Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 10 octubre, 2014

32 medallas

El 19 de agosto es una fecha que a mí no se me olvida, estaba en Cali y al levantarme e ir al comedor del hotel me enteré del crimen de Luis Carlos Galán, un magnicidio que con el de Álvaro Gómez Hurtado todavía se encuentran en la penumbra y le cambiaron el rumbo y […]

Boton Wpp

El 19 de agosto es una fecha que a mí no se me olvida, estaba en Cali y al levantarme e ir al comedor del hotel me enteré del crimen de Luis Carlos Galán, un magnicidio que con el de Álvaro Gómez Hurtado todavía se encuentran en la penumbra y le cambiaron el rumbo y la historia a Colombia.

Días antes aquí en Valledupar, se presentó a mi apartamento mi primo hermano, con carácter de hermano Álvaro Vidal Martínez y sin rodeos me dijo que tenía una selección extraordinaria de tekondistas para llevarlos al Campeonato Nacional de Cali, pero que había un problemita, carecía de un peso para el transporte, que lo ayudara a conseguir los pasajes para 28 personas a $20.000 cada uno de ida y vuelta; a mí me sonó la idea porque sabía que Varo no me echaba mentiras, pues yo más que nadie se de su seriedad y cuando el decía que eran buenos, eran verracos y salí a buscar entre los amigos y recuerdo que Checho Castro me dio dos pasajes, Fausto Cotes, otros dos, Darío Lacouture, dos, como también Darío Pavajeau y otros me ofrecieron pero no cumplieron y el Parlamentario Alfredo Cuello Dávila, que nunca me decía que no, dio un auxilio de $400.000 y arrendamos el bus del Sargento Becerra, en esa época moderno pero sin aire y cuando todo estaba listo, con tristeza Álvaro me dijo que el viaje estaba al borde de fracasar, pues los padres de los niños exigían la presencia de un mayor que los acompañara y no había conseguido quien lo hiciera y sin pensarlo le dije, yo voy, y todo quedó arreglado.

Arrancamos y 36 horas después con varada incluida, pero con un magnífico conductor, el Sargento Becerra, llegamos a media noche al Hotel Media Luna en Cali, especial para deportistas, yo llegué muerto con los pies que parecían patas de elefante de la hinchazón y me tiré a la cama y los muchachos como si nada, a esa hora se zambulleron en la piscina y la disfrutaron por largo rato.

Al día siguiente como a las 9, ya todo el mundo estaba en el Coliseo, haciendo lo que tenían que hacer, tirando patadas y ganando medallas; cuando llegué ya Álvaro que era entrenador y participante, había enroscao a los Avendaño, hermanos que eran los máximos exponentes del Vale del Cauca y así durante dos días fuimos tumbando uno a uno a antioqueños, bogotanos, pastusos, santandereanos y a todo el que se atravesaba y de regreso a esta tierra el bus casi no podía arrancar por sobrecupo, ya que el terraplén de medallas obtenidas, todas de oro, pues no dejamos ni un gramo de ese metal, ni siquiera para que los caleños hicieran un aretico, fueron 32 y más que pesaban mucho.

Pensé venirme en avión y lo tenía decidido, pero “me puse a pensar” como Rafael Escalona en el famoso Jerre Jerre y si le pasa algo a un muchacho de esos, que puedo decirle a sus padres y nuevamente no sin antes comprar una colchoneta me encarapité en la guacharaca y 30 horas después estábamos llenos de gloria y felicidad en esta tierra y también otra vez con los pies claritos de la inflamación.

Esa ha sido según Álvaro Vidal, su máxima hazaña y está en mora Jorge Vidal Martínez, su hermano, Presidente de la Federación Nacional de Taekwondo de aprovechar al Gobernador Monsalvo para que le dé la mano al deporte que más honra le ha dejado al Cesar.

Columnista
10 octubre, 2014

32 medallas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

El 19 de agosto es una fecha que a mí no se me olvida, estaba en Cali y al levantarme e ir al comedor del hotel me enteré del crimen de Luis Carlos Galán, un magnicidio que con el de Álvaro Gómez Hurtado todavía se encuentran en la penumbra y le cambiaron el rumbo y […]


El 19 de agosto es una fecha que a mí no se me olvida, estaba en Cali y al levantarme e ir al comedor del hotel me enteré del crimen de Luis Carlos Galán, un magnicidio que con el de Álvaro Gómez Hurtado todavía se encuentran en la penumbra y le cambiaron el rumbo y la historia a Colombia.

Días antes aquí en Valledupar, se presentó a mi apartamento mi primo hermano, con carácter de hermano Álvaro Vidal Martínez y sin rodeos me dijo que tenía una selección extraordinaria de tekondistas para llevarlos al Campeonato Nacional de Cali, pero que había un problemita, carecía de un peso para el transporte, que lo ayudara a conseguir los pasajes para 28 personas a $20.000 cada uno de ida y vuelta; a mí me sonó la idea porque sabía que Varo no me echaba mentiras, pues yo más que nadie se de su seriedad y cuando el decía que eran buenos, eran verracos y salí a buscar entre los amigos y recuerdo que Checho Castro me dio dos pasajes, Fausto Cotes, otros dos, Darío Lacouture, dos, como también Darío Pavajeau y otros me ofrecieron pero no cumplieron y el Parlamentario Alfredo Cuello Dávila, que nunca me decía que no, dio un auxilio de $400.000 y arrendamos el bus del Sargento Becerra, en esa época moderno pero sin aire y cuando todo estaba listo, con tristeza Álvaro me dijo que el viaje estaba al borde de fracasar, pues los padres de los niños exigían la presencia de un mayor que los acompañara y no había conseguido quien lo hiciera y sin pensarlo le dije, yo voy, y todo quedó arreglado.

Arrancamos y 36 horas después con varada incluida, pero con un magnífico conductor, el Sargento Becerra, llegamos a media noche al Hotel Media Luna en Cali, especial para deportistas, yo llegué muerto con los pies que parecían patas de elefante de la hinchazón y me tiré a la cama y los muchachos como si nada, a esa hora se zambulleron en la piscina y la disfrutaron por largo rato.

Al día siguiente como a las 9, ya todo el mundo estaba en el Coliseo, haciendo lo que tenían que hacer, tirando patadas y ganando medallas; cuando llegué ya Álvaro que era entrenador y participante, había enroscao a los Avendaño, hermanos que eran los máximos exponentes del Vale del Cauca y así durante dos días fuimos tumbando uno a uno a antioqueños, bogotanos, pastusos, santandereanos y a todo el que se atravesaba y de regreso a esta tierra el bus casi no podía arrancar por sobrecupo, ya que el terraplén de medallas obtenidas, todas de oro, pues no dejamos ni un gramo de ese metal, ni siquiera para que los caleños hicieran un aretico, fueron 32 y más que pesaban mucho.

Pensé venirme en avión y lo tenía decidido, pero “me puse a pensar” como Rafael Escalona en el famoso Jerre Jerre y si le pasa algo a un muchacho de esos, que puedo decirle a sus padres y nuevamente no sin antes comprar una colchoneta me encarapité en la guacharaca y 30 horas después estábamos llenos de gloria y felicidad en esta tierra y también otra vez con los pies claritos de la inflamación.

Esa ha sido según Álvaro Vidal, su máxima hazaña y está en mora Jorge Vidal Martínez, su hermano, Presidente de la Federación Nacional de Taekwondo de aprovechar al Gobernador Monsalvo para que le dé la mano al deporte que más honra le ha dejado al Cesar.