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Columnista - 13 octubre, 2017

Las injusticias

“No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Génesis 50,19. Los hermanos de José pensaron que, muerto su padre Jacob, José tomaría ocasión para la venganza, debido a todo el mal que ellos le infringieron en su juventud y acuden a él suplicantes para ofrecerle sus vidas de manera incondicional. La respuesta de […]

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“No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Génesis 50,19. Los hermanos de José pensaron que, muerto su padre Jacob, José tomaría ocasión para la venganza, debido a todo el mal que ellos le infringieron en su juventud y acuden a él suplicantes para ofrecerle sus vidas de manera incondicional. La respuesta de José nos da un ejemplo maravilloso de como Dios puede actuar a pesar de la adversidad, las malas intenciones y las circunstancias fatales.

Podemos vivir con muchas dificultades y sacrificios, pero cuando percibimos que hemos sido tratados con injusticia, nos sentimos traicionados en lo más profundo de nuestro ser, especialmente cuando viene de aquellos que más amamos.

Debemos aprender a manejar correctamente las injusticias para evitar perder la paz y el gozo que eventualmente pondrá fin a la efectividad de nuestro quehacer diario. Nada ilustra esto con tanta fuerza como la vida de los hermanos de José. A pesar de que había pasado un poco más de cuarenta años desde aquella terrible decisión de venderlo como esclavo, seguían atormentados por lo que habían hecho, presos del miedo a la venganza.

No sabemos en qué momento José resolvió las devastadoras consecuencias de ser vendido por sus hermanos, pero el texto de hoy nos da pistas acerca de algunas cosas que ayudaron a José a superar la crisis. La primera pista es que, José entendía que él no estaba en el lugar de Dios, y que juzgar a sus hermanos era algo que no le correspondía.

Amados amigos: Nuestros juicios siempre van a estar empañados por nuestra limitada visión humana. Solamente Dios puede juzgar conforme a la verdad. Por esta razón, no nos es dado el emitir juicio contra otros.

Una segunda pista es que José tenía la convicción profunda de que Dios estaba detrás de todo lo que había pasado. Generalmente, nuestra reacción en situaciones de injusticia es cuestionar la bondad de Dios, dudar de su amor y preguntar el por qué Dios ha permitido lo sucedido.

Pasaron años antes de que José comenzara a ver el bien que el Señor tenía en mente cuando permitió que la tragedia tocara su vida. Pero la convicción de que Dios estaba en el control de todo y podía convertir aun las peores maldades en bendición siempre existió, y esto guardó su corazón de amargura y rencor.

El hombre que había sido tratado injustamente por sus hermanos, llora por la angustia de ellos y les habla cariñosamente comprometiéndose a proveer para su futuro. Hasta ese momento, José había sido para sus hermanos la providencia personificada; pero había llegado el momento para pensar en su ausencia. Todos nuestros Josés mueren y los consuelos y la provisión con ellos.

Así, una tercera pista es la fragilidad de la vida. Después de la muerte de José, Egipto no se portaría igual con sus hermanos, pero la tristeza de esa noticia fue aliviada con la promesa de que Dios los visitaría y los sacaría a la tierra que les había prometido a sus padres: Abraham, Isaac y Jacob.

Amigos, nuestras lágrimas no serán eternas y las injusticias que sufrimos nos harán más fuertes cada día. Algún día también Dios nos visitará convirtiendo nuestros cuerpos mortales en su morada eterna y llamándonos al dulce hogar de su gloria para disfrutar de todas sus promesas de bendición.

Recordemos: Dios está en control de todo y a los que amamos a Dios, todas las cosas pueden ser trocadas para servir a nuestro bien.

Si estás sufriendo alguna injusticia, anímate que Dios puede cambiar las circunstancias y encaminarlas para tu bien, cumpliendo su propósito de mantener con vida a mucha gente. Un fuerte abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía Araujo

 

Columnista
13 octubre, 2017

Las injusticias

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Génesis 50,19. Los hermanos de José pensaron que, muerto su padre Jacob, José tomaría ocasión para la venganza, debido a todo el mal que ellos le infringieron en su juventud y acuden a él suplicantes para ofrecerle sus vidas de manera incondicional. La respuesta de […]


“No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Génesis 50,19. Los hermanos de José pensaron que, muerto su padre Jacob, José tomaría ocasión para la venganza, debido a todo el mal que ellos le infringieron en su juventud y acuden a él suplicantes para ofrecerle sus vidas de manera incondicional. La respuesta de José nos da un ejemplo maravilloso de como Dios puede actuar a pesar de la adversidad, las malas intenciones y las circunstancias fatales.

Podemos vivir con muchas dificultades y sacrificios, pero cuando percibimos que hemos sido tratados con injusticia, nos sentimos traicionados en lo más profundo de nuestro ser, especialmente cuando viene de aquellos que más amamos.

Debemos aprender a manejar correctamente las injusticias para evitar perder la paz y el gozo que eventualmente pondrá fin a la efectividad de nuestro quehacer diario. Nada ilustra esto con tanta fuerza como la vida de los hermanos de José. A pesar de que había pasado un poco más de cuarenta años desde aquella terrible decisión de venderlo como esclavo, seguían atormentados por lo que habían hecho, presos del miedo a la venganza.

No sabemos en qué momento José resolvió las devastadoras consecuencias de ser vendido por sus hermanos, pero el texto de hoy nos da pistas acerca de algunas cosas que ayudaron a José a superar la crisis. La primera pista es que, José entendía que él no estaba en el lugar de Dios, y que juzgar a sus hermanos era algo que no le correspondía.

Amados amigos: Nuestros juicios siempre van a estar empañados por nuestra limitada visión humana. Solamente Dios puede juzgar conforme a la verdad. Por esta razón, no nos es dado el emitir juicio contra otros.

Una segunda pista es que José tenía la convicción profunda de que Dios estaba detrás de todo lo que había pasado. Generalmente, nuestra reacción en situaciones de injusticia es cuestionar la bondad de Dios, dudar de su amor y preguntar el por qué Dios ha permitido lo sucedido.

Pasaron años antes de que José comenzara a ver el bien que el Señor tenía en mente cuando permitió que la tragedia tocara su vida. Pero la convicción de que Dios estaba en el control de todo y podía convertir aun las peores maldades en bendición siempre existió, y esto guardó su corazón de amargura y rencor.

El hombre que había sido tratado injustamente por sus hermanos, llora por la angustia de ellos y les habla cariñosamente comprometiéndose a proveer para su futuro. Hasta ese momento, José había sido para sus hermanos la providencia personificada; pero había llegado el momento para pensar en su ausencia. Todos nuestros Josés mueren y los consuelos y la provisión con ellos.

Así, una tercera pista es la fragilidad de la vida. Después de la muerte de José, Egipto no se portaría igual con sus hermanos, pero la tristeza de esa noticia fue aliviada con la promesa de que Dios los visitaría y los sacaría a la tierra que les había prometido a sus padres: Abraham, Isaac y Jacob.

Amigos, nuestras lágrimas no serán eternas y las injusticias que sufrimos nos harán más fuertes cada día. Algún día también Dios nos visitará convirtiendo nuestros cuerpos mortales en su morada eterna y llamándonos al dulce hogar de su gloria para disfrutar de todas sus promesas de bendición.

Recordemos: Dios está en control de todo y a los que amamos a Dios, todas las cosas pueden ser trocadas para servir a nuestro bien.

Si estás sufriendo alguna injusticia, anímate que Dios puede cambiar las circunstancias y encaminarlas para tu bien, cumpliendo su propósito de mantener con vida a mucha gente. Un fuerte abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía Araujo