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Editorial - 6 marzo, 2020

Hoy más que nunca necesitamos condolientes

El 11 de abril de 1997, en Zacatecas, México, Gabriel García Márquez abrió el Congreso Internacional de la Lengua Española con el discurso titulado ‘Botella al mar para el dios de las palabras’, y su planteamiento generó polémica. Al discurso le llamaron “Jubilemos la ortografía”, pues fue una de las frases que más tocó a la audiencia, culta, conservadora, y a aquella que veía la transmisión por televisión; no había la internet de hoy.

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El 11 de abril de 1997, en Zacatecas, México, Gabriel García Márquez abrió el Congreso Internacional de la Lengua Española con el discurso titulado ‘Botella al mar para el dios de las palabras’, y su planteamiento generó polémica. Al discurso le llamaron “Jubilemos la ortografía”, pues fue una de las frases que más tocó a la audiencia, culta, conservadora, y a aquella que veía la transmisión por televisión; no había la internet de hoy.

Pero, entre las 781 palabras que aproximadamente contiene ese discurso, queremos observar unas líneas en especial.

Llama la atención que el verbo pasar tenga cincuenta y cuatro significados, mientras en la República del Ecuador tienen ciento cinco nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado”.

En efecto, no aparece la palabra condoliente en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, DRAE. Condoliente es participio activo de la palabra condolerse, que sí aparece en el DRAE, y significa: aquel que acompaña el dolor, en significado más amplio: aquel que se compadece…

Hoy, cuando el nobel Gabriel José de la Concordia García Márquez cumpliría 93 años de edad, reflexionamos en la tierra de sus amores, Valledupar, sobre cuántos condolientes se necesitan para tantas penurias.

Condolientes para las montañas que se queman en el Cesar por estos días sin saberse quiénes y por qué. Condolientes para los habitantes de la calle que hoy comparten andenes pero no nacionalidades, aunque fuimos una sola patria con Venezuela. El dolor es el mismo, la tragedia es la misma, y en la escena de las calles vallenatas no puede diferenciarse de dónde es nativo el que pide limosna.

Condoliente para las víctimas del asalto, y, por qué no, condoliente para el preso que duerme al lado de un inodoro en la Cárcel Judicial de Valledupar. Son tragedias y hay que contarlas.

Condolientes para los libros que ya pocos los miran, y debemos comprometernos con ellos para que el futuro sea mejor, lleno de desarrollo y progreso.

Condolientes para el río Cesar, para el río Guatapurí, y cientos que atraviesan el departamento. Condolientes para los que no tienen agua en ningún depósito, en pleno siglo XXI, en ciudades ricas por recursos naturales.

Condolientes para miles de problemas que no dejan a esta tierra crecer más y mejor.

En este aniversario de Gabo, de quien todos nos acordamos, debemos apartar un poco de piedad para los que no tienen quien los recuerde. Un poco hacemos en la prensa, a veces logramos mucho, a veces nada, pero no nos cansamos. La palabra tiene poder.

Editorial
6 marzo, 2020

Hoy más que nunca necesitamos condolientes

El 11 de abril de 1997, en Zacatecas, México, Gabriel García Márquez abrió el Congreso Internacional de la Lengua Española con el discurso titulado ‘Botella al mar para el dios de las palabras’, y su planteamiento generó polémica. Al discurso le llamaron “Jubilemos la ortografía”, pues fue una de las frases que más tocó a la audiencia, culta, conservadora, y a aquella que veía la transmisión por televisión; no había la internet de hoy.


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El 11 de abril de 1997, en Zacatecas, México, Gabriel García Márquez abrió el Congreso Internacional de la Lengua Española con el discurso titulado ‘Botella al mar para el dios de las palabras’, y su planteamiento generó polémica. Al discurso le llamaron “Jubilemos la ortografía”, pues fue una de las frases que más tocó a la audiencia, culta, conservadora, y a aquella que veía la transmisión por televisión; no había la internet de hoy.

Pero, entre las 781 palabras que aproximadamente contiene ese discurso, queremos observar unas líneas en especial.

Llama la atención que el verbo pasar tenga cincuenta y cuatro significados, mientras en la República del Ecuador tienen ciento cinco nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado”.

En efecto, no aparece la palabra condoliente en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, DRAE. Condoliente es participio activo de la palabra condolerse, que sí aparece en el DRAE, y significa: aquel que acompaña el dolor, en significado más amplio: aquel que se compadece…

Hoy, cuando el nobel Gabriel José de la Concordia García Márquez cumpliría 93 años de edad, reflexionamos en la tierra de sus amores, Valledupar, sobre cuántos condolientes se necesitan para tantas penurias.

Condolientes para las montañas que se queman en el Cesar por estos días sin saberse quiénes y por qué. Condolientes para los habitantes de la calle que hoy comparten andenes pero no nacionalidades, aunque fuimos una sola patria con Venezuela. El dolor es el mismo, la tragedia es la misma, y en la escena de las calles vallenatas no puede diferenciarse de dónde es nativo el que pide limosna.

Condoliente para las víctimas del asalto, y, por qué no, condoliente para el preso que duerme al lado de un inodoro en la Cárcel Judicial de Valledupar. Son tragedias y hay que contarlas.

Condolientes para los libros que ya pocos los miran, y debemos comprometernos con ellos para que el futuro sea mejor, lleno de desarrollo y progreso.

Condolientes para el río Cesar, para el río Guatapurí, y cientos que atraviesan el departamento. Condolientes para los que no tienen agua en ningún depósito, en pleno siglo XXI, en ciudades ricas por recursos naturales.

Condolientes para miles de problemas que no dejan a esta tierra crecer más y mejor.

En este aniversario de Gabo, de quien todos nos acordamos, debemos apartar un poco de piedad para los que no tienen quien los recuerde. Un poco hacemos en la prensa, a veces logramos mucho, a veces nada, pero no nos cansamos. La palabra tiene poder.