Durante la Edad Media, ser inteligente era saber comprender. Solo existía un tipo de inteligencia que se concebía como algo genético: se nacía inteligente o no. La facultad de comprensión estaba predeterminada y ante eso no era mucho lo que los seres humanos podíamos hacer, por eso el refrán “lo que la naturaleza no da, […]
Durante la Edad Media, ser inteligente era saber comprender. Solo existía un tipo de inteligencia que se concebía como algo genético: se nacía inteligente o no. La facultad de comprensión estaba predeterminada y ante eso no era mucho lo que los seres humanos podíamos hacer, por eso el refrán “lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga”.
Hace poco leí una noticia: Colombia obtuvo la peor calificación entre los distintos países que conforman el OCDE en cuanto al desempeño académico de los jóvenes de 15 años que fue medido con la prueba PISA que tiene en cuenta: lectura, matemáticas y ciencias, como si existiera un solo tipo de inteligencia.
En 1983, Howard Gardner, profesor de la Universidad de Harvard, propuso una teoría que revolucionó el mundo de la psicología, la pedagogía y la educación: la teoría de las inteligencias múltiples que afirma que los seres humanos poseemos ocho tipos de inteligencia que trabajan conjuntamente y de las cuales una se desarrolla más que las demás: lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-kinestésica, naturalista, interpersonal e intrapersonal.
Para Gardner, la inteligencia es una capacidad, y como tal puede desarrollarse. Einstein, adelantándose varias décadas al psicólogo estadounidense, afirmó que “todos somos genios pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil.”
Entonces, Bill Gates ya no es más inteligente que cualquiera de nosotros, solo que hemos desarrollado inteligencias distintas. Además, un expediente académico con altas notas o la obtención de títulos académicos no es un factor decisivo para conocer la capacidad intelectual de una persona.
No es un misterio que el colegio puede llegar a ser una experiencia frustrante para muchos jóvenes. Los docentes – y cuando digo docentes también hablo del ministro y los secretarios municipales y departamentales de educación aunque sean administradores, abogados o simplemente políticos-, utilizan parámetros generales para evaluar desconociendo que cada individuo tiene su propia cosmovisión y una velocidad distinta para el aprendizaje, aparte de los distintos tipos de inteligencia que pueden encontrarse en un aula de 40 estudiantes, realidad esta antipedagógica.
En Aragón-España, algunos colegios han empezado a implementar un currículum integrado de música, donde esta asignatura es tan importante como las matemáticas, las lenguas o las ciencias y se convierte en una herramienta que facilita el aprendizaje.
El proyecto musical se va implantando de manera progresiva en tres fases que van desde la etapa infantil donde los niños se familiarizan con la armonía y el movimiento; la fase de anticipación donde los niños se preparan para el aprendizaje de un instrumento y la fase de integración donde aprenden a tocar un instrumento concreto.
Cada colegio tiene un banco de préstamo de instrumentos para que las familias no estén obligadas a comprarlos. Los niños terminan el colegio con un nivel equivalente a 4º de enseñanza elemental del conservatorio.
¿Por qué no pensar en algo así ahora que somos “Ciudad creativa en el ámbito de la música”?
Durante la Edad Media, ser inteligente era saber comprender. Solo existía un tipo de inteligencia que se concebía como algo genético: se nacía inteligente o no. La facultad de comprensión estaba predeterminada y ante eso no era mucho lo que los seres humanos podíamos hacer, por eso el refrán “lo que la naturaleza no da, […]
Durante la Edad Media, ser inteligente era saber comprender. Solo existía un tipo de inteligencia que se concebía como algo genético: se nacía inteligente o no. La facultad de comprensión estaba predeterminada y ante eso no era mucho lo que los seres humanos podíamos hacer, por eso el refrán “lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga”.
Hace poco leí una noticia: Colombia obtuvo la peor calificación entre los distintos países que conforman el OCDE en cuanto al desempeño académico de los jóvenes de 15 años que fue medido con la prueba PISA que tiene en cuenta: lectura, matemáticas y ciencias, como si existiera un solo tipo de inteligencia.
En 1983, Howard Gardner, profesor de la Universidad de Harvard, propuso una teoría que revolucionó el mundo de la psicología, la pedagogía y la educación: la teoría de las inteligencias múltiples que afirma que los seres humanos poseemos ocho tipos de inteligencia que trabajan conjuntamente y de las cuales una se desarrolla más que las demás: lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-kinestésica, naturalista, interpersonal e intrapersonal.
Para Gardner, la inteligencia es una capacidad, y como tal puede desarrollarse. Einstein, adelantándose varias décadas al psicólogo estadounidense, afirmó que “todos somos genios pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil.”
Entonces, Bill Gates ya no es más inteligente que cualquiera de nosotros, solo que hemos desarrollado inteligencias distintas. Además, un expediente académico con altas notas o la obtención de títulos académicos no es un factor decisivo para conocer la capacidad intelectual de una persona.
No es un misterio que el colegio puede llegar a ser una experiencia frustrante para muchos jóvenes. Los docentes – y cuando digo docentes también hablo del ministro y los secretarios municipales y departamentales de educación aunque sean administradores, abogados o simplemente políticos-, utilizan parámetros generales para evaluar desconociendo que cada individuo tiene su propia cosmovisión y una velocidad distinta para el aprendizaje, aparte de los distintos tipos de inteligencia que pueden encontrarse en un aula de 40 estudiantes, realidad esta antipedagógica.
En Aragón-España, algunos colegios han empezado a implementar un currículum integrado de música, donde esta asignatura es tan importante como las matemáticas, las lenguas o las ciencias y se convierte en una herramienta que facilita el aprendizaje.
El proyecto musical se va implantando de manera progresiva en tres fases que van desde la etapa infantil donde los niños se familiarizan con la armonía y el movimiento; la fase de anticipación donde los niños se preparan para el aprendizaje de un instrumento y la fase de integración donde aprenden a tocar un instrumento concreto.
Cada colegio tiene un banco de préstamo de instrumentos para que las familias no estén obligadas a comprarlos. Los niños terminan el colegio con un nivel equivalente a 4º de enseñanza elemental del conservatorio.
¿Por qué no pensar en algo así ahora que somos “Ciudad creativa en el ámbito de la música”?