Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 9 mayo, 2017

Nos acostumbramos a la guerra

De acuerdo con investigaciones adelantadas por la Northeastern University de Boston el hombre es un animal de costumbre, que actúa de manera reiterativa y muchas veces sus acciones las realiza sin pensar, de manera repetitiva, de forma automática. Colombia es un país que ha padecido por muchos años la violencia, hemos convivido a diario con […]

Boton Wpp

De acuerdo con investigaciones adelantadas por la Northeastern University de Boston el hombre es un animal de costumbre, que actúa de manera reiterativa y muchas veces sus acciones las realiza sin pensar, de manera repetitiva, de forma automática.

Colombia es un país que ha padecido por muchos años la violencia, hemos convivido a diario con el horror, el dolor y la muerte que ha dejado la cruel e inhumana guerra que se ha desarrollado con las guerrillas y los carteles de la droga.

Nos hemos familiarizado y hecho habitual las noticias de atentados, masacres, muertes de civiles, militares y terroristas, que en últimas son colombianos que engrosan la larga lista de muertos por la guerra sin sentido que padecemos. Con tantos muertos, destrucción, desolación y dolor, hemos perdido la capacidad de asombro, ha mermado nuestra sensibilidad social y hemos convertido la guerra y sus devastadoras consecuencias en lo más cotidiano de nuestro diario vivir.

Es por ello que al momento de tomar la decisión para la implementación de un acuerdo de paz rotundamente dijimos NO, nos convertimos en simpatizantes y aplaudimos el discurso guerrista de determinado partido político, que en su más reciente convención reconoce y afirma que son un partido de derecha y que su principal desafío o prioridad es acabar con el “maldito proceso de paz”.

Los colombianos venimos demostrando con nuestras decisiones y posición frente al proceso de paz, que al enfrentarnos a un panorama distinto al de la guerra, a una nueva forma de vida, requerimos de un esfuerzo extra para asimilarlo, nos encerramos en nuestra “zona de confort”, la cual no nos permite ampliar nuestro campo de visión y entendimiento, por el contrario nos enclaustramos en un mundo muy pequeño que no nos permite disfrutar y analizar del inmenso camino de posibilidades, bondades y alternativas que nos puede brindar la paz, por el contrario buscamos pretextos y argumentos para seguir sumidos en un país en guerra, seguir permitiendo que la muerte de nuestros compatriotas sea el futuro de este país.

Esta guerra absurda y la posibilidad de frenarla ha dividido al país, los máximos líderes que deberían aunar su esfuerzo para construir una mejor nación, donde el bienestar y el mejoramiento de las condiciones de vida sea la prioridad, nos han polarizado, han puesto en práctica una frase del emperador Julio César: “Divide y Reinas”, donde nos indisponen a los unos contra los otros, para cercenar nuestra capacidad de raciocinio y seguir gobernándonos a su antojo.

Es conocido que nuestro entorno condiciona nuestra actuaciones, es por eso que los más de 50 años de guerra posiblemente ha permitido que seamos permisivo con este terror, nos acostumbráramos a convivir con ella, pero también es cierto que como seres humanos debemos aprender de nuestros errores para no repetirlos, por eso es que debemos acabar con la guerra, acabar con los estigmas de la paz y propender por construir un mejor país para las nuevas generaciones.

Cada colombiano es libre de decidir qué camino tomar y qué vida quiere vivir, pero particularmente soy un convencido que el camino es la paz, que nuestros hijos y nietos merecen una oportunidad, porque como dice Juan 16:33 “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”, por ello reafirmo “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Mateo 5:9

Por Diógenes Pino

 

Columnista
9 mayo, 2017

Nos acostumbramos a la guerra

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Diógenes Pino Sanjur

De acuerdo con investigaciones adelantadas por la Northeastern University de Boston el hombre es un animal de costumbre, que actúa de manera reiterativa y muchas veces sus acciones las realiza sin pensar, de manera repetitiva, de forma automática. Colombia es un país que ha padecido por muchos años la violencia, hemos convivido a diario con […]


De acuerdo con investigaciones adelantadas por la Northeastern University de Boston el hombre es un animal de costumbre, que actúa de manera reiterativa y muchas veces sus acciones las realiza sin pensar, de manera repetitiva, de forma automática.

Colombia es un país que ha padecido por muchos años la violencia, hemos convivido a diario con el horror, el dolor y la muerte que ha dejado la cruel e inhumana guerra que se ha desarrollado con las guerrillas y los carteles de la droga.

Nos hemos familiarizado y hecho habitual las noticias de atentados, masacres, muertes de civiles, militares y terroristas, que en últimas son colombianos que engrosan la larga lista de muertos por la guerra sin sentido que padecemos. Con tantos muertos, destrucción, desolación y dolor, hemos perdido la capacidad de asombro, ha mermado nuestra sensibilidad social y hemos convertido la guerra y sus devastadoras consecuencias en lo más cotidiano de nuestro diario vivir.

Es por ello que al momento de tomar la decisión para la implementación de un acuerdo de paz rotundamente dijimos NO, nos convertimos en simpatizantes y aplaudimos el discurso guerrista de determinado partido político, que en su más reciente convención reconoce y afirma que son un partido de derecha y que su principal desafío o prioridad es acabar con el “maldito proceso de paz”.

Los colombianos venimos demostrando con nuestras decisiones y posición frente al proceso de paz, que al enfrentarnos a un panorama distinto al de la guerra, a una nueva forma de vida, requerimos de un esfuerzo extra para asimilarlo, nos encerramos en nuestra “zona de confort”, la cual no nos permite ampliar nuestro campo de visión y entendimiento, por el contrario nos enclaustramos en un mundo muy pequeño que no nos permite disfrutar y analizar del inmenso camino de posibilidades, bondades y alternativas que nos puede brindar la paz, por el contrario buscamos pretextos y argumentos para seguir sumidos en un país en guerra, seguir permitiendo que la muerte de nuestros compatriotas sea el futuro de este país.

Esta guerra absurda y la posibilidad de frenarla ha dividido al país, los máximos líderes que deberían aunar su esfuerzo para construir una mejor nación, donde el bienestar y el mejoramiento de las condiciones de vida sea la prioridad, nos han polarizado, han puesto en práctica una frase del emperador Julio César: “Divide y Reinas”, donde nos indisponen a los unos contra los otros, para cercenar nuestra capacidad de raciocinio y seguir gobernándonos a su antojo.

Es conocido que nuestro entorno condiciona nuestra actuaciones, es por eso que los más de 50 años de guerra posiblemente ha permitido que seamos permisivo con este terror, nos acostumbráramos a convivir con ella, pero también es cierto que como seres humanos debemos aprender de nuestros errores para no repetirlos, por eso es que debemos acabar con la guerra, acabar con los estigmas de la paz y propender por construir un mejor país para las nuevas generaciones.

Cada colombiano es libre de decidir qué camino tomar y qué vida quiere vivir, pero particularmente soy un convencido que el camino es la paz, que nuestros hijos y nietos merecen una oportunidad, porque como dice Juan 16:33 “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”, por ello reafirmo “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Mateo 5:9

Por Diógenes Pino