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Columnista - 5 octubre, 2016

Hay que ser un buen médico y un médico bueno

A lo largo de la historia hemos creído que el ejercicio de la medicina es una determinación seria y de mucha responsabilidad, pues cualquier desacierto del médico a causa de la negligencia o la impericia suya, pone en riesgo una vida del paciente. Es por ello, que con mucha precisión la ley de Ética Médica […]

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A lo largo de la historia hemos creído que el ejercicio de la medicina es una determinación seria y de mucha responsabilidad, pues cualquier desacierto del médico a causa de la negligencia o la impericia suya, pone en riesgo una vida del paciente. Es por ello, que con mucha precisión la ley de Ética Médica Colombiana al regular la relación médico-paciente establece entre otros los siguientes aspectos: el médico no expondrá a su paciente a riesgos injustificados; mantendrá su consultorio con el decoro y la respetabilidad que requiere el ejercicio profesional; dedicará a su paciente el tiempo necesario para hacer una evaluación adecuada de su salud e indicar los exámenes indispensables para precisar el diagnóstico; no exigirá al paciente exámenes innecesarios, ni lo someterá a tratamientos médicos o quirúrgicos que no se justifiquen; que su actitud ante el paciente será siempre de apoyo y que en casos de urgencia, la asistencia médica no se condiciona al pago anticipado de honorarios profesionales.

Todo esto da a entender que la relación-médico-paciente es una relación interpersonal con profundas connotaciones éticas, filosóficas y sociológicas, que van más allá de una simple atención; pero pareciera que en la práctica estos principios que hacen parte del juramento hipocrático que hacen los galenos, hoy han entrado en crisis. Es así como podemos encontrar médicos de distintas conductas frente al paciente: hay algunos con destacados conocimientos científicos, pero arrogantes y adustos a los que los pacientes les fastidia y no los soportan; otros muy educados y simpáticos en su trato, pero dedicados más a otros menesteres que a la propia medicina; mientras que hay algunos muy amigables y queridos con los pacientes, pero poco asertivos a la hora de diagnosticar.

Pero en realidad, hay comportamientos que rompen todos esos fenotipos y que desde luego, pueden rayar con la dignidad humana, como lo que se pudo observar en el video divulgado en las redes sociales y noticieros la semana pasada, donde se ve a un cirujano plástico bailando una canción en plena intervención quirúrgica, sin impórtale el estado de indefensión al que estaba sometido el paciente anestesiado, ni el estado anímico de sus familiares. Creo que aun concluido el procedimiento quirúrgico sin ninguna complicación y sin dudar de la pericia del cirujano, es inaceptable un comportamiento de esta naturaleza en un profesional de la medicina; pienso que no pueden convertirse las salas de cirugías en pistas de bailes, mucho menos en sitios de esparcimiento y relajo.

Como lo dijera el MD Ortopedista, MsC y PhD en Bioética, Pedro Arango Restrepo, en una de sus publicaciones: “Es necesario recuperar el respeto por el paciente, por la persona humana doliente. El médico es un servidor de los demás. Hay que volver a ser médicos, volver al Juramento Hipocrático: en pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte. Ser médico es mucho más que tener conocimientos científicos, un científico sin humanidad puede ser fácilmente un bárbaro ilustrado. Es posible un ejercicio científico y humanístico de la medicina; hay que ser un buen médico y un médico bueno”.

Por Carlos Guillermo Ramírez

 

Columnista
5 octubre, 2016

Hay que ser un buen médico y un médico bueno

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El Pilón

A lo largo de la historia hemos creído que el ejercicio de la medicina es una determinación seria y de mucha responsabilidad, pues cualquier desacierto del médico a causa de la negligencia o la impericia suya, pone en riesgo una vida del paciente. Es por ello, que con mucha precisión la ley de Ética Médica […]


A lo largo de la historia hemos creído que el ejercicio de la medicina es una determinación seria y de mucha responsabilidad, pues cualquier desacierto del médico a causa de la negligencia o la impericia suya, pone en riesgo una vida del paciente. Es por ello, que con mucha precisión la ley de Ética Médica Colombiana al regular la relación médico-paciente establece entre otros los siguientes aspectos: el médico no expondrá a su paciente a riesgos injustificados; mantendrá su consultorio con el decoro y la respetabilidad que requiere el ejercicio profesional; dedicará a su paciente el tiempo necesario para hacer una evaluación adecuada de su salud e indicar los exámenes indispensables para precisar el diagnóstico; no exigirá al paciente exámenes innecesarios, ni lo someterá a tratamientos médicos o quirúrgicos que no se justifiquen; que su actitud ante el paciente será siempre de apoyo y que en casos de urgencia, la asistencia médica no se condiciona al pago anticipado de honorarios profesionales.

Todo esto da a entender que la relación-médico-paciente es una relación interpersonal con profundas connotaciones éticas, filosóficas y sociológicas, que van más allá de una simple atención; pero pareciera que en la práctica estos principios que hacen parte del juramento hipocrático que hacen los galenos, hoy han entrado en crisis. Es así como podemos encontrar médicos de distintas conductas frente al paciente: hay algunos con destacados conocimientos científicos, pero arrogantes y adustos a los que los pacientes les fastidia y no los soportan; otros muy educados y simpáticos en su trato, pero dedicados más a otros menesteres que a la propia medicina; mientras que hay algunos muy amigables y queridos con los pacientes, pero poco asertivos a la hora de diagnosticar.

Pero en realidad, hay comportamientos que rompen todos esos fenotipos y que desde luego, pueden rayar con la dignidad humana, como lo que se pudo observar en el video divulgado en las redes sociales y noticieros la semana pasada, donde se ve a un cirujano plástico bailando una canción en plena intervención quirúrgica, sin impórtale el estado de indefensión al que estaba sometido el paciente anestesiado, ni el estado anímico de sus familiares. Creo que aun concluido el procedimiento quirúrgico sin ninguna complicación y sin dudar de la pericia del cirujano, es inaceptable un comportamiento de esta naturaleza en un profesional de la medicina; pienso que no pueden convertirse las salas de cirugías en pistas de bailes, mucho menos en sitios de esparcimiento y relajo.

Como lo dijera el MD Ortopedista, MsC y PhD en Bioética, Pedro Arango Restrepo, en una de sus publicaciones: “Es necesario recuperar el respeto por el paciente, por la persona humana doliente. El médico es un servidor de los demás. Hay que volver a ser médicos, volver al Juramento Hipocrático: en pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte. Ser médico es mucho más que tener conocimientos científicos, un científico sin humanidad puede ser fácilmente un bárbaro ilustrado. Es posible un ejercicio científico y humanístico de la medicina; hay que ser un buen médico y un médico bueno”.

Por Carlos Guillermo Ramírez