Es este el título que identifica un antiquísimo canto vallenato que en aire de merengue interpretaban los viejos acordeoneros del patio mariangolero y los que llagaban de Los Venados y Camperucho y que también allí se le escuchó a Fortunato Fernández, un juglar sandiegano de mucho renombre según la fresca memoria del maestro Ovidio Granados. […]
Es este el título que identifica un antiquísimo canto vallenato que en aire de merengue interpretaban los viejos acordeoneros del patio mariangolero y los que llagaban de Los Venados y Camperucho y que también allí se le escuchó a Fortunato Fernández, un juglar sandiegano de mucho renombre según la fresca memoria del maestro Ovidio Granados.
El canto fue principalmente popularizado por José del Carmen Mendoza, el padre de Carmencito, y se volvió coloquial en el pueblo, donde cada vez que religiosamente él abría el acordeón los fines de semana, así era pregonado:
Ya llego Carmelo, ya llegó
Y trajo un centavo que se hayó
Ya llego Carmelo valle pué
Y trajo un centavo pa bebé
En la misma forma cuando Fortunato llegaba a parrandear a Mariangola así alebrestaba el ambiente cantando:
Llegó Fortunato a parrandeá
Y trajo un centavo pa mandá
Por lo menos 80 años debe tener este canto prácticamente olvidado por los mayores que alcanzaron a vivir la época.
Eran esos lejanos años cuando la plata tenía su verdadero valor y el circulante era realmente escaso, siendo el sistema de trueque el utilizado para realizar por aquí en los pueblos de la provincia negocios varios y que con 5 centavos se solucionaba cualquier problema económico. Por otro lado la tierra siempre generosa nos daba de todo, había abundancia de productos lo que permitía que con un centavo se comprara lo necesario.
Los juglares vallenatos de antaño surgidos en esas épocas cuando el peso colombiano estaba a la par del dólar le dieron en sus cantos a manera de metáfora el real valor de la moneda como observamos en el paseo titulado “La suerte de Juana” del autor Antonio Orozco grabada por los Hermanos Zuleta en su primer álbum Mis Preferidas,
Juana escucha mis consejos
Con acento y con cuidado
Cuando un hombre llega a viejo
No vale cinco centavos
Según testimonio del maestro Pacho Rada cerca de 1930 allá en Plato, un acordeón costaba seis pesos; sin embargo el negro Alejo Durán en el 1946 compró su primer Guacamayo por 40 pesos y usado, sencillamente porque durante los años de la Segunda Guerra Mundial y las post guerra no llegaban acordeones de Europa, por lo tanto su precio se disparó.
En el año 1948 su hermano Naferito Durán se ganaba 50 centavos diarios como corralero en la hacienda Las Cabezas y ese mismo año José María Peñaranda grabó su célebre paseo A Centavo la Pasa alusivo al negocio que montaban en Barranquilla algunos vivos que con puentes improvisados después de los aguaceros le permitían a la gente ir de un lado a otro de la calle.
Famoso fue en la Barranquilla de esos años el céntrico almacén o miscelánea El centavo menos un verdadero gancho publicitario por ser el de los menores precios de la plaza.
En los diferentes cantos referidos encontramos la reafirmación de ese saber compartido por la comunidad que no es otra cosa que la tradición, alimento natural del original canto vallenato.
Es este el título que identifica un antiquísimo canto vallenato que en aire de merengue interpretaban los viejos acordeoneros del patio mariangolero y los que llagaban de Los Venados y Camperucho y que también allí se le escuchó a Fortunato Fernández, un juglar sandiegano de mucho renombre según la fresca memoria del maestro Ovidio Granados. […]
Es este el título que identifica un antiquísimo canto vallenato que en aire de merengue interpretaban los viejos acordeoneros del patio mariangolero y los que llagaban de Los Venados y Camperucho y que también allí se le escuchó a Fortunato Fernández, un juglar sandiegano de mucho renombre según la fresca memoria del maestro Ovidio Granados.
El canto fue principalmente popularizado por José del Carmen Mendoza, el padre de Carmencito, y se volvió coloquial en el pueblo, donde cada vez que religiosamente él abría el acordeón los fines de semana, así era pregonado:
Ya llego Carmelo, ya llegó
Y trajo un centavo que se hayó
Ya llego Carmelo valle pué
Y trajo un centavo pa bebé
En la misma forma cuando Fortunato llegaba a parrandear a Mariangola así alebrestaba el ambiente cantando:
Llegó Fortunato a parrandeá
Y trajo un centavo pa mandá
Por lo menos 80 años debe tener este canto prácticamente olvidado por los mayores que alcanzaron a vivir la época.
Eran esos lejanos años cuando la plata tenía su verdadero valor y el circulante era realmente escaso, siendo el sistema de trueque el utilizado para realizar por aquí en los pueblos de la provincia negocios varios y que con 5 centavos se solucionaba cualquier problema económico. Por otro lado la tierra siempre generosa nos daba de todo, había abundancia de productos lo que permitía que con un centavo se comprara lo necesario.
Los juglares vallenatos de antaño surgidos en esas épocas cuando el peso colombiano estaba a la par del dólar le dieron en sus cantos a manera de metáfora el real valor de la moneda como observamos en el paseo titulado “La suerte de Juana” del autor Antonio Orozco grabada por los Hermanos Zuleta en su primer álbum Mis Preferidas,
Juana escucha mis consejos
Con acento y con cuidado
Cuando un hombre llega a viejo
No vale cinco centavos
Según testimonio del maestro Pacho Rada cerca de 1930 allá en Plato, un acordeón costaba seis pesos; sin embargo el negro Alejo Durán en el 1946 compró su primer Guacamayo por 40 pesos y usado, sencillamente porque durante los años de la Segunda Guerra Mundial y las post guerra no llegaban acordeones de Europa, por lo tanto su precio se disparó.
En el año 1948 su hermano Naferito Durán se ganaba 50 centavos diarios como corralero en la hacienda Las Cabezas y ese mismo año José María Peñaranda grabó su célebre paseo A Centavo la Pasa alusivo al negocio que montaban en Barranquilla algunos vivos que con puentes improvisados después de los aguaceros le permitían a la gente ir de un lado a otro de la calle.
Famoso fue en la Barranquilla de esos años el céntrico almacén o miscelánea El centavo menos un verdadero gancho publicitario por ser el de los menores precios de la plaza.
En los diferentes cantos referidos encontramos la reafirmación de ese saber compartido por la comunidad que no es otra cosa que la tradición, alimento natural del original canto vallenato.