toño’ Murgas, fue gobernador del departamento del Cesar (1970-1971) en el tiempo justo que mi difícil situación lo necesitaba, porque como gobernador afrontó con suma celeridad y consagración la tragedia de Poponte, pequeño corregimiento del municipio de Chiriguaná, Cesar.
La avalancha invernal que en esa época azotó a Poponte fue noticia nacional. Yo estaba en Cali, estudiando medicina en la Universidad del Valle, por la ruina de mi padre, no había podido pagar ningún semestre, por lo cual tenía matrícula condicional. Carlos Salgado Montoya, un médico renombrado por el cantante Rafael Orozco en sus canciones con el Binomio de Oro, y sobrino del prominente abogado, Julio Salgado Vásquez, magistrado de la Corte Tripartita especial durante el gobierno de Misael Pastrana Borrero; Salgado Montoya, mi amigo de estudio desde la Universidad de los Andes, era mi acudiente y codeudor de matrícula y, por ende, también tenía matrícula condicionada, lógicamente me acosaba para el pago. Era tan crítica mi situación económica que estuve a punto de abandonar mi estudio de medicina.
La noticia del desastre de Poponte fue publicada con gran despliegue en los dos periódicos más importantes de Cali, EL PAÍS y EL OCCIDENTE, en ambos aparecían fotos de la tragedia, en una estaba el gobernador ´Toño’ Murgas dirigiendo la operación de rescate con botas pantaneras y el pantalón arremangado hasta las rodillas. Inmediatamente pensé que esta circunstancia podría ser mi salvación, sin pensarlo dos veces me presenté a la Decanatura de Estudiantes de la universidad, si mal no recuerdo de apellido Roldán, le mostré los dos periódicos y le expliqué que mi padre había salido damnificado de la catástrofe.
El susodicho decano solicita mi historial para verificar mi rendimiento académico. Conmovido me dice que, entre sus funciones, la principal es ayudar a los estudiantes con problemas y más si tienen buen rendimiento a pesar de sus dificultades. Sin demora alguna, dicta el oficio que me exonera del pago de matrículas, además autoriza que la universidad me otorgue un auxilio de mil doscientos pesos, concedida en cuatro fracciones en el transcurso de un año. Cifra bien generosa para la época de entonces que nunca imaginé me llegaría. Mi todavía amigo pudo matricularse y yo, afortunadamente, gracias a Dios y a ‘Toño’ Murgas, pude solventar mi precaria condición de entonces.
Carlos Salgado después de matricularse me invita a vivir en un apartamento cercano al Hospital Universitario, compartido con José Ordosgoitia, Boris Burgos y Roberto Rivas Cotes, donde les sobraba una habitación. A todos ellos, sus padres a menudo les enviaban abundantes viandas de sus regiones y los visitaban dos o tres veces por año. Rogelio, el cuñado de Ordosgoitia me quiso como si fuera su hermano; doña Cielo, la madre de Carlos conmigo era una adoración; Julio Cotes, tío de Roberto, cada inicio de vacaciones llegaba a Cali aprovisionado con fino wisky para tomar con nosotros en cualquier discoteca o restaurante ‘cachetoso’, él pagaba el descorche porque el wisky que tomaba mínimo era 21 años. Boris Burgos es con quien he guardado mayor vínculo, su esposa Nancy es un encanto, nos atienden de maravillas en su agradable finca cercana a Lorica y en la comodísima cabaña que tienen en Coveñas a la orilla del mar.
Aunque tardío mi agradecimiento al doctor José Antonio Murgas Aponte, hoy lo hago público con todo el aprecio y respeto que le profeso. Para mí, ‘Toño’ Murgas, fue gobernador del departamento del Cesar (1970-1971) en el tiempo justo que mi difícil situación lo necesitaba, porque como gobernador afrontó con suma celeridad y consagración la tragedia […]
Aunque tardío mi agradecimiento al doctor José Antonio Murgas Aponte, hoy lo hago público con todo el aprecio y respeto que le profeso.
Para mí, ‘Toño’ Murgas, fue gobernador del departamento del Cesar (1970-1971) en el tiempo justo que mi difícil situación lo necesitaba, porque como gobernador afrontó con suma celeridad y consagración la tragedia de Poponte, pequeño corregimiento del municipio de Chiriguaná, Cesar.
La avalancha invernal que en esa época azotó a Poponte fue noticia nacional. Yo estaba en Cali, estudiando medicina en la Universidad del Valle, por la ruina de mi padre, no había podido pagar ningún semestre, por lo cual tenía matrícula condicional. Carlos Salgado Montoya, un médico renombrado por el cantante Rafael Orozco en sus canciones con el Binomio de Oro, y sobrino del prominente abogado, Julio Salgado Vásquez, magistrado de la Corte Tripartita especial durante el gobierno de Misael Pastrana Borrero; Salgado Montoya, mi amigo de estudio desde la Universidad de los Andes, era mi acudiente y codeudor de matrícula y, por ende, también tenía matrícula condicionada, lógicamente me acosaba para el pago. Era tan crítica mi situación económica que estuve a punto de abandonar mi estudio de medicina.
La noticia del desastre de Poponte fue publicada con gran despliegue en los dos periódicos más importantes de Cali, EL PAÍS y EL OCCIDENTE, en ambos aparecían fotos de la tragedia, en una estaba el gobernador ´Toño’ Murgas dirigiendo la operación de rescate con botas pantaneras y el pantalón arremangado hasta las rodillas. Inmediatamente pensé que esta circunstancia podría ser mi salvación, sin pensarlo dos veces me presenté a la Decanatura de Estudiantes de la universidad, si mal no recuerdo de apellido Roldán, le mostré los dos periódicos y le expliqué que mi padre había salido damnificado de la catástrofe.
El susodicho decano solicita mi historial para verificar mi rendimiento académico. Conmovido me dice que, entre sus funciones, la principal es ayudar a los estudiantes con problemas y más si tienen buen rendimiento a pesar de sus dificultades. Sin demora alguna, dicta el oficio que me exonera del pago de matrículas, además autoriza que la universidad me otorgue un auxilio de mil doscientos pesos, concedida en cuatro fracciones en el transcurso de un año. Cifra bien generosa para la época de entonces que nunca imaginé me llegaría. Mi todavía amigo pudo matricularse y yo, afortunadamente, gracias a Dios y a ‘Toño’ Murgas, pude solventar mi precaria condición de entonces.
Carlos Salgado después de matricularse me invita a vivir en un apartamento cercano al Hospital Universitario, compartido con José Ordosgoitia, Boris Burgos y Roberto Rivas Cotes, donde les sobraba una habitación. A todos ellos, sus padres a menudo les enviaban abundantes viandas de sus regiones y los visitaban dos o tres veces por año. Rogelio, el cuñado de Ordosgoitia me quiso como si fuera su hermano; doña Cielo, la madre de Carlos conmigo era una adoración; Julio Cotes, tío de Roberto, cada inicio de vacaciones llegaba a Cali aprovisionado con fino wisky para tomar con nosotros en cualquier discoteca o restaurante ‘cachetoso’, él pagaba el descorche porque el wisky que tomaba mínimo era 21 años. Boris Burgos es con quien he guardado mayor vínculo, su esposa Nancy es un encanto, nos atienden de maravillas en su agradable finca cercana a Lorica y en la comodísima cabaña que tienen en Coveñas a la orilla del mar.