El dolor y la tragedia se repite cada cierto tiempo en nuestro país, desde el más apartado municipio o vereda se informa sobre masacres o hechos de sangre que deja familias enlutadas, las ciudades también se convierten en escenarios donde caen inocentes víctimas de planes macabros, de quienes aún creen que matar es símbolo del […]
El dolor y la tragedia se repite cada cierto tiempo en nuestro país, desde el más apartado municipio o vereda se informa sobre masacres o hechos de sangre que deja familias enlutadas, las ciudades también se convierten en escenarios donde caen inocentes víctimas de planes macabros, de quienes aún creen que matar es símbolo del derecho a la rebelión, ninguna rebelión ni mucho menos revolución, homicidas, solo así deben llamarse.
Jhon Freddy Arellan era un joven con sueños arribistas, camuflado en las sofisticadas instalaciones del Club El Nogal en Bogotá gracias a su afición al squash, deporte de elite, así logró penetrar a círculos fuera del alcance de la mayoría de los colombianos; sin embargo, el lado desconocido del deportista Arellan estaba ligado a miembros de las Farc, con ellos hizo un pacto para llevar a cabo un acto terrorista que estremeciera las fibras más profundas del mundo político y empresarial del país que se reunía en el mencionado club social, un cuidadoso plan de casi un año como lo registran los archivos de reconocidos medios de comunicación, dando cuenta de la dedicación y seguimiento que por meses le hicieron al lugar donde harían estallar una bomba que lograrían ingresar en un vehículo gracias a la facilidad y confianza que Arellan había generado en el personal de El Nogal.
Con lo que no cantaba el ingenuo criminal, es que el plan que estaba ejecutando era totalmente distinto al que tenían en mente los otros involucrados, estos ya habían condenado a Arellan a muerte desde el momento que este último decidió “colaborar” con ese acto de barbarie y es por ello que la bomba explotó en una hora distinta a la que le habían advertido a Jhon Arellan, debido a que la estrategia consistía en eliminar cualquier rastro, incluyendo a quien conducía el carrobomba y por eso Arellan no sólo fue cómplice del atentado, también fue una de las víctimas, los muertos del Club El Nogal hacen parte de esa inmensa lista por las que Timochenko será rechazado, no sólo en plaza pública, también en las urnas en una candidatura repugnante.
Hace unas semanas en un ambiente totalmente distinto a las montañas andinas, Colombia sintió nuevamente el miedo de las bombas, esta vez fue en el Caribe, en pleno ambiente del carnaval barranquillero donde era inimaginable un hecho de esta magnitud, la estación de policía del barrio San José fue el sitio escogido por los terroristas, en esta ocasión otro joven resultó ser el sospechoso de activar los explosivos que dejó varios policías muertos y otros heridos, todo indica que el Eln en nombre de su anacrónica y equivocada revolución decidieron matar a personas inocentes justificándolo después en un comunicado en el que culpaban a la policía de abusos contra los ciudadanos y presionando al gobierno para volver a dialogar en Quito, como lo anoté en líneas anteriores, sólo son homicidas y en Barranquilla se valieron de la “ayuda” de Cristian Camilo Bellón, capturado instantes después de la explosión con radio en mano y lo que parecía un mapa señalando la ruta del ataque, Bellón Galindo de 31 años, otro joven que sirve de peón del terrorismo, desperdiciando su vida, prestando su cara como imagen del terror que acaba con los inocentes.
El dolor y la tragedia se repite cada cierto tiempo en nuestro país, desde el más apartado municipio o vereda se informa sobre masacres o hechos de sangre que deja familias enlutadas, las ciudades también se convierten en escenarios donde caen inocentes víctimas de planes macabros, de quienes aún creen que matar es símbolo del […]
El dolor y la tragedia se repite cada cierto tiempo en nuestro país, desde el más apartado municipio o vereda se informa sobre masacres o hechos de sangre que deja familias enlutadas, las ciudades también se convierten en escenarios donde caen inocentes víctimas de planes macabros, de quienes aún creen que matar es símbolo del derecho a la rebelión, ninguna rebelión ni mucho menos revolución, homicidas, solo así deben llamarse.
Jhon Freddy Arellan era un joven con sueños arribistas, camuflado en las sofisticadas instalaciones del Club El Nogal en Bogotá gracias a su afición al squash, deporte de elite, así logró penetrar a círculos fuera del alcance de la mayoría de los colombianos; sin embargo, el lado desconocido del deportista Arellan estaba ligado a miembros de las Farc, con ellos hizo un pacto para llevar a cabo un acto terrorista que estremeciera las fibras más profundas del mundo político y empresarial del país que se reunía en el mencionado club social, un cuidadoso plan de casi un año como lo registran los archivos de reconocidos medios de comunicación, dando cuenta de la dedicación y seguimiento que por meses le hicieron al lugar donde harían estallar una bomba que lograrían ingresar en un vehículo gracias a la facilidad y confianza que Arellan había generado en el personal de El Nogal.
Con lo que no cantaba el ingenuo criminal, es que el plan que estaba ejecutando era totalmente distinto al que tenían en mente los otros involucrados, estos ya habían condenado a Arellan a muerte desde el momento que este último decidió “colaborar” con ese acto de barbarie y es por ello que la bomba explotó en una hora distinta a la que le habían advertido a Jhon Arellan, debido a que la estrategia consistía en eliminar cualquier rastro, incluyendo a quien conducía el carrobomba y por eso Arellan no sólo fue cómplice del atentado, también fue una de las víctimas, los muertos del Club El Nogal hacen parte de esa inmensa lista por las que Timochenko será rechazado, no sólo en plaza pública, también en las urnas en una candidatura repugnante.
Hace unas semanas en un ambiente totalmente distinto a las montañas andinas, Colombia sintió nuevamente el miedo de las bombas, esta vez fue en el Caribe, en pleno ambiente del carnaval barranquillero donde era inimaginable un hecho de esta magnitud, la estación de policía del barrio San José fue el sitio escogido por los terroristas, en esta ocasión otro joven resultó ser el sospechoso de activar los explosivos que dejó varios policías muertos y otros heridos, todo indica que el Eln en nombre de su anacrónica y equivocada revolución decidieron matar a personas inocentes justificándolo después en un comunicado en el que culpaban a la policía de abusos contra los ciudadanos y presionando al gobierno para volver a dialogar en Quito, como lo anoté en líneas anteriores, sólo son homicidas y en Barranquilla se valieron de la “ayuda” de Cristian Camilo Bellón, capturado instantes después de la explosión con radio en mano y lo que parecía un mapa señalando la ruta del ataque, Bellón Galindo de 31 años, otro joven que sirve de peón del terrorismo, desperdiciando su vida, prestando su cara como imagen del terror que acaba con los inocentes.