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Columnista - 14 diciembre, 2017

Continúa la política caradura

En las respectivas registradurías departamentales se inscribieron los aspirantes a la Cámara de Representantes y en Bogotá los pretendientes a ocupar las curules del Senado; en consecuencia, podría decir que está definida la mayoría de los candidatos al Congreso Nacional, ya que serán pocos los cambios por retiros voluntarios o por acuerdos partidistas. Indudablemente hay […]

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En las respectivas registradurías departamentales se inscribieron los aspirantes a la Cámara de Representantes y en Bogotá los pretendientes a ocupar las curules del Senado; en consecuencia, podría decir que está definida la mayoría de los candidatos al Congreso Nacional, ya que serán pocos los cambios por retiros voluntarios o por acuerdos partidistas.

Indudablemente hay candidatos sin tachas, algunos con suficientes conocimientos para desempeñar correctamente el compromiso pertinente y otros en verdad son de relleno o tal vez oportunistas. En fin, la ciudadanía de cada región y vecindario es la mejor conocedora de las  trayectorias y prontuarios de los aspirantes.

La mayor parte de los inscritos en las registradurías son repitentes, aunque varios de ellos poco o nada propusieron en la anterior y otras estancias como parlamentarios, además de aquellos seniles, también los adictos al licor y otros vicios que cuando asisten a las sesiones legislativas las pasan adormilados. Para colmo, en sus momentos de lucidez solo aprueban lo de interés particular, ignorando el perjuicio ocasionado a toda la sociedad.

Lo más absurdo son las candidaturas de los hermanos de los congresistas presos por comisión de delitos y la de los sinvergüenzas que pese a sus inhabilidades se inscribieron como candidatos al parlamento, asimismo están actuando los excomandantes de las Farc, que no conformes en continuar con su sigla guerrillera, se han candidatizado al Congreso sin ser juzgados por los magistrados de la Justicia Especial para la Paz (JEP), actitud que le ha aumentado la oposición al acuerdo de paz logrado en los dos gobiernos del presidente JM Santos, tan desprestigiado por las concesiones otorgadas a los excomandantes guerrilleros y el abandono padecido por los integrantes de otros gremios, de las comunidades de la etnia indígena y afrodescendiente, de los afiliados pobres al sistema de salud. La lista de los inconformes es numerosa que también incluye a los guerrilleros desmovilizados por el incumplimiento en darles mejores condiciones de vida.

En la misma sinvergüencería andan los congresistas y jefes políticos, que hace poco tiempo eran apoyadores incondicionales del acuerdo de paz con las Farc, pero a sabiendas de que muy pronto la mermelada la repartirá otro Presidente se han ido en busca de seguir recibiéndola. Algunos aprovechando la polarización política y otros uniéndose a candidatos presidenciales con mayores opciones de salir elegido como el próximo presidente  del país. Que Dios no ampare, porque continúa la política caradura.

Un ejemplo de lo anterior es el hundimiento del proyecto de las 16 circunscripciones especiales para la paz, las cuales serían disputadas en regiones azotadas por el conflicto armado interno, de donde saldrían elegidos como congresistas personas víctimas de la tan cruel confrontación. Los municipios de Becerril, Agustín Codazzi, La Jagua de Ibirico, La Paz, Pueblo Bello y Valledupar con otros de del Magdalena y La Guajira conforman la circunscripción número 12.

En el hundimiento de este proyecto que favorecía a las víctimas del conflicto armado interno, hubo desatención de los 50 senadores que lo apoyaron y de los representantes del ejecutivo que lo impulsaban, pues en el momento decisivo del conteo de los votos no tuvieron en cuenta que el Senado está compuesto por 99 senadores y su marrullero presidente lo declaró hundido a pesar de haber obtenido la mayoría. El presidente JM Santos sigue peleando las 16 circunscripciones, pero parece que es patalea de ahogado. En todo caso, hay que esperar para ver qué tan autónoma es la decisión  de nuestro Congreso.

