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Editorial - 19 noviembre, 2017

Un voto liberal y democrático

En medio del descrédito de la política, de los políticos y de todas las instituciones públicas, incluidos los partidos como ejes de aglutinación, proposición y, desde los gobiernos o corporaciones, agenciamiento de las políticas públicas, es meritorio el esfuerzo de un partido tradicional como el liberal de consultar a sus bases para escoger su candidato […]

En medio del descrédito de la política, de los políticos y de todas las instituciones públicas, incluidos los partidos como ejes de aglutinación, proposición y, desde los gobiernos o corporaciones, agenciamiento de las políticas públicas, es meritorio el esfuerzo de un partido tradicional como el liberal de consultar a sus bases para escoger su candidato presidencial.

El partido se ha venido a menos electoralmente y de hecho la última vez que tuvo candidato propio fue superado por la votación de un liberal de izquierda, como el profesor y magistrado Carlos Gaviria, hoy fallecido. Y cuando decimos liberal, que intentaba elegirse a nombre de una organización de izquierda, nos referimos a su talante, pensamiento y posturas cuando estuvo en las aulas o en la Corte Constitucional. Y es que liberal somos la gran mayoría, si nos atenemos a ideas como las de la democracia, el pluralismo, el respeto a los derechos humanos, a las minorías o la lucha incesante por la paz, independientemente de la connotación partidista.

Para más seña esa es la filosofía contenida en las políticas de EL PILÓN. Medio que se ha declarado liberal pero no partidista, ni pregonero feliz del Partido Liberal.

Es tan amplio el ideal que Rafael Escalona, en una vieja canción, por sus iniciativas sociales y libertarias llamó al joven Belisario Betancur “un godo decente”. Acertó, pues Betancur lideró causas sociales, llegó a nombre del partido conservador y buscó con ahínco la paz que hoy le exalta al presidente Santos desde su condición de viejo expresidente.

En el liberalismo se crearon Juan Manuel Santos, Alvaro Uribe, Germán Vargas, aunque por razones de estrategia y de cálculo político, desarrollaron una gran metamorfosis. Al punto de que el último, solo valora su partido Cambio Radical cuando le conviene, y, consciente del descrédito de los partidos y en especial del suyo, se inscribe por firmas a la candidatura presidencial.

Por eso es consecuente con su ideario que el Partido Liberal haya convocado a sus bases y a los colombianos que se sienten liberales a participar directamente en las urnas a escoger entre sus dos buenos candidatos, Humberto De la Calle y Juan Fernando Cristo, que han llegado allí después de suscribir un pacto formal con la democracia, el pluralismo, el honrado ejercicio del Estado y la paz.

No es el dedazo, el que diga un jefe natural, sino el que elija la gente en elecciones.

Frente a las observaciones sobre el costo de esta consulta recordamos que la Registraduría dio la fecha de hoy por solicitud del Centro Democrático, La U y el Liberal. Pero entrado el Estado en gastos y logística, los primeros se desmontaron después de poner en marcha el mecanismo y el liberalismo se mantuvo en la elección interna. Si la solución fueran las encuestas, entonces en los países democráticos no habría elecciones. Para eso nos ahorraríamos las elecciones presidenciales a cambio de una encuesta.

Ha sido un bálsamo en el país que haya dos candidatos contrincantes que no acuden al insulto, a la violencia verbal, y que marcan con respeto sus diferencias, en medio de la fauna de políticos desafiantes, escandalosos y gritones. Nuestro llamado es a votar.

Editorial
19 noviembre, 2017

Un voto liberal y democrático

En medio del descrédito de la política, de los políticos y de todas las instituciones públicas, incluidos los partidos como ejes de aglutinación, proposición y, desde los gobiernos o corporaciones, agenciamiento de las políticas públicas, es meritorio el esfuerzo de un partido tradicional como el liberal de consultar a sus bases para escoger su candidato […]


En medio del descrédito de la política, de los políticos y de todas las instituciones públicas, incluidos los partidos como ejes de aglutinación, proposición y, desde los gobiernos o corporaciones, agenciamiento de las políticas públicas, es meritorio el esfuerzo de un partido tradicional como el liberal de consultar a sus bases para escoger su candidato presidencial.

El partido se ha venido a menos electoralmente y de hecho la última vez que tuvo candidato propio fue superado por la votación de un liberal de izquierda, como el profesor y magistrado Carlos Gaviria, hoy fallecido. Y cuando decimos liberal, que intentaba elegirse a nombre de una organización de izquierda, nos referimos a su talante, pensamiento y posturas cuando estuvo en las aulas o en la Corte Constitucional. Y es que liberal somos la gran mayoría, si nos atenemos a ideas como las de la democracia, el pluralismo, el respeto a los derechos humanos, a las minorías o la lucha incesante por la paz, independientemente de la connotación partidista.

Para más seña esa es la filosofía contenida en las políticas de EL PILÓN. Medio que se ha declarado liberal pero no partidista, ni pregonero feliz del Partido Liberal.

Es tan amplio el ideal que Rafael Escalona, en una vieja canción, por sus iniciativas sociales y libertarias llamó al joven Belisario Betancur “un godo decente”. Acertó, pues Betancur lideró causas sociales, llegó a nombre del partido conservador y buscó con ahínco la paz que hoy le exalta al presidente Santos desde su condición de viejo expresidente.

En el liberalismo se crearon Juan Manuel Santos, Alvaro Uribe, Germán Vargas, aunque por razones de estrategia y de cálculo político, desarrollaron una gran metamorfosis. Al punto de que el último, solo valora su partido Cambio Radical cuando le conviene, y, consciente del descrédito de los partidos y en especial del suyo, se inscribe por firmas a la candidatura presidencial.

Por eso es consecuente con su ideario que el Partido Liberal haya convocado a sus bases y a los colombianos que se sienten liberales a participar directamente en las urnas a escoger entre sus dos buenos candidatos, Humberto De la Calle y Juan Fernando Cristo, que han llegado allí después de suscribir un pacto formal con la democracia, el pluralismo, el honrado ejercicio del Estado y la paz.

No es el dedazo, el que diga un jefe natural, sino el que elija la gente en elecciones.

Frente a las observaciones sobre el costo de esta consulta recordamos que la Registraduría dio la fecha de hoy por solicitud del Centro Democrático, La U y el Liberal. Pero entrado el Estado en gastos y logística, los primeros se desmontaron después de poner en marcha el mecanismo y el liberalismo se mantuvo en la elección interna. Si la solución fueran las encuestas, entonces en los países democráticos no habría elecciones. Para eso nos ahorraríamos las elecciones presidenciales a cambio de una encuesta.

Ha sido un bálsamo en el país que haya dos candidatos contrincantes que no acuden al insulto, a la violencia verbal, y que marcan con respeto sus diferencias, en medio de la fauna de políticos desafiantes, escandalosos y gritones. Nuestro llamado es a votar.