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Columnista - 30 septiembre, 2017

A propósito del Facebook y demás redes sociales en general

Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y demás redes sociales en general, ¿qué serán? ¿una ventana para ver a los demás? ¿Un espejo para mirarse a sí mismo con virtudes y defectos? ¿Un culto a la imagen?  ¿Un escenario para tejer verdaderas, bellas y buenas relaciones con los demás? O es quizás ¿un eco exterior del universo […]

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Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y demás redes sociales en general, ¿qué serán? ¿una ventana para ver a los demás? ¿Un espejo para mirarse a sí mismo con virtudes y defectos? ¿Un culto a la imagen?  ¿Un escenario para tejer verdaderas, bellas y buenas relaciones con los demás? O es quizás ¿un eco exterior del universo interno de cada uno, transparencia de quienes estamos en este medio, o una sutil y persuasiva máscara del propio yo? En nuestro afán por aparecer y hacernos notar, ¿se nos olvida que nos exponemos permanentemente y perdemos intimidad y privacidad?

Hay que dejar lugar al silencio y en medio de él, escuchar su voz inaudita y misteriosa, que penetra los tuétanos del ser en su más espesa profundidad, para asombrarse ante esta “Cara de Libro” o ” Rostro de Libro” (Facebook), el WhatsApp, Instagram y las demás redes sociales que cada día crecen y nos envuelven con su mágico magnetismo, tan sublime como peligroso, tan alto como bajo, tan sencillo como complejo, tan miserable como digno, tan sonoro como silencioso, tan realista como delirante, tan humano como divino. Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y las demás redes sociales son lo que tú quieres que sean y lo que tus contactos permitan y dejen ser. En este pequeño universo se construyen o se diluyen, se elevan o envilecen los seres humanos.

En estas redes sociales se reflejan nuestra realidad y a la vez se construyen nuevos horizontes vitales, dinámicos, frágiles, fogosos y fugaces, pero también se edifican relaciones interpersonales  con aspiraciones de firmeza, permanencia y durabilidad, que se hacen efectivas, afectivas y realistas. Las redes sociales si nos descuidamos en su uso, nos hacemos prisioneros de ellas, paradójicamente nos acercan a los lejanos, pero nos alejan de los cercanos. Seamos dueños de nosotros mismos: volvamos al dominio de nosotros. Estoy convencido que es mejor dominarse a sí mismo que doblegar un imperio. Recuperemos el diálogo personal, volvamos a mirar a la gente a los ojos, abracemos, demos la mano en persona, no sólo enviemos emoticones digitales. Recordemos que hay un lugar para cada cosa y una cosa para cada lugar. Dejemos el celular mientras comemos; dialoguemos con los demás en la mesa o en la fiesta; no nos preocupemos tanto por la foto antes de empezar a comer y subirla a una red social, mejor demos gracias a Dios y a disfrutar. Caso especial son los parques con sus zonas wifi, no los comparto porque los parques son espacios creados para la “cultura del encuentro”, pero con dichas zonas las personas lo que menos hacen es dialogar y encontrarse. Creo que en esa política nos estamos equivocando y hay mucho silencio cómplice.

Recordemos el adagio popular de la antigüedad romana: ” Virtus in medium est” (La virtud está en el medio), es decir, seamos personas ecuánimes, equilibradas, esto es lo más difícil en la vida, pero a la vez es lo mejor y más auténtico que nos puede pasar. No he dado la última palabra sobre el tema ni siquiera lo pretendo hacer. Tan sólo he querido con mi escrito dibujar en la “Cara de Libro”, en mi, tú, nuestro Facebook, WhatsApp, Instagram o demás redes sociales, mi opinión personal. Ellas, las redes sociales, son prolongación de nuestro ser, pero nunca lo agotarán ni expresarán en su totalidad, pues el ser es superior y precede al “parecer” y al “hacer”. Dios mismo nos ayude a vivir y usar adecuadamente estos maravillosos inventos de la ciencia y la técnica que la mente humana ha desarrollado para el bienestar de todos nosotros.

Bendiciones para todos…

Por Juan Carlos Mendoza (Pbro)Amén.

 

Columnista
30 septiembre, 2017

A propósito del Facebook y demás redes sociales en general

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
El Pilón

Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y demás redes sociales en general, ¿qué serán? ¿una ventana para ver a los demás? ¿Un espejo para mirarse a sí mismo con virtudes y defectos? ¿Un culto a la imagen?  ¿Un escenario para tejer verdaderas, bellas y buenas relaciones con los demás? O es quizás ¿un eco exterior del universo […]


Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y demás redes sociales en general, ¿qué serán? ¿una ventana para ver a los demás? ¿Un espejo para mirarse a sí mismo con virtudes y defectos? ¿Un culto a la imagen?  ¿Un escenario para tejer verdaderas, bellas y buenas relaciones con los demás? O es quizás ¿un eco exterior del universo interno de cada uno, transparencia de quienes estamos en este medio, o una sutil y persuasiva máscara del propio yo? En nuestro afán por aparecer y hacernos notar, ¿se nos olvida que nos exponemos permanentemente y perdemos intimidad y privacidad?

Hay que dejar lugar al silencio y en medio de él, escuchar su voz inaudita y misteriosa, que penetra los tuétanos del ser en su más espesa profundidad, para asombrarse ante esta “Cara de Libro” o ” Rostro de Libro” (Facebook), el WhatsApp, Instagram y las demás redes sociales que cada día crecen y nos envuelven con su mágico magnetismo, tan sublime como peligroso, tan alto como bajo, tan sencillo como complejo, tan miserable como digno, tan sonoro como silencioso, tan realista como delirante, tan humano como divino. Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y las demás redes sociales son lo que tú quieres que sean y lo que tus contactos permitan y dejen ser. En este pequeño universo se construyen o se diluyen, se elevan o envilecen los seres humanos.

En estas redes sociales se reflejan nuestra realidad y a la vez se construyen nuevos horizontes vitales, dinámicos, frágiles, fogosos y fugaces, pero también se edifican relaciones interpersonales  con aspiraciones de firmeza, permanencia y durabilidad, que se hacen efectivas, afectivas y realistas. Las redes sociales si nos descuidamos en su uso, nos hacemos prisioneros de ellas, paradójicamente nos acercan a los lejanos, pero nos alejan de los cercanos. Seamos dueños de nosotros mismos: volvamos al dominio de nosotros. Estoy convencido que es mejor dominarse a sí mismo que doblegar un imperio. Recuperemos el diálogo personal, volvamos a mirar a la gente a los ojos, abracemos, demos la mano en persona, no sólo enviemos emoticones digitales. Recordemos que hay un lugar para cada cosa y una cosa para cada lugar. Dejemos el celular mientras comemos; dialoguemos con los demás en la mesa o en la fiesta; no nos preocupemos tanto por la foto antes de empezar a comer y subirla a una red social, mejor demos gracias a Dios y a disfrutar. Caso especial son los parques con sus zonas wifi, no los comparto porque los parques son espacios creados para la “cultura del encuentro”, pero con dichas zonas las personas lo que menos hacen es dialogar y encontrarse. Creo que en esa política nos estamos equivocando y hay mucho silencio cómplice.

Recordemos el adagio popular de la antigüedad romana: ” Virtus in medium est” (La virtud está en el medio), es decir, seamos personas ecuánimes, equilibradas, esto es lo más difícil en la vida, pero a la vez es lo mejor y más auténtico que nos puede pasar. No he dado la última palabra sobre el tema ni siquiera lo pretendo hacer. Tan sólo he querido con mi escrito dibujar en la “Cara de Libro”, en mi, tú, nuestro Facebook, WhatsApp, Instagram o demás redes sociales, mi opinión personal. Ellas, las redes sociales, son prolongación de nuestro ser, pero nunca lo agotarán ni expresarán en su totalidad, pues el ser es superior y precede al “parecer” y al “hacer”. Dios mismo nos ayude a vivir y usar adecuadamente estos maravillosos inventos de la ciencia y la técnica que la mente humana ha desarrollado para el bienestar de todos nosotros.

Bendiciones para todos…

Por Juan Carlos Mendoza (Pbro)Amén.