Columnista
14 diciembre, 2017

Continúa la política caradura

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

En las respectivas registradurías departamentales se inscribieron los aspirantes a la Cámara de Representantes y en Bogotá los pretendientes a ocupar las curules del Senado; en consecuencia, podría decir que está definida la mayoría de los candidatos al Congreso Nacional, ya que serán pocos los cambios por retiros voluntarios o por acuerdos partidistas. Indudablemente hay […]


En las respectivas registradurías departamentales se inscribieron los aspirantes a la Cámara de Representantes y en Bogotá los pretendientes a ocupar las curules del Senado; en consecuencia, podría decir que está definida la mayoría de los candidatos al Congreso Nacional, ya que serán pocos los cambios por retiros voluntarios o por acuerdos partidistas.

Indudablemente hay candidatos sin tachas, algunos con suficientes conocimientos para desempeñar correctamente el compromiso pertinente y otros en verdad son de relleno o tal vez oportunistas. En fin, la ciudadanía de cada región y vecindario es la mejor conocedora de las  trayectorias y prontuarios de los aspirantes.

La mayor parte de los inscritos en las registradurías son repitentes, aunque varios de ellos poco o nada propusieron en la anterior y otras estancias como parlamentarios, además de aquellos seniles, también los adictos al licor y otros vicios que cuando asisten a las sesiones legislativas las pasan adormilados. Para colmo, en sus momentos de lucidez solo aprueban lo de interés particular, ignorando el perjuicio ocasionado a toda la sociedad.

Lo más absurdo son las candidaturas de los hermanos de los congresistas presos por comisión de delitos y la de los sinvergüenzas que pese a sus inhabilidades se inscribieron como candidatos al parlamento, asimismo están actuando los excomandantes de las Farc, que no conformes en continuar con su sigla guerrillera, se han candidatizado al Congreso sin ser juzgados por los magistrados de la Justicia Especial para la Paz (JEP), actitud que le ha aumentado la oposición al acuerdo de paz logrado en los dos gobiernos del presidente JM Santos, tan desprestigiado por las concesiones otorgadas a los excomandantes guerrilleros y el abandono padecido por los integrantes de otros gremios, de las comunidades de la etnia indígena y afrodescendiente, de los afiliados pobres al sistema de salud. La lista de los inconformes es numerosa que también incluye a los guerrilleros desmovilizados por el incumplimiento en darles mejores condiciones de vida.

En la misma sinvergüencería andan los congresistas y jefes políticos, que hace poco tiempo eran apoyadores incondicionales del acuerdo de paz con las Farc, pero a sabiendas de que muy pronto la mermelada la repartirá otro Presidente se han ido en busca de seguir recibiéndola. Algunos aprovechando la polarización política y otros uniéndose a candidatos presidenciales con mayores opciones de salir elegido como el próximo presidente  del país. Que Dios no ampare, porque continúa la política caradura.

Un ejemplo de lo anterior es el hundimiento del proyecto de las 16 circunscripciones especiales para la paz, las cuales serían disputadas en regiones azotadas por el conflicto armado interno, de donde saldrían elegidos como congresistas personas víctimas de la tan cruel confrontación. Los municipios de Becerril, Agustín Codazzi, La Jagua de Ibirico, La Paz, Pueblo Bello y Valledupar con otros de del Magdalena y La Guajira conforman la circunscripción número 12.

En el hundimiento de este proyecto que favorecía a las víctimas del conflicto armado interno, hubo desatención de los 50 senadores que lo apoyaron y de los representantes del ejecutivo que lo impulsaban, pues en el momento decisivo del conteo de los votos no tuvieron en cuenta que el Senado está compuesto por 99 senadores y su marrullero presidente lo declaró hundido a pesar de haber obtenido la mayoría. El presidente JM Santos sigue peleando las 16 circunscripciones, pero parece que es patalea de ahogado. En todo caso, hay que esperar para ver qué tan autónoma es la decisión  de nuestro Congreso.