El escritor vallenato, Sánchez Baute, fue homenajeado por parte de la Cámara de Comercio de Valledupar, durante la noche del Mérito Empresarial Julio Villazón Baquero. El escritor no estuvo presente pero envió una carta en la que relata su proceso de perdón y reconciliación con la ciudadanía vallenata, luego de su partida de la ciudad por factores relacionados con su condición sexual. La misiva también reconoce la labor de José Luis Urón Márquez al frente de la entidad que le rindió tributo.
Bogotá, diciembre 14 de 2019
Doctor
José Luis Urón Márquez
Presidente Cámara de Comercio de Valledupar
Ciudad
Respetado doctor,
Primero estuvo la sorpresa. Luego el agradecimiento. La sorpresa se produjo cuando recibí la carta membreteada con el logo de la Cámara de Comercio de Valledupar. Nunca antes he tenido contacto con la entidad que usted a bien preside, de modo que la dejé sobre la mesa del comedor, sin abrirla. Desde niño me acostumbré a no esperar nada bueno de Valledupar.
No es la primera vez que lo digo. Los quince años que viví aquí están arropados de miedo y dolor; miedo y dolor que me persiguieron hasta la edad adulta porque los fantasmas, así no lo queramos o no lo sepamos en su momento, viajan siempre a nuestro lado.
Fue en Sâo Paulo, en Brasil, donde finalmente los enfrenté en tiempos cuando escribía mi novela Líbranos del bien. Lo recuerdo con claridad. Estaba solo, en la terraza del piso 35 de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, observando toda esa inmensa selva de cemento en la que habitan casi veinte millones de personas. En un sitio así, donde nadie supiera de mí, ni murmurara ni se riera a mis espaldas, soñaba de niño desesperadamente estar algún día.
Esa tarde lloré todas las lágrimas del mundo, las que bañan veinte mares y cinco océanos. No sabía qué estaba ocurriendo dentro de mí en ese momento. Lo descubrí tiempo después, esta vez en Buenos Aires, donde me di cuenta de repente, mientras caminaba -¡oh casualidad!- por la avenida El Libertador, que ahora hablaba de Valledupar sin dolor. Entendí que la reconciliación con mi ciudad venía en proceso y me dejé llevar.
Hoy puedo afirmar que el inicio de ese proceso fue la publicación de Líbranos del bien y la culminación, la publicación de Leandro, un libro en el que abordo a fondo ya no la historia del conflicto nacional en mi tierra, sino la de su cultura, dos temas que la estigmatización social creía que yo no podía tocar.
En el entretanto, y como dijo Lemebel, “El miedo se me fue quitando de tanto atajar cuchillos”. “¡El miedo se me fue quitando de tanto atajar cuchillos!”. Hoy escucho algunas voces que todavía pretenden silenciarme o invisibilizarme por el sólo hecho de haber nacido homosexual, pero ya la literatura y el arte se encargaron de salvarme, a lo que se suman el amor por la lectura y la búsqueda incesante de conocimiento.
Valledupar ha cambiado muchísimo estos cuarenta años que cumplo en enero de vivir en Bogotá. De ochenta mil habitantes que éramos cuando me marché de aquí, hoy sumamos casi quinientos mil. Hay una ciudadanía interesada cada vez más en salir adelante con disciplina y talento, buscando a empellones abrirse oportunidades que la mezquindad de los privilegiados se esmera en cerrar cada vez con mayores y más férreas trancas. Doy fe de que es posible salir adelante en esta vida sin apellidos ni fortuna ni arribismo, con independencia, sin hacer parte de rosca alguna y en contra del machismo, la homofobia y los prejuicios.
He publicado hasta ahora cinco libros (en marzo viene el sexto) con una de las editoriales más importante del país. He incursionado en la televisión y en el periodismo. El año pasado gestioné y curé una exposición -La hamaca grande-, sobre los orígenes de nuestra música en la Biblioteca Nacional, un ente al que nunca antes había campado a sus anchas la música popular.
Este año gestioné y edité un especial también sobre nuestra música para El Malpensante, la revista cultural e intelectual más antigua y más bogotana del país. Un maravilloso texto publicado en esta edición, y escrito por la talentosa pluma de nuestro paisano Rodolfo Quintero Romero, acaba de hacerse al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
No cuento esto último para presumir. Ni más faltaba. Lo hago porque sé, o asumo, que este reconocimiento que hoy me da la entidad que usted preside no es tanto para mí como para todas esas otras personas que, por razones económicas, sociales, políticas, por su orientación sexual, por el color de su piel -del cual yo me enorgullezco- o personas con capacidades excepcionales han sido silenciados o invisibilizados en esta ciudad. A ellos les repito lo que dije atrás: pa´lante, que el camino se hace un paso a la vez, siempre y cuando haya voluntad y disciplina.
Por supuesto, tengo claro que la vida de un hombre no la definen dos o tres logros y que si la fortuna da algún traspiés hay que buscar la forma de volver a levantarse. La literatura es una batalla que un escritor debe dar hasta el momento de su muerte. Los juicios sobre su trabajo van más allá de su propio tiempo en la tierra.
Todo esto para resumir mi sorpresa al abrir aquella carta en la que me informaban de este reconocimiento que tan oportunamente lleva el nombre de una de las personas sobre la cual recae uno de los mayores ejemplos de rectitud y moral en este pueblo, lo cual me hace sentir aún más orgulloso de aceptarlo y recibirlo.
Lo que sigue, y no sólo ahora, es el agradecimiento a usted, doctor Urón Márquez, y a los miembros de la junta directiva de esta Cámara. Desafortunadamente, por compromisos adquiridos con muchísima antelación, debo excusarme de participar en tan magno evento.
Mil gracias de nuevo a la Cámara de Comercio y -hoy lo puedo decir con total sinceridad-, todo mi cariño para el pueblo vallenato.
Alonso Sánchez Baute.
El escritor vallenato, Sánchez Baute, fue homenajeado por parte de la Cámara de Comercio de Valledupar, durante la noche del Mérito Empresarial Julio Villazón Baquero. El escritor no estuvo presente pero envió una carta en la que relata su proceso de perdón y reconciliación con la ciudadanía vallenata, luego de su partida de la ciudad por factores relacionados con su condición sexual. La misiva también reconoce la labor de José Luis Urón Márquez al frente de la entidad que le rindió tributo.
Bogotá, diciembre 14 de 2019
Doctor
José Luis Urón Márquez
Presidente Cámara de Comercio de Valledupar
Ciudad
Respetado doctor,
Primero estuvo la sorpresa. Luego el agradecimiento. La sorpresa se produjo cuando recibí la carta membreteada con el logo de la Cámara de Comercio de Valledupar. Nunca antes he tenido contacto con la entidad que usted a bien preside, de modo que la dejé sobre la mesa del comedor, sin abrirla. Desde niño me acostumbré a no esperar nada bueno de Valledupar.
No es la primera vez que lo digo. Los quince años que viví aquí están arropados de miedo y dolor; miedo y dolor que me persiguieron hasta la edad adulta porque los fantasmas, así no lo queramos o no lo sepamos en su momento, viajan siempre a nuestro lado.
Fue en Sâo Paulo, en Brasil, donde finalmente los enfrenté en tiempos cuando escribía mi novela Líbranos del bien. Lo recuerdo con claridad. Estaba solo, en la terraza del piso 35 de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, observando toda esa inmensa selva de cemento en la que habitan casi veinte millones de personas. En un sitio así, donde nadie supiera de mí, ni murmurara ni se riera a mis espaldas, soñaba de niño desesperadamente estar algún día.
Esa tarde lloré todas las lágrimas del mundo, las que bañan veinte mares y cinco océanos. No sabía qué estaba ocurriendo dentro de mí en ese momento. Lo descubrí tiempo después, esta vez en Buenos Aires, donde me di cuenta de repente, mientras caminaba -¡oh casualidad!- por la avenida El Libertador, que ahora hablaba de Valledupar sin dolor. Entendí que la reconciliación con mi ciudad venía en proceso y me dejé llevar.
Hoy puedo afirmar que el inicio de ese proceso fue la publicación de Líbranos del bien y la culminación, la publicación de Leandro, un libro en el que abordo a fondo ya no la historia del conflicto nacional en mi tierra, sino la de su cultura, dos temas que la estigmatización social creía que yo no podía tocar.
En el entretanto, y como dijo Lemebel, “El miedo se me fue quitando de tanto atajar cuchillos”. “¡El miedo se me fue quitando de tanto atajar cuchillos!”. Hoy escucho algunas voces que todavía pretenden silenciarme o invisibilizarme por el sólo hecho de haber nacido homosexual, pero ya la literatura y el arte se encargaron de salvarme, a lo que se suman el amor por la lectura y la búsqueda incesante de conocimiento.
Valledupar ha cambiado muchísimo estos cuarenta años que cumplo en enero de vivir en Bogotá. De ochenta mil habitantes que éramos cuando me marché de aquí, hoy sumamos casi quinientos mil. Hay una ciudadanía interesada cada vez más en salir adelante con disciplina y talento, buscando a empellones abrirse oportunidades que la mezquindad de los privilegiados se esmera en cerrar cada vez con mayores y más férreas trancas. Doy fe de que es posible salir adelante en esta vida sin apellidos ni fortuna ni arribismo, con independencia, sin hacer parte de rosca alguna y en contra del machismo, la homofobia y los prejuicios.
He publicado hasta ahora cinco libros (en marzo viene el sexto) con una de las editoriales más importante del país. He incursionado en la televisión y en el periodismo. El año pasado gestioné y curé una exposición -La hamaca grande-, sobre los orígenes de nuestra música en la Biblioteca Nacional, un ente al que nunca antes había campado a sus anchas la música popular.
Este año gestioné y edité un especial también sobre nuestra música para El Malpensante, la revista cultural e intelectual más antigua y más bogotana del país. Un maravilloso texto publicado en esta edición, y escrito por la talentosa pluma de nuestro paisano Rodolfo Quintero Romero, acaba de hacerse al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
No cuento esto último para presumir. Ni más faltaba. Lo hago porque sé, o asumo, que este reconocimiento que hoy me da la entidad que usted preside no es tanto para mí como para todas esas otras personas que, por razones económicas, sociales, políticas, por su orientación sexual, por el color de su piel -del cual yo me enorgullezco- o personas con capacidades excepcionales han sido silenciados o invisibilizados en esta ciudad. A ellos les repito lo que dije atrás: pa´lante, que el camino se hace un paso a la vez, siempre y cuando haya voluntad y disciplina.
Por supuesto, tengo claro que la vida de un hombre no la definen dos o tres logros y que si la fortuna da algún traspiés hay que buscar la forma de volver a levantarse. La literatura es una batalla que un escritor debe dar hasta el momento de su muerte. Los juicios sobre su trabajo van más allá de su propio tiempo en la tierra.
Todo esto para resumir mi sorpresa al abrir aquella carta en la que me informaban de este reconocimiento que tan oportunamente lleva el nombre de una de las personas sobre la cual recae uno de los mayores ejemplos de rectitud y moral en este pueblo, lo cual me hace sentir aún más orgulloso de aceptarlo y recibirlo.
Lo que sigue, y no sólo ahora, es el agradecimiento a usted, doctor Urón Márquez, y a los miembros de la junta directiva de esta Cámara. Desafortunadamente, por compromisos adquiridos con muchísima antelación, debo excusarme de participar en tan magno evento.
Mil gracias de nuevo a la Cámara de Comercio y -hoy lo puedo decir con total sinceridad-, todo mi cariño para el pueblo vallenato.
Alonso Sánchez Baute.