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Columnista - 11 diciembre, 2017

40 años de docencia y poesía

“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero”: Hermann Hesse.  En mi niñez pensaba en el camino de la medicina; mi padre lector del vademécum farmacéutico, en ocasiones recetaba y aplicaba inyecciones. Cuando mi hermano mayor, cursaba tercer año de medicina en […]

“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero”: Hermann Hesse.  En mi niñez pensaba en el camino de la medicina; mi padre lector del vademécum farmacéutico, en ocasiones recetaba y aplicaba inyecciones. Cuando mi hermano mayor, cursaba tercer año de medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, yo estudiaba el quinto de bachillerato en la capital, un día me invitó al anfiteatro a ver los cadáveres, y descubrí entonces que yo no podía ser médico. Decidí el camino de la docencia; mi madre era maestra de escuela.

Mi boceto en las aulas de clases se inicia en Bogotá en 1976, cuando cursaba mis estudios de Licenciatura en la Universidad Distrital, y en Valledupar desde 1978, y mis recuerdos están en los colegios Rosita Dávila de Cuello, Upar, Prudencia Daza, Instpecam y Rodolfo Castro. En estos dos últimos, tienen significativa importancia en mi vida personal y académica.

En el colegio Rodolfo Castro de Mariangola estuve de rector, y logramos conformar una gran familia educativa. Organizamos el club de atletismo, huertas caseras, arborización de la plaza, la banda cívica y grupos de teatro, de literatura y de danza. Escribí la danza del cazador de tigre, y su montaje fue realizado por la docente Leonor Angulo. Esta danza ha sido premiada en varios eventos regionales.

En el Instpecam, donde cursé tres años de bachillerato, al regresar como licenciado, el rector Víctor Meza, quien había sido mi profesor, gestiona mi nombramiento (1978). El Instpecam fue la puerta inicial de mi actividad poética y ahí recibí diversos homenajes. El profesor Orlando Cantillo en 1979, en el aniversario 40 del plantel, publica en una revista mi poema ‘Alguien muere cuando nace el alba’, y los estudiantes Éder Araujo y Antonio Ramírez declamaban mis poemas en los actos culturales.

En 1982, edito mi primer libro ‘A los ojos de todos’, y su prologuista, el profesor César López. Después mis cinco libros de poesía, dos de décimas y el de historia ‘Sabanas de Mariangola’, premiado en un Concurso de la Universidad Popular y la Gobernación del Cesar en el 2007. Además, en 1986 ganador del primer concurso de poesía del departamento, organizado por Instituto de Cultura y Turismo del Cesar. En 2003, premio nacional del concurso ‘Que descanse en paz la guerra’ de la Casa de poesía Silva de Bogotá. En 1997, incluido en la Antología Poemas al Padre en la poesía colombiana, editorial Panamericana. En el 2004, edité el CD, ‘Décimas al decimero’ con la voz de Joaquín Pertuz, que me permitió participar en dos eventos internacionales de décimas, en Cuba (2009) y en el Perú (2012).

Estos cuarenta años de docencia y poesía han sido gratificantes, he recibido muchos honores y reconocimientos de las autoridades educativas y de los docentes de literatura de varios colegios. La profesora Miriam Vence hizo con los estudiantes un libro, comentando mi obra. Estoy agradecido de Dios, de mis compañeros, de los estudiantes, de la administración municipal, de la comunidad vallenata y de los escritores que han comentado mi obra: José Luis Garcés, Luis Mizar, Mary Daza, Luis Mendoza, Giomar Guerra, Donaldo Mendoza, Lolita Acosta, Julio César Espinosa, Julio Oñate y René Arrieta.

El Instpecam es una fiesta en mi alma, y sus recuerdos son como las olas del mar rozando mi piel. Espero que la vida nos premie para festejar los 80 años en el 2019: con el Banquete de la Fraternidad y un recital poético en el auditorio que va a construir el alcalde Augusto Ramírez Uhía.

Columnista
11 diciembre, 2017

40 años de docencia y poesía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero”: Hermann Hesse.  En mi niñez pensaba en el camino de la medicina; mi padre lector del vademécum farmacéutico, en ocasiones recetaba y aplicaba inyecciones. Cuando mi hermano mayor, cursaba tercer año de medicina en […]


“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero”: Hermann Hesse.  En mi niñez pensaba en el camino de la medicina; mi padre lector del vademécum farmacéutico, en ocasiones recetaba y aplicaba inyecciones. Cuando mi hermano mayor, cursaba tercer año de medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, yo estudiaba el quinto de bachillerato en la capital, un día me invitó al anfiteatro a ver los cadáveres, y descubrí entonces que yo no podía ser médico. Decidí el camino de la docencia; mi madre era maestra de escuela.

Mi boceto en las aulas de clases se inicia en Bogotá en 1976, cuando cursaba mis estudios de Licenciatura en la Universidad Distrital, y en Valledupar desde 1978, y mis recuerdos están en los colegios Rosita Dávila de Cuello, Upar, Prudencia Daza, Instpecam y Rodolfo Castro. En estos dos últimos, tienen significativa importancia en mi vida personal y académica.

En el colegio Rodolfo Castro de Mariangola estuve de rector, y logramos conformar una gran familia educativa. Organizamos el club de atletismo, huertas caseras, arborización de la plaza, la banda cívica y grupos de teatro, de literatura y de danza. Escribí la danza del cazador de tigre, y su montaje fue realizado por la docente Leonor Angulo. Esta danza ha sido premiada en varios eventos regionales.

En el Instpecam, donde cursé tres años de bachillerato, al regresar como licenciado, el rector Víctor Meza, quien había sido mi profesor, gestiona mi nombramiento (1978). El Instpecam fue la puerta inicial de mi actividad poética y ahí recibí diversos homenajes. El profesor Orlando Cantillo en 1979, en el aniversario 40 del plantel, publica en una revista mi poema ‘Alguien muere cuando nace el alba’, y los estudiantes Éder Araujo y Antonio Ramírez declamaban mis poemas en los actos culturales.

En 1982, edito mi primer libro ‘A los ojos de todos’, y su prologuista, el profesor César López. Después mis cinco libros de poesía, dos de décimas y el de historia ‘Sabanas de Mariangola’, premiado en un Concurso de la Universidad Popular y la Gobernación del Cesar en el 2007. Además, en 1986 ganador del primer concurso de poesía del departamento, organizado por Instituto de Cultura y Turismo del Cesar. En 2003, premio nacional del concurso ‘Que descanse en paz la guerra’ de la Casa de poesía Silva de Bogotá. En 1997, incluido en la Antología Poemas al Padre en la poesía colombiana, editorial Panamericana. En el 2004, edité el CD, ‘Décimas al decimero’ con la voz de Joaquín Pertuz, que me permitió participar en dos eventos internacionales de décimas, en Cuba (2009) y en el Perú (2012).

Estos cuarenta años de docencia y poesía han sido gratificantes, he recibido muchos honores y reconocimientos de las autoridades educativas y de los docentes de literatura de varios colegios. La profesora Miriam Vence hizo con los estudiantes un libro, comentando mi obra. Estoy agradecido de Dios, de mis compañeros, de los estudiantes, de la administración municipal, de la comunidad vallenata y de los escritores que han comentado mi obra: José Luis Garcés, Luis Mizar, Mary Daza, Luis Mendoza, Giomar Guerra, Donaldo Mendoza, Lolita Acosta, Julio César Espinosa, Julio Oñate y René Arrieta.

El Instpecam es una fiesta en mi alma, y sus recuerdos son como las olas del mar rozando mi piel. Espero que la vida nos premie para festejar los 80 años en el 2019: con el Banquete de la Fraternidad y un recital poético en el auditorio que va a construir el alcalde Augusto Ramírez Uhía.