Por: Raúl Bermúdez Márquez
Veintiún muertos y seis heridos es el saldo de otra explosión de la mina de carbón subterránea “La Preciosa” del municipio de Sardinata, en Norte de Santander. Desde el 2006, allí mismo ocurrieron tres accidentes similares que han cobrado un total de 60 víctimas humanas. En el último año, más de un centenar de personas han muerto en Colombia a consecuencia de accidentes en minas de carbón, un porcentaje importante de las cuales son ilegales. El más grave de esos accidentes sucedió a mediados de 2010, cuando al menos 71 mineros murieron por una explosión en una mina de carbón en Amagá, Antioquia, en el noroeste del país.
Pero no son solamente los costos humanos los que sufre el país y con él, Latinoamérica y la mayoría de países del llamado tercer mundo. Hace apenas unos días, el Observatorio Ambiental Latinoamericano y del Caribe (OAL) envió a los presidentes de todos los países de América Latina, un comunicado en el que les llama la atención por las políticas mineras y de extracción de hidrocarburos. El comunicado acusa también a las empresas multinacionales de elaborar estrategias para ocultar el daño al medio ambiente y las consecuencias sociales que causan en Latinoamérica. El OAL exhortó en su comunicado a los gobiernos latinoamericanos a que ejerzan efectivamente la defensa de la calidad de vida de sus pueblos y del uso sustentable de sus recursos naturales. El informe establece que “millones de latinoamericanos están viviendo las consecuencias del modelo económico, de explotación no sustentable”.
En una de sus últimas sesiones del 2010, los diputados del Parlamento Europeo votaron a favor un proyecto en el que propone a la Comisión Europea la prohibición del uso de cianuro en actividades mineras en el 2011, con el fin de preservar los recursos naturales. La medida tomada por los eurodiputados, dice mucho del tipo de desarrollo que busca la Unión Europea y da luces para reorientar nuestra propia visión del desarrollo y demás países de la región. ¿Por qué el desarrollo sostenible no es compatible con la minería? La minería en general, pero sobretodo la que se realiza a gran escala como en el Cesar y la Guajira, es la actividad más destructiva que existe, dada la extensión de los espacios de explotación y la cantidad y toxicidad de los desechos que produce.
Para que haya actividad minera las empresas tienen que asegurarse el abastecimiento de las principales fuentes de agua y energía eléctrica; esto significa que los recursos hídricos del país corren el riesgo de contaminarse o incluso desaparecer. Además, se altera el ciclo normal del agua, se afectan las zonas de vegetación que de ella dependen y que ofrecen una serie de funciones ambientales para el equilibrio de los frágiles sistemas ecológicos. Provoca desertificación, y en la mayoría de los casos los asentamientos humanos son desplazados de sus tierras y con ellas sus formas de vida tradicional. Y todo eso para que las empresas extranjeras incrementen sus millonarios ingresos.
Ninguna tecnología guardará los yacimientos minerales para las generaciones futuras; los minerales no son renovables. La actividad minera sacrifica los recursos naturales; a cambio de ello, las compañías ofrecen “beneficios” a su llegada, tales como infraestructura, servicios, empleo, regalías, etc. Sin embargo, para los estudiosos del tema “la soberanía alimentaria se basa en el control de todo el proceso productivo por parte del productor y dos componentes básicos dentro de esto son el acceso al agua y a la tierra”; ambos recursos son dramáticamente destruidos por la actividad minera. Entonces ¿es posible que una población asentada en zonas de actividad minera, pese al ofrecimiento de desarrollo que las compañías prometen, tenga soberanía alimentaria y por tanto sustentabilidad? La respuesta es obviamente negativa. Que lo digan los habitantes de La Loma y La Jagua en el Cesar, o de Barrancas y Cuestecitas en la Guajira, o los mineros del Perú, o los mineros de la China, o los mineros de la “Conchinchina”.
Un modelo de desarrollo realmente sustentable lo que tendría que poner como objetivo estratégico principal es precisamente, la seguridad alimentaria. Y es allí donde la producción agropecuaria, orgánica y limpia, entra a jugar un papel fundamental en el desarrollo. Como en el Brasil de Lula.
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