A raíz del quincuagésimo aniversario del Festival Vallenato, en un programa de televisión surgió la inquietud, ¿está el folclor vallenato en crisis por cuenta de las fusiones, deformaciones y transformaciones que los nuevos grupos le hacen a los ritmos vernáculos? Personalmente creo que no. La alarma simplemente es la normal resistencia a los cambios propios […]
A raíz del quincuagésimo aniversario del Festival Vallenato, en un programa de televisión surgió la inquietud, ¿está el folclor vallenato en crisis por cuenta de las fusiones, deformaciones y transformaciones que los nuevos grupos le hacen a los ritmos vernáculos?
Personalmente creo que no. La alarma simplemente es la normal resistencia a los cambios propios de los relevos generacionales. En nuestra música siempre han existido. Desde las ancestrales colitas, que instrumentalmente fueron mutando hasta la trifonía de acordeón, caja y guacharaca y que el expresidente López denominó como “el ancestro directo del vallenato moderno”.
Los ortodoxos maestros de nuestro folclor hablaron de crisis, cuando Luis Enrique Martínez revolucionó la ejecución del acordeón con juveniles acordes y combinación de tonalidades, en armonías que se recreaban en el pentagrama como malabares y cabriolas en una pista de gimnasia olímpica.
‘Alejo’ Durán también le achacó un desengaño amoroso a no ser de la Nueva Ola, refiriéndose a las guarachas que desde Barranquilla imponía Aníbal Velásquez. Mientras tanto Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez hacían lo propio, dando un paso adelante en la simbiosis rítmica regional con las sabanas de Sucre.
En la década del setenta los Hermanos López transformaron el esquema del conjunto vallenato, irrumpiendo la figura de Jorge Oñate como cantante, que más tarde refrendaría ‘Poncho’ Zuleta, Diomedes Díaz, ‘Beto’ Zabaleta, Iván Villazón, entre otros, permaneciendo el imperio de la voz hasta el día de hoy.
En esa época aparecieron tres acordeoneros que, aunque bebieron de la fuente musical de Luis Enrique Martínez, cada quien evoluciona en su estilo. Miguel López ejecuta magistralmente el merengue y la puya, luciéndose con los bajos que lo identificaron por mucho tiempo. Emiliano Zuleta Díaz, más pausado, tapiza el acordeón costumbrista con ropaje lírico, innovando introducciones con melodías diferentes a la de la canción original. El otro es ‘Colacho’ Mendoza, quien hace la transición del juglar que cantaba a la picaresca de las paradas melodiosas que lo llevaron a grabar con los cantantes más grandes de nuestro folclor. Aquí comenzó el modernismo y el auge comercial de nuestra música.
La percusión también evolucionó. Fue Pablo López quien instituyó en el marco del Festival Vallenato de 1972 el novedoso ‘solo’ de caja que hoy se mantiene y luego Rodolfo Castilla se convirtió en el rey de las tarimas y las grabaciones.
Luego aparece el Binomio de Oro con una propuesta atrevida, ya no es la poesía bucólica de otros tiempos, vistieron de elegancia al vallenato, la guitarra eléctrica imprime sentimiento a los aires vallenatos. Paralelamente ‘Juancho’ Rois irrumpe con un acordeón versátil que en la maestría interpretativa logró consolidar una escuela que aún hoy siguen los llamados acordeoneros modernos, en varias ocasiones cambió de estilo sin imitar a nadie, sigue siendo un referente de la música vallenata.
Entonces no nos alarmemos, siempre ha habido Nueva Ola, siempre han existido las críticas que con el correr del tiempo se convierten en reconocimiento. Nuestros máximos exponentes fueron vanguardistas en su momento. Lo que si debemos establecer, es la diferencia entre el vallenato moderno y el ritmo que en su instrumentación también tiene acordeón, caja y guacharaca sin ser vallenato. Ahí está el secreto para no hacernos mala sangre. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
@antoniomariaA
A raíz del quincuagésimo aniversario del Festival Vallenato, en un programa de televisión surgió la inquietud, ¿está el folclor vallenato en crisis por cuenta de las fusiones, deformaciones y transformaciones que los nuevos grupos le hacen a los ritmos vernáculos? Personalmente creo que no. La alarma simplemente es la normal resistencia a los cambios propios […]
A raíz del quincuagésimo aniversario del Festival Vallenato, en un programa de televisión surgió la inquietud, ¿está el folclor vallenato en crisis por cuenta de las fusiones, deformaciones y transformaciones que los nuevos grupos le hacen a los ritmos vernáculos?
Personalmente creo que no. La alarma simplemente es la normal resistencia a los cambios propios de los relevos generacionales. En nuestra música siempre han existido. Desde las ancestrales colitas, que instrumentalmente fueron mutando hasta la trifonía de acordeón, caja y guacharaca y que el expresidente López denominó como “el ancestro directo del vallenato moderno”.
Los ortodoxos maestros de nuestro folclor hablaron de crisis, cuando Luis Enrique Martínez revolucionó la ejecución del acordeón con juveniles acordes y combinación de tonalidades, en armonías que se recreaban en el pentagrama como malabares y cabriolas en una pista de gimnasia olímpica.
‘Alejo’ Durán también le achacó un desengaño amoroso a no ser de la Nueva Ola, refiriéndose a las guarachas que desde Barranquilla imponía Aníbal Velásquez. Mientras tanto Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez hacían lo propio, dando un paso adelante en la simbiosis rítmica regional con las sabanas de Sucre.
En la década del setenta los Hermanos López transformaron el esquema del conjunto vallenato, irrumpiendo la figura de Jorge Oñate como cantante, que más tarde refrendaría ‘Poncho’ Zuleta, Diomedes Díaz, ‘Beto’ Zabaleta, Iván Villazón, entre otros, permaneciendo el imperio de la voz hasta el día de hoy.
En esa época aparecieron tres acordeoneros que, aunque bebieron de la fuente musical de Luis Enrique Martínez, cada quien evoluciona en su estilo. Miguel López ejecuta magistralmente el merengue y la puya, luciéndose con los bajos que lo identificaron por mucho tiempo. Emiliano Zuleta Díaz, más pausado, tapiza el acordeón costumbrista con ropaje lírico, innovando introducciones con melodías diferentes a la de la canción original. El otro es ‘Colacho’ Mendoza, quien hace la transición del juglar que cantaba a la picaresca de las paradas melodiosas que lo llevaron a grabar con los cantantes más grandes de nuestro folclor. Aquí comenzó el modernismo y el auge comercial de nuestra música.
La percusión también evolucionó. Fue Pablo López quien instituyó en el marco del Festival Vallenato de 1972 el novedoso ‘solo’ de caja que hoy se mantiene y luego Rodolfo Castilla se convirtió en el rey de las tarimas y las grabaciones.
Luego aparece el Binomio de Oro con una propuesta atrevida, ya no es la poesía bucólica de otros tiempos, vistieron de elegancia al vallenato, la guitarra eléctrica imprime sentimiento a los aires vallenatos. Paralelamente ‘Juancho’ Rois irrumpe con un acordeón versátil que en la maestría interpretativa logró consolidar una escuela que aún hoy siguen los llamados acordeoneros modernos, en varias ocasiones cambió de estilo sin imitar a nadie, sigue siendo un referente de la música vallenata.
Entonces no nos alarmemos, siempre ha habido Nueva Ola, siempre han existido las críticas que con el correr del tiempo se convierten en reconocimiento. Nuestros máximos exponentes fueron vanguardistas en su momento. Lo que si debemos establecer, es la diferencia entre el vallenato moderno y el ritmo que en su instrumentación también tiene acordeón, caja y guacharaca sin ser vallenato. Ahí está el secreto para no hacernos mala sangre. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
@antoniomariaA