El Instituto Departamental de Rehabilitación y Educación Especial del Cesar, IDREEC, cierra su 2019 entre llantos y lamentos. Las protestas cada tanto, por cuenta de sus salarios atrasados, acaparan la atención de la opinión pública, pero al parecer no de quienes podrían y deberían resolver el asunto, y son varios los eslabones en esta cadena de tropiezos.
El Instituto Departamental de Rehabilitación y Educación Especial del Cesar, IDREEC, cierra su 2019 entre llantos y lamentos. Las protestas cada tanto, por cuenta de sus salarios atrasados, acaparan la atención de la opinión pública, pero al parecer no de quienes podrían y deberían resolver el asunto, y son varios los eslabones en esta cadena de tropiezos.
La situación global, tan compleja como la de cada empleado del Instituto, no parece mejorar, pese a que son muchos los que han prometido echarle la mano a esta Empresa Social del Estado: el gobernador Franco Ovalle, presidente de la Junta Directiva; la Asamblea Departamental, que ha hecho no menos de siete debates por la situación; el Gobierno nacional, que envió a su alto consejero Jairo Clopatofsky Chisays, mismo que aseguró que el Idreec era una “mina de oro”, y los gerentes que han pasado por ese despacho prometiendo sacarlo adelante.
¿Quién les responde a los empleados, que son en últimas quienes debe darles la cara a los pocos pacientes que aún tiene el Idreec? ¿Quién asume la situación: aproximadamente $3.600 en pasivos, incluyendo los cerca de $140 millones que vale la nómina vs., los menos de $40 millones que factura el Instituto?
El Idreec, por supuesto, está sobre-diagnosticado. Se ha escrito mucho y mucho se ha dicho en emisoras, canales de televisión y redes sociales. Y llegó diciembre. A los 36 trabajadores les deben 18 meses de salarios y la prima, vacaciones…
Entre las discusiones sobre qué hacer, cómo hacerlo, es decir, liquidar, incorporar, establecer más convenios, conseguir más pacientes, se pasa el tiempo y los que aún permanecen en el Instituto esperan su pago y por esto protestan. Ya las quejas pasaron a acciones más contundentes. La Policía Nacional tuvo que intervenir y afrontar las vías de hecho de trabajadores en medio del desespero. ¿Hay alguien que atienda y desactive esta bomba de tiempo?
Es posible que alguien, de alguna forma, esté viendo una oportunidad de desarrollo empresarial en este magullado instituto. Tiene área de Rehabilitación y de Habilitación: estas contienen terapia física, fonoaudiología, educadoras especiales, terapia ocupacional, sicología, trabajo social, nutricionistas…
Podría haber competitividad allí si tanto la Junta Directiva como la Gerencia se unen para garantizar la sostenibilidad, y que no falte la voluntad política de los gobiernos nacional y departamental.
Nuevamente los invitamos, a todos los que deben atender este lamentable episodio del Idreec, a que busquemos juntos la solución, sea cual sea. Sin cálculos políticos, pero sí con cálculos financieros que redunden en el beneficio de los seres humanos que laboran y los que se benefician de él. A alguien tiene que dolerle el Idreec, con hechos, no palabras. Nos duele a nosotros.
El Instituto Departamental de Rehabilitación y Educación Especial del Cesar, IDREEC, cierra su 2019 entre llantos y lamentos. Las protestas cada tanto, por cuenta de sus salarios atrasados, acaparan la atención de la opinión pública, pero al parecer no de quienes podrían y deberían resolver el asunto, y son varios los eslabones en esta cadena de tropiezos.
El Instituto Departamental de Rehabilitación y Educación Especial del Cesar, IDREEC, cierra su 2019 entre llantos y lamentos. Las protestas cada tanto, por cuenta de sus salarios atrasados, acaparan la atención de la opinión pública, pero al parecer no de quienes podrían y deberían resolver el asunto, y son varios los eslabones en esta cadena de tropiezos.
La situación global, tan compleja como la de cada empleado del Instituto, no parece mejorar, pese a que son muchos los que han prometido echarle la mano a esta Empresa Social del Estado: el gobernador Franco Ovalle, presidente de la Junta Directiva; la Asamblea Departamental, que ha hecho no menos de siete debates por la situación; el Gobierno nacional, que envió a su alto consejero Jairo Clopatofsky Chisays, mismo que aseguró que el Idreec era una “mina de oro”, y los gerentes que han pasado por ese despacho prometiendo sacarlo adelante.
¿Quién les responde a los empleados, que son en últimas quienes debe darles la cara a los pocos pacientes que aún tiene el Idreec? ¿Quién asume la situación: aproximadamente $3.600 en pasivos, incluyendo los cerca de $140 millones que vale la nómina vs., los menos de $40 millones que factura el Instituto?
El Idreec, por supuesto, está sobre-diagnosticado. Se ha escrito mucho y mucho se ha dicho en emisoras, canales de televisión y redes sociales. Y llegó diciembre. A los 36 trabajadores les deben 18 meses de salarios y la prima, vacaciones…
Entre las discusiones sobre qué hacer, cómo hacerlo, es decir, liquidar, incorporar, establecer más convenios, conseguir más pacientes, se pasa el tiempo y los que aún permanecen en el Instituto esperan su pago y por esto protestan. Ya las quejas pasaron a acciones más contundentes. La Policía Nacional tuvo que intervenir y afrontar las vías de hecho de trabajadores en medio del desespero. ¿Hay alguien que atienda y desactive esta bomba de tiempo?
Es posible que alguien, de alguna forma, esté viendo una oportunidad de desarrollo empresarial en este magullado instituto. Tiene área de Rehabilitación y de Habilitación: estas contienen terapia física, fonoaudiología, educadoras especiales, terapia ocupacional, sicología, trabajo social, nutricionistas…
Podría haber competitividad allí si tanto la Junta Directiva como la Gerencia se unen para garantizar la sostenibilidad, y que no falte la voluntad política de los gobiernos nacional y departamental.
Nuevamente los invitamos, a todos los que deben atender este lamentable episodio del Idreec, a que busquemos juntos la solución, sea cual sea. Sin cálculos políticos, pero sí con cálculos financieros que redunden en el beneficio de los seres humanos que laboran y los que se benefician de él. A alguien tiene que dolerle el Idreec, con hechos, no palabras. Nos duele a nosotros.