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Columnista - 1 febrero, 2015

Bienvenido si viene pero si no viene mejor

Me había contado mi mamá que cuando niña tuvo un hermano que, luego de una de sus innumerables riñas a muerte, le había enseñado a lanzar una granada. “Si a mí me matan esos tales, tú vas hasta su casa, le halas este alambrito a la piñita esta que voy a dejar guardada en la […]

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Me había contado mi mamá que cuando niña tuvo un hermano que, luego de una de sus innumerables riñas a muerte, le había enseñado a lanzar una granada. “Si a mí me matan esos tales, tú vas hasta su casa, le halas este alambrito a la piñita esta que voy a dejar guardada en la gavetica de mi escaparate, se la tiras y corres a esconderte.” Me dijo que de haberle pasado algo a él, ella lo habría hecho, porque él para ella representaba algo así como una figura paterna. Cuando mi abuelo murió, mi mamá era bien niña, y mi abuela con seis hijos pequeños pues ya se imaginarán el descalabro. También estaban otros dos tíos, pero a mi mamá quien siempre le generó mayor admiración, una admiración que a veces rayaba casi en la devoción, fue ese hermano; seguramente su carácter implacable inspiraba seguridad en ella, para quien él fue siempre “de su ley”, sencillamente; y esta simple condición de su manera de ser disculpaba cualquier tipo de conducta. “Niña Pacha”- llegaba un heraldo maldito a avisarle a mi abuela sobre la nueva riña de su adorado hijo, que se había levantado a tiros con un hombre en el puteadero. Y corra el hermano mayor a defenderlo, a darse tiros él también.

Cuando señorita, él era el encargado de llevarla a las fiestas y de seleccionar con quien bailaba o no, y quién podía o no ir a visitarla a la casa. “Para él, ninguno servía- me contaba- todos le parecían que iban a jugar conmigo… claro, como él era así.” Estuvo en la naval y de allá salió, por desobedecer una orden y agredir a un superior; luego se dedicó a una de las fincas de mi abuela y a engendrar descendencia en úteros diversos; una cuenta que mi mamá tenía bien clara: “Con nosequiencita tuvo a nosequién y a nosequien, con nosequiencita tuvo a x y con esta otra a y”. Siempre pendiente de si se mudó o no, de si andaba con la una o con la otra. Y él también pendiente- aunque de lejitos- de ella, a pesar de su carácter de hostil soledad heredado por línea paterna. Hasta el día de una discusión en la que mi mamá tuvo que tomar partido entre ella y sus hermanas, o él; para ese momento ella estaba recién operada de una mastectomía tardía, y ella, que lo respetó toda la vida, tuvo que decidir sabiendo que esa vez no podía dejarse convencer por sus argumentos. Y desde ahí ni más, se esfumó; sin embargo hasta yo que soy escéptico en lo que a transformaciones positivas en las personas se refiere, pensé que cuando ella estaba moribunda él tal vez iba a visitarla, cosa que creo ella no esperaba, pero ajá. Sin embargo no lo hizo, ni cuando estaba enferma ni cuando murió asistió a su funeral. Si ahora viene será bienvenido, pero si no viene mejor.

Columnista
1 febrero, 2015

Bienvenido si viene pero si no viene mejor

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Me había contado mi mamá que cuando niña tuvo un hermano que, luego de una de sus innumerables riñas a muerte, le había enseñado a lanzar una granada. “Si a mí me matan esos tales, tú vas hasta su casa, le halas este alambrito a la piñita esta que voy a dejar guardada en la […]


Me había contado mi mamá que cuando niña tuvo un hermano que, luego de una de sus innumerables riñas a muerte, le había enseñado a lanzar una granada. “Si a mí me matan esos tales, tú vas hasta su casa, le halas este alambrito a la piñita esta que voy a dejar guardada en la gavetica de mi escaparate, se la tiras y corres a esconderte.” Me dijo que de haberle pasado algo a él, ella lo habría hecho, porque él para ella representaba algo así como una figura paterna. Cuando mi abuelo murió, mi mamá era bien niña, y mi abuela con seis hijos pequeños pues ya se imaginarán el descalabro. También estaban otros dos tíos, pero a mi mamá quien siempre le generó mayor admiración, una admiración que a veces rayaba casi en la devoción, fue ese hermano; seguramente su carácter implacable inspiraba seguridad en ella, para quien él fue siempre “de su ley”, sencillamente; y esta simple condición de su manera de ser disculpaba cualquier tipo de conducta. “Niña Pacha”- llegaba un heraldo maldito a avisarle a mi abuela sobre la nueva riña de su adorado hijo, que se había levantado a tiros con un hombre en el puteadero. Y corra el hermano mayor a defenderlo, a darse tiros él también.

Cuando señorita, él era el encargado de llevarla a las fiestas y de seleccionar con quien bailaba o no, y quién podía o no ir a visitarla a la casa. “Para él, ninguno servía- me contaba- todos le parecían que iban a jugar conmigo… claro, como él era así.” Estuvo en la naval y de allá salió, por desobedecer una orden y agredir a un superior; luego se dedicó a una de las fincas de mi abuela y a engendrar descendencia en úteros diversos; una cuenta que mi mamá tenía bien clara: “Con nosequiencita tuvo a nosequién y a nosequien, con nosequiencita tuvo a x y con esta otra a y”. Siempre pendiente de si se mudó o no, de si andaba con la una o con la otra. Y él también pendiente- aunque de lejitos- de ella, a pesar de su carácter de hostil soledad heredado por línea paterna. Hasta el día de una discusión en la que mi mamá tuvo que tomar partido entre ella y sus hermanas, o él; para ese momento ella estaba recién operada de una mastectomía tardía, y ella, que lo respetó toda la vida, tuvo que decidir sabiendo que esa vez no podía dejarse convencer por sus argumentos. Y desde ahí ni más, se esfumó; sin embargo hasta yo que soy escéptico en lo que a transformaciones positivas en las personas se refiere, pensé que cuando ella estaba moribunda él tal vez iba a visitarla, cosa que creo ella no esperaba, pero ajá. Sin embargo no lo hizo, ni cuando estaba enferma ni cuando murió asistió a su funeral. Si ahora viene será bienvenido, pero si no viene mejor